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El ex sheriff de Arizona Joe Arpaio vuelve a la carga, y también los votantes latinos que ayudaron a expulsarlo

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Yenni Sánchez pensaba que su trabajo había terminado.

Eximida de la amenaza de deportación por el Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, en la era Obama, hizo campaña para expulsar a Joe Arpaio cuando éste se postuló sin éxito para su reelección como sheriff del condado de Maricopa, en 2016. Sánchez tocó cientos de puertas en vecindarios predominantemente latinos del sur de Phoenix para registrar votantes. Hizo llamadas telefónicas, recorrió los campus universitarios. Su mensaje era directo, como el nombre del grupo con el cual trabajaba, Bazta Arpaio -una versión propia de basta-; suficiente con Arpaio.

Pero ahora, el exsheriff, de 85 años, está de vuelta en el candelero gracias a su postulación para el Senado. Sánchez, quien había planeado alejarse de la política para enfocarse en sus estudios en la Universidad del Gran Cañón, regresó también, para organizar grupos una vez más. “Si él piensa que puede volver y aterrorizar a todo el estado como lo hizo con el condado de Maricopa, eso no va a suceder”, afirmó Sánchez, de 20 años de edad. “No voy a dejar que ocurra”.

Arpaio ingresa a una concurrida primaria republicana y puede no aparecer como el candidato del partido, pero su oferta ya ha provocado al electorado latino de Arizona, uno de los bloques de votantes más grandes y de más rápido crecimiento del país.

Organizadores como Sánchez, quienes pensaban que podían quedarse fuera de las elecciones de mitad de período, volvieron corriendo a las oficinas y comenzaron a hacer llamadas. Los grupos de redes sociales que estaban adormecidos, resucitaron con mensajes y el recordatorio a los votantes de que Arpaio fue condenado penalmente por violar una orden de la corte federal para poner fin a la discriminación racial contra los latinos.

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“Hemos estado escuchando: ‘¿Es cierto que Arpaio ha regresado? ¿Qué podemos hacer para ayudar? ‘“, expresó Montserrat Arredondo, directora de One Arizona, un grupo sin fines de lucro de Phoenix enfocado en aumentar la participación de votantes latinos. “La gente vivía en el terror cuando Arpaio estaba en su cargo. No lo han olvidado”.

En 2008, 796,000 latinos eran elegibles para votar en el estado, según One Arizona. Para 2016, ese grupo saltó a 1.1 millones (California encabeza la nación, con la mayoría de latinos elegibles para votar, casi 6.9 millones).

En 2016, los latinos representaban casi el 20% de todos los votantes registrados en Arizona. Los latinos constituyen aproximadamente el 30% de la población de Arizona.

Sin embargo, llevar a los votantes a las urnas es otro asunto. En 2016, su participación fue del 44%.

El compromiso electoral y el registro típicamente bajan en las elecciones de medio término, y ello ha ocurrido con los latinos en Arizona. En 2010, el 26% de los latinos elegibles para votar emitieron su sufragio, según One Arizona. En 2014 la cifra fue aún peor, con sólo el 18%.

One Arizona ahora espera que al menos 350,000 latinos -alrededor de un tercio de los elegibles- voten en 2018. “Él y Trump están dinamizando nuestra base y, a diferencia de otros grupos demográficos en el estado, éste está creciendo”, señaló Arredondo. Esto, a su vez, ayuda a los demócratas en un estado rojo que, con los latinos, se acerca más al morado con cada elección.

El año pasado, el presidente Trump indultó a Arpaio de una condena penal por violar una orden de la corte federal para poner fin a la discriminación racial de los latinos. Al anunciar su candidatura, el martes último, Arpaio prometió su total apoyo al presidente y sus políticas.

El sábado, Arpaio hizo su primera aparición pública desde que anunció su postulación y asistió a una reunión de republicanos del condado de Maricopa. No se conmovió cuando se le preguntó sobre el revuelo que su candidatura crea entre los latinos. “Muchos de ellos me odian por hacer cumplir la ley”, aseguró. “No puedo cambiar eso... Todo lo que sé es que tengo mis seguidores, y van a apoyar a quienes ellos quieran. Estoy en esto para ganar”.

Arpaio, con una docena de carteles de cartón rojos que decían “Necesitamos al sheriff Joe Arpaio en DC”, caminó entre la multitud y se mezcló, entre otros, con la exsenadora estatal Kelli Ward y la representante de los EE.UU. Martha McSally, quienes también buscan la nominación para el Senado republicano. En general, Arpaio fue ampliamente recibido con entusiasmo por parte de los asistentes.

“Estoy tan contento de que hayas vuelto”, le dijo un hombre que llevaba una gorra con la leyenda “Veterano de Vietnam”.

“Es genial estar de vuelta”, le respondió Arpaio.

El exsheriff, quien repartió tarjetas promocionando su otrora autoproclamado estatus como “el sheriff más duro de los Estados Unidos”, destacó que no se arrepiente de sus más de dos décadas en el cargo. “No tengo el menor remordimiento”, manifestó. “Dije lo que pensaba e hice lo que tenía que hacer, y lo haría de la misma manera nuevamente”.

En una entrevista, el exsheriff, quien aún insiste en que tiene “evidencia” de que el certificado de nacimiento del expresidente Obama fue falsificado -un rumor repetidamente comprobado como falso-, no trazó plataformas políticas específicas, sólo insistió en que lograría llegar a Washington.

Durante su mandato como sheriff, las reiteradas sentencias del tribunal contra su oficina por violaciones de los derechos civiles le costaron a los contribuyentes locales decenas de millones de dólares.

A Ricardo Zamudio, de 26 años, el resurgimiento de Arpaio lo sacó de la avalancha de alivio que sentía desde 2016. No más discriminación racial por parte de los agentes locales, recuerda haber pensado en ese momento; basta de cruzar la calle para evitar las patrullas.

Durante ocho años, Zamudio, también un destinatario de DACA, trabajó para derrotar al exsheriff. Al igual que Sánchez, hizo llamadas telefónicas, envió mensajes de Facebook y luego siguió con los votantes elegibles en persona. “La ira que la gente tenía por el trato injusto simplemente se desbordó”, dijo, pensando en la derrota de Arpaio. “El trabajo dio sus frutos... lo derrotamos”.

Zamudio, cuya familia lo trajo aquí desde México cuando tenía nueve años de edad, relató que sus padres a menudo pensaban mudarse a California o Nevada para alejarse del exsheriff. En última instancia, decidieron quedarse. “Este es nuestro hogar”, dijo, y señaló que cuando hace su presentación para registrar votantes, resalta su estado migratorio. “Les digo que yo no puedo votar, pero que ellos sí pueden hacerlo... Repetiré eso muchas veces este año”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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