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Con letreros, un condado del norte de California declara que ‘no hay lugar para el racismo’, pero la realidad es más complicada

A sign on Lake Boulevard in Shasta Lake, Calif., reads "No Room for Racism." Dozens of similar signs stand throughout Shasta County in Northern California.
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
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Las señales estan por todo el condado rural de Shasta.

Hay una sobre Lake Boulevard, una tranquila vía de dos carriles que corta camino entre los árboles al sur de la imponente presa Shasta. Hay otra en Olinda Road, en Anderson, justo al oeste de North Valley High School. Otro cuelga de un poste eléctrico en Redding, frente a Kent's Meats & Groceries.

“No hay lugar para el racismo”, declaran inequívocamente, sin margen de debate.

Pero, por supuesto, en todos los asuntos de raza -y todo lo que ellos conllevan-, nunca es tan fácil como poner un letrero.

Con sus pequeñas ciudades y sus vistas impresionantes de las montañas, el condado de Shasta es mayormente blanco; una creciente anomalía en este estado heterogéneo y liberal. En este condado del norte de California, el 80% de los residentes son blancos, en comparación con solo el 38% de California en su conjunto.

(Los Angeles Times)

El presidente Trump ganó el condado de Shasta con el 65% de los votos. A principios de febrero, el área votó para convertirse en una zona ‘no santuario’ para los inmigrantes que se encuentran en el país sin autorización.

Justo después de que Trump ganara, un estudiante de Shasta High School, en Redding, entregó avisos falsos de deportación a estudiantes de diferentes etnias. A principios de ese año, alumnos de la cercana University Preparatory School, que asistían a un partido de baloncesto contra un equipo mayoritariamente latino del condado de Colusa, llevaron carteles con imágenes de frijoles y gritaron que los jugadores rivales eran "delincuentes".

"No hay diversidad. ¿Cómo se puede educar a los niños para que salgan al mundo cuando la diversidad no existe?", se preguntó Trent Copland, miembro de la junta escolar de U-Prep y profesor retirado de inglés como segunda lengua.

Fue aquí, en una manifestación de campaña en el Aeropuerto Municipal de Redding, donde Trump señaló a Gregory Cheadle, un hombre negro entre la audiencia mayoritariamente blanca, y dijo: "¡Miren a mi afroamericano por aquí! ¿No eres lo máximo?”.

Cheadle, un veterano residente de la zona -para quien "algunas de las personas más agradables que se pueda conocer" viven aquí-, rió entre dientes cuando se le preguntó recientemente sobre los letreros de ‘No hay lugar para el racismo’. Es fácil decir que el racismo no existe cuando vives en un lugar donde la población no blanca es tan pequeña, respondió.

Cheadle, quien se postula para el Congreso, relató que la gente a menudo le dice que no tiene prejuicios, o mencionan que tienen un amigo negro. "Creo que tienen buen corazón", expresó. "Pero se necesita más que un buen corazón para poner fin al racismo... Agradezco el gesto, pero tenemos que hacer mucho más que poner un letrero”.

Gregory Cheadle, de Happy Valley, California, durante una recaudación de fondos para el movimiento State of Jefferson, en Anderson, California, en febrero último. "Creo que la gente tiene buen corazón", dijo. "Pero se necesita más que un buen corazón para acabar con el racismo".
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
Trent Copland, directivo de Shasta County Citizens Advocating Respect, cerca del Sundial Bridge, en Redding, California.
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
Izquierda: Gregory Cheadle, de Happy Valley, California, durante una recaudación de fondos para el movimiento State of Jefferson, en Anderson, California, en febrero último. "Creo que la gente tiene buen corazón", dijo. "Pero se necesita más que un buen corazón para acabar con el racismo". Derecha: Trent Copland, directivo de Shasta County Citizens Advocating Respect, cerca del Sundial Bridge, en Redding, California. (Kent Nishimura / Los Angeles Times)

Una serie de eventos trágicos derivaron en los carteles en el condado de Shasta; al ser un lugar rural con menos gente y poco bullicio, las cuestiones oscuras tienden a permanecer más íntimamente en la memoria de los individuos.

En ese momento, la región también estaba experimentando una afluencia de refugiados del sudeste asiático, y un sujeto se dirigió a un vecindario predominantemente asiático en Redding, donde mientras rompía ventanas de autos y de casas, gritaba: "¡Aprendan inglés!”, "¡No son bienvenidos aquí!”.

