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Ante los ataques de Trump, Obama y otros ex presidentes permanecen en silencio

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El presidente Trump ha apuntado a muchos objetivos a lo largo de su administración y, a menudo dice que solo está contraatacando a sus críticos. Sin embargo, hay un ataque permanente, una y otra vez, sin que haya reacción de su predecesor, Barack Obama.

“Esto es una línea de tiempo de todos los fracasos que tuvo la administración Obama”, twitteó para felicitar a su programa favorito de Fox News recientemente. “¡Obama no hizo nada con respecto a Rusia!” tuiteó días después. Repetidamente ha dicho que Obama es el que debe ser investigado, no él, porque la interferencia de Rusia en la campaña de 2016 ocurrió bajo el mandato de Obama.

Trump ha criticado a Obama por el seguro médico, el acuerdo nuclear con Irán, la economía, las armas y la política de inmigración e incluso (falsamente) por la reubicación de la Embajada de EE. UU., y eso es solo en los más de 80 tweets que ha lanzado contra su predecesor, sin contar sus comentarios públicos. En su ataque más memorable de todos, hace un año Trump acusó, sin pruebas, que Obama ordenó interceptar sus comunicaciones en la Trump Tower.

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Obama no se ha dado por enterado, y ha permanecido prácticamente mudo. Cuando habla, nunca menciona explícitamente al presidente.

Por ser el predecesor inmediato de Trump, Obama es especialmente vilipendiado entre la base blanca de la clase trabajadora del presidente. Sin embargo, los otros tres presidentes del último cuarto de siglo -tanto George Bush, padre e hijo, como Bill Clinton- han recibido frecuentes ataques, a menudo colectivamente, ya que Trump los acusa a todos por algún fracaso político.

Poner la otra mejilla, no es un fenómeno nuevo para un grupo de élite conocido como “el Club de los presidentes”. Hasta ahora, no era necesario participar activamente: por tradición, los presidentes anteriores no atacaban públicamente a sus predecesores, o viceversa.

George W. Bush mantuvo sus pensamientos para sí mismo durante los años de Obama, al igual que su predecesor, Clinton, hizo por Bush y George H.W. Bush lo hizo por Clinton. Como ellos, Obama sigue las viejas costumbres incluso cuando el miembro más nuevo del club, Trump, las ignora.

“Ciertamente, Obama tenía cosas críticas que decir sobre Trump cuando estaba en plena campaña, y los Bush dijeron que no iban a votar por Trump”, dijo James Thurber, un académico presidencial.

“Pero no hemos tenido noticias suyas desde que asumió la presidencia, y el razonamiento es que tienen respeto por la oficina de la presidencia”, dijo Thurber. “Tenemos un presidente y lo respetan”.

Por el contrario, Trump recientemente demostró nuevamente que no tiene tal respeto, y dijo que George W. Bush no tenía la “inteligencia” para llevarse bien con Rusia, mientras que Clinton y Obama “no tenían la energía ni la química”.

Después del eclipse solar del verano pasado, Trump atacó nuevamente a Obama, retwitteando una serie de fotos de Obama y él mismo en las que su rostro se movía para cubrir el de Obama. El texto decía: “¡EL MEJOR ECLIPSE!”

La mayoría de los presidentes y ex presidentes se han criticado amablemente, si es que lo han hecho, dijo Joanne Freeman, una de las principales académicas de historia de Estados Unidos en la Universidad de Yale.

“Eso no quiere decir que los presidentes nunca hayan criticado las políticas de los demás”, dijo. “Pero generalmente se enfocan en las políticas, en lugar de lanzar insultos y acusaciones”.

La tradición de los nuevos presidentes de no atacar a sus predecesores data de los inicios de Estados Unidos. Como segundo presidente en ocupar la oficina, John Adams estaba tan preocupado por honrar el servicio del primero, George Washington, que ni siquiera reemplazó el gabinete.

El tercer presidente, Thomas Jefferson, asumió la oficina después de una campaña particularmente desagradable y, sin embargo, a pesar de su profunda desaprobación de las políticas federalistas de las dos administraciones anteriores, no atacó el trabajo de Adams.

Los presidentes y ex presidentes se han criticado antes, pero no con la regularidad de Trump. Por ejemplo, Carter atacó a George W. Bush, especialmente después de la invasión de Irak, calificando su política exterior como “la peor de la historia” y su programa social basado en la fe como “muy perturbador”.

Bush, que dejó su cargo en medio de una gran impopularidad, después de dos guerras y la peor recesión y crisis financiera desde la Gran Depresión, guardó silencio cuando Obama se quejó ocasionalmente del “gran desastre” que le había heredado.

En los últimos días, Obama les ha dicho a sus amigos cuán sabio cree que fue el silencio de Bush. Mientras Obama se preparaba para dejar el cargo, dijeron sus asesores, habló con ellos sobre cómo quería llevar adelante lo que prometía ser una presidencia de Trump impetuosa y caótica.

Obama esperaba que Trump mantuviera su retórica de campaña y usara a Obama como un “elemento para galvanizar su base”, especialmente en momentos en que Trump sentía la necesidad de mejorar su posición política, dijo Josh Earnest, ex secretario de prensa de Obama y consejero cercano. Para Obama devolver los ataques solo serviría para hacer las diferencias más grandes.

“Si Obama devolviera los ataques, Trump obtendría un fuerte beneficio”, dijo Earnest. “Pero no hay un beneficio obvio para el país o, por supuesto, para Obama”.

A Obama también le preocupaba eclipsar a la próxima generación de líderes demócratas que, a su juicio, deberían encontrar sus voces en la nueva era, dijo Earnest.

Pero Obama les dijo a sus asesores que intervendría si las apuestas fueran lo suficientemente altas en su favor.

Obama habló cuando Trump terminó el programa DACA. “Estos soñadores son estadounidenses en sus corazones, en sus mentes, en todos los sentidos menos en uno: en el papel”, escribió en una publicación en Facebook.

Mientras Trump y el Congreso controlado por los republicanos intentaban derogar el logro nacional emblemático de Obama, la Ley de Asistencia Asequible, Obama publicó en Facebook un llamado para que las personas protestaran frente a sus congresistas. Hágales saber, escribió, “qué significa esto para usted y su familia”.

En ninguno de los casos Obama mencionó a Trump por su nombre.

Algunos de los antiguos asesores de Obama tienden a tratar de igualar su sutileza. El comentario más cortante de Trump viene en la cuenta de Instagram del fotógrafo de la Casa Blanca de Obama, Pete Souza, quien deja que sus viejas fotografías hablen.

Cuando Trump propuso una prohibición de viajar a los musulmanes, por ejemplo, Souza publicó una foto de Obama riéndose con una chica que llevaba cubierta la cabeza. El día que Trump se negó a estrechar la mano de la canciller alemana, Angela Merkel, Souza publicó una foto de Obama abrazándola.

Otros ex funcionarios de Obama son más explícitos y cortantes, y desafían las políticas de Trump en televisión, con podcasts y en periódicos o revistas. Tres asesores del equipo de seguridad nacional de Obama recientemente formaron una organización específicamente para oponerse a la política exterior de Trump.

Uno, Ben Rhodes, dijo de Obama: “Él ha considerado que no necesita hablar sobre todos los asuntos todos los días”. Sin embargo, si Trump va a provocar a Corea del Norte y se niega a condenar a los neonazis estadounidenses, otros tienen que hablar, dijo Rhodes.

“Haremos responsable a Trump”, dijo, “y levantaremos una visión alternativa, afirmativa del mundo”.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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