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Ante la escasa llegada de refugiados al país, las agencias que los ayudan están a punto de cerrar

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La puerta de acceso a la organización sin fines de lucro World Relief, ubicada entre un estudio de baile y una compañía de tutoría en el segundo piso de un centro comercial de Garden Grove, todavía dice “servicios de reasentamiento de refugiados”.

Pero ha pasado casi un año desde que un nuevo refugiado ha cruzado la puerta.

La cantidad de refugiados admitidos en EE.UU. desde que el presidente Trump asumió el cargo ha descendido a su nivel más bajo en décadas. Como resultado, la oficina y docenas de otras agencias de reasentamiento de refugiados en todo el país, se han visto obligadas a cerrar, cambiar sus recursos o cambiar de giro.

En el este de Iowa, la Arquidiócesis de Dubuque anunció en diciembre que finalizaría su operación de reasentamiento de 77 años de antigüedad, despidiendo a algunos empleados y transfiriendo a otros a oficinas de su clínica legal de inmigración.

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En Catholic Charities en Minneapolis, las autoridades dijeron en mayo que dejarían de reasentar a los refugiados y se concentrarían en ayudar a una creciente población sin hogar.

En Garden City, Kan., en Miami y Chicago, numerosas oficinas de refugiados están cerrando sus puertas definitivamente.

Nueve organizaciones sin fines de lucro de todo el país están aprobadas por el gobierno federal para reasentar refugiados y recibir fondos del gobierno por cada caso que manejan. Hasta el 2017, cada una de esas organizaciones tenía una oficina en el sur de California.

Pero World Relief y otras cuatro cerraron sus oficinas en la región, suspendieron las operaciones, despidieron al personal o redujeron sus horarios.

Messay Mengesha, uno de los cientos de trabajadores sociales contratados en todo el país cuando el reasentamiento de refugiados aumentó durante la administración del presidente Obama, se unió a la oficina de World Relief en Garden Grove en 2015. Una vez fue una de las operaciones de reasentamiento más activas en el condado de Orange. Sirios, iraquíes y afganos comenzaron, con su ayuda, una nueva vida.

Pero a medida que disminuyeron los números en 2017, Mengesha tuvo poco qué hacer.

La oficina cerró su operación de refugiados en julio pasado y cambió sus recursos para ayudar a los inmigrantes, que durante mucho tiempo habían sido una actividad secundaria de su operación.

Mengesha también se adaptó. Ahora es uno de los ocho trabajadores asignados a una cantidad cada vez mayor de padres que enfrentan órdenes de deportación, titulares de tarjetas de residencia de inmigrantes que desean convertirse en ciudadanos y beneficiarios de Acción Diferida para Llegados en la Infancia desesperados por recibir ayuda para pagar altas tasas de renovación.

En todo el país, el descenso en las admisiones de refugiados ha sido espectacular, un descenso del 70% en los primeros siete meses de este año fiscal en comparación con el mismo período del año anterior.

Con las tasas actuales, alrededor de 22,000 refugiados se habrán reasentado en Estados Unidos entre octubre de 2017 y el final del año fiscal en septiembre. Eso es menos de la mitad del tope de 45,000 establecido por Trump y el número más bajo desde que el Congreso creó un programa federal de reasentamiento de refugiados en 1980.

El número comenzó a disminuir el¿n 2017, después de que Trump firmara prohibiciones de viaje que restringían severamente los flujos de refugiados. Esas órdenes expiraron, pero los defensores de los refugiados dicen que las nuevas reglas de investigación de antecedentes establecidas en octubre de ese año, hacen que sea casi imposible que las personas de ciertos países se muden a EE.UU.

Las llegadas han bajado este 2018 un 67% para los refugiados de las naciones africanas y un 80% para los de Oriente Medio y el sur de Asia, en comparación con los promedios de los últimos cinco años, según un informe reciente de Human Rights Watch. La reducción en refugiados de Irán, Siria y Somalia es aún mayor.

Las caídas dejaron a muchas agencias con escasos fondos federales y luchando por sobrevivir.

Incluso, en lugares donde todavía llegan nuevos refugiados, se están produciendo cambios. La oficina del Comité Internacional de Rescate en Glendale, que una vez reasentó a más de mil refugiados por año, recibió solo unas 100 personas este 2018.

“La necesidad simplemente ya no existe de la misma manera”, dijo Martin Zogg, director ejecutivo del grupo. “Entonces tenemos que darle a la gente otros trabajos para hacer”.

En el sur de California, el retroceso también ha dejado a los refugiados que vienen con menos lugares para buscar ayuda. Muchos dependen de la asistencia de las agencias por más de 90 días que el gobierno garantiza.

José Velasco, un salvadoreño de 19 años que ahora vive en Long Beach, estuvo entre los últimos refugiados que llegaron a través de World Relief en mayo de 2017 con su madre y su hermano.

Con poco dinero, sin trabajo y con habilidades mínimas en inglés, Velasco descubrió que el apoyo a corto plazo que la organización sin fines de lucro ofrecía, a través de su programa de reasentamiento, no era suficiente para él y su familia. Entonces World Relief los refirió a una nueva organización sin fines de lucro formada por sus seguidores a fines del 2017.

Ese grupo, Hogar para Refugiados, “me ayudó a navegar el sistema para ingresar a la escuela secundaria”, dijo Velasco, quien ahora trabaja en una pizzería y en una carnicería. “Me compraron libros para poder estudiar inglés”.

Es el tipo de ayuda que World Relief solía ofrecer antes.

“Hemos tenido una avalancha de personas que vienen a nuestras puertas para preguntarnos si pueden ayudarnos”, dijo José Serrano, el gerente del programa de World Relief.

Por primera vez desde su creación en 1979, el grupo publicó recientemente una oferta de trabajo para un coordinador de voluntarios.

“Aunque cerramos nuestro servicio de reasentamiento de refugiados, no cerramos nuestro deseo de ayudar a los refugiados”, dijo Serrano.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí.

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