En 1994, SCCAR quiso que los funcionarios electos y las escuelas se pronuncien en contra. Así, propusieron los carteles con la leyenda ‘No hay lugar para el racismo’..

"Nuestro argumento era que esto estaba afectando a nuestra comunidad. ¿Por qué no nos ponemos de pie públicamente y afirmamos cuáles son nuestros valores?", expresó Tom O'Mara, veterano miembro de SCCAR, ahora rebautizado como Shasta County Citizens Advocating Respect (Ciudadanos del condado de Shasta por el respeto), además de defensor de los derechos civiles del Departamento de Policía de Redding.

El Concejo Municipal de Redding aprobó rápidamente los letreros, y el primero se colocó el día del cumpleaños de Abraham Lincoln, en febrero de 1995.

La Junta de Supervisores del condado de Shasta y los ayuntamientos de Shasta Lake y Anderson inicialmente se opusieron a los carteles. Una razón que dieron, relató O’Mara, fue que distraerían a los automovilistas. Esos consejos cambiaron, más tarde, su forma de pensar.

En Anderson, se requirió una década para ello.

En 2004, un supremacista blanco en esa ciudad quemó una cruz de ocho pies de altura en el patio de una familia negra que vivía en su vecindario. El hecho asombró tanto a la comunidad que cientos de personas marcharon bajo la lluvia para denunciar el racismo. Los letreros municipales -que dicen "No hay lugar para el racismo, el odio o la violencia”- aparecieron en Anderson poco después.

"He recibido correos electrónicos que expresan: ‘Es tan serio que realmente deben poner carteles'", dijo O'Mara. "Creo que la mayoría de nuestros problemas aquí se deben a la falta de exposición… Aquí hay muchos que han conocido a muy pocas personas negras, o filipinas, o a muy pocas personas homosexuales. Es una comunidad muy blanca, muy cristiana".

El jefe de policía de Redding, Roger Moore, comentó que los incidentes motivados por temas raciales permanecen en la conciencia de la gente mucho tiempo, y que su departamento intenta discutirlos y tratarlos abiertamente. Así, distribuyen panfletos que describen qué es un delito de odio, y Moore personalmente revisa cada incidente potencialmente vinculado con ello, a menudo con O'Mara. Los oficiales escolares están capacitados para intervenir cuando identifican a un estudiante que podría estar virando hacia una ideología de supremacía blanca.

"Nos hemos dado cuenta de que, si no hacemos algo, podría crear una estela de desastre en la comunidad, y desconfianza", dijo. “Y eso no se puede recuperar durante años, años y años; por lo tanto, mantener la confianza de la comunidad es esencial".

Tom O’Mara, cerca del río Sacramento, en Redding, California. "Creo que la mayoría de nuestros problemas aquí se deben a la falta de exposición", afirmó. ”Es una comunidad muy blanca y muy cristiana".
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
Gente caminando por el Sundial Bridge, en Redding, California, en febrero pasado.
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
Izquierda: Tom O’Mara, cerca del río Sacramento, en Redding, California. "Creo que la mayoría de nuestros problemas aquí se deben a la falta de exposición", afirmó. ”Es una comunidad muy blanca y muy cristiana". Derecha: Gente caminando por el Sundial Bridge, en Redding, California, en febrero pasado . (Kent Nishimura / Los Angeles Times)

El 6 de febrero último, la Junta de Supervisores del condado de Shasta -tal como habían hecho antes las de los condados cercanos de Siskiyou y Tehama- aprobó una resolución que declara al lugar como zona ‘no santuario’, desafiando las leyes de California que buscan proteger a los inmigrantes indocumentados de la deportación. La ciudad de Anderson aprobó una ordenanza similar el año pasado.

La resolución desató un amargo debate en el condado de Shasta; para los detractores estuvo motivada por temas raciales y fue innecesaria, los partidarios la calificaron como una medida de seguridad pública.

"Si dices algo contra un indocumentado, automáticamente te vuelves un fanático, o un racista", manifestó el supervisor Steve Morgan, quien votó a favor de la resolución.

El condado de Shasta "no tiene una afluencia tan grande, que sepamos, en cuanto a extranjeros sin autorización”, agregó Morgan, pero él quiso enviar un mensaje a Sacramento, de que la ley federal de inmigración tiene prioridad sobre la norma estatal.

La supervisora Mary Rickert, quien también votó a favor de la medida, señaló durante la reunión de la junta que no "ve esto como un problema racial, en absoluto”, y añadió que ella y su esposo han empleado a "varias familias hispanas" y ayudado a algunos indocumentados a obtener la ciudadanía"Tengo ascendencia francesa", dijo.

"Dios mío... los franceses reciben mucha mala prensa. Y también soy irlandesa y escocesa. Todos somos inmigrantes, pero cada uno de mis antepasados se convirtieron en ciudadanos de este maravilloso país".

La resolución, dijo en una entrevista el supervisor Leonard Moty, exjefe de policía de Redding, fue "nada más que una política de año electoral”, y solo un esfuerzo por culpar a un grupo de personas por todos los males del condado. Moty se abstuvo de votar.

"Seamos honestos. La población inmigrante en el condado de Shasta no es grande ", consideró. “La población inmigrante no crea nuestros problemas con la delincuencia… ¿Qué hay aquí? Un grupo de personas blancas que están cometiendo delitos, consumiendo drogas... No es otra población, que apareció de algún otro país”.

Justin, un estudiante de preparatoria, indocumentado y de 15 años de edad, escuchó las noticias sobre la resolución de ‘no santuario’ y les dijo a sus padres que el tema lo asustaba (el joven pidió no mencionar su apellido porque su familia teme la deportación).

"Dije, esto ya no es un santuario. Deberíamos irnos... Siento que tengo una gran cosa roja en la cabeza, como un blanco. No me siento cómodo estando aquí”.

La familia de Justin huyó de la Ciudad de México cuando él era un bebé, después de que su tía materna fuera asesinada.

El joven, que espera ser enfermero algún día, relató que los chicos en la escuela le preguntaron qué pensaba sobre Trump, justo después de las elecciones. Él mintió y respondió que era “un buen tipo”, para que no lo hostigaran.

"Eso realmente me duele", aseveró, con voz tranquila. "Estoy muy orgulloso de ser mexicano... Amo la cultura y todo. Es un poco complicado".

Amarjit Singh Grewal, fotografiado en el Centro Sikh en Anderson, California. Él siempre se sintió aceptado aquí, e invita activamente a quienes no son sikhs a visitar el templo, comentó.
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
La sala de oración en el Centro Sikh en Anderson, California. En la entrada iluminada del templo se ve un letrero verde: "No hay lugar para el racismo".
(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
Izquierda: Amarjit Singh Grewal, fotografiado en el Centro Sikh en Anderson, California. Él siempre se sintió aceptado aquí, e invita activamente a quienes no son sikhs a visitar el templo, comentó. Derecha: La sala de oración en el Centro Sikh en Anderson, California. En la entrada iluminada del templo se ve un letrero verde: "No hay lugar para el racismo". (Kent Nishimura / Los Angeles Times)

En el Centro Sikh de Anderson, los fieles se quitan los zapatos antes de entrar a la sala de oración. El olor a comida india recorre el templo.

En marzo de 2007, justo antes de que se abriera el lugar, un hombre robó un tractor de carga frontal de un sitio de maquinaria pesada cercano y lo estrelló repetidamente contra el gurdwara. Según las autoridades, el hombre pensaba que el edificio era propiedad de extranjeros árabes que no creían en Jesús, y estaba enojado con ellos por construir el templo.

Amarjit Singh Grewal, el líder del santuario, se había mudado al condado de Shasta desde India, justo antes del incidente. Pero él siempre se sintió aceptado aquí, e invita activamente a quienes no son sikhs a visitar el lugar, comentó.

Recientemente, el templo recibió a un defensor de inmigrantes después de la aprobación de la resolución de ‘no santuario’, para enseñarle a la gente sus derechos en caso de ser detenidos por agentes de Inmigración y Aduanas, porque hay "miedo en la comunidad", contó Grewal.

"Mi naturaleza es amar a la humanidad", dijo. "Entonces, en virtud de eso, me encanta trabajar en el vecindario, hablar con personas de diferentes credos y culturas. Entiendo que hay muchas diferencias... pero cuando llegas a una plataforma común, es posible amarse unos a otros".

En la entrada del santuario, iluminada por el sol, hay un letrero verde: "No hay lugar para el racismo".

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

hailey.branson@latimes.com

Twitter: @haileybranson

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