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Editorial: Después de la pesadilla de Perris, es hora de supervisar el sistema de educación en casa

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De vez en cuando, una historia horrible que involucra a niños educados en casa capta la atención del público. Más recientemente, una pareja de Perris supuestamente mantuvo a sus 13 hijos e hijas encadenados y desnutridos, mientras presentaba la documentación correspondiente cada año para decirle al estado que mantenían una pequeña escuela privada en el hogar para sus niños.

La mayoría de las historias de educación en el hogar son, por supuesto, diferentes a esto. Pero el caso de Perris sirve como un recordatorio de que el estado de California es demasiado flexible en lo que respecta a la supervisión del bienestar y educación de los niños educados en el hogar.

No es que los legisladores deban investigar a todos los padres y madres que deciden educar a sus propios hijos. El estado de Nueva York, por ejemplo, va demasiado lejos al exigir a los estudiantes educados en el hogar que realicen las pruebas estandarizadas anuales del estado. De manera similar, un tribunal dictaminó hace 10 años que los educadores en el hogar de California deben tener una credencial de enseñanza; esa decisión se revirtió rápidamente después de una protesta de partidarios de la educación en el hogar.

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Algunos padres eligen la educación en el hogar porque creen que, en las escuelas públicas regulares, las prioridades educativas importantes se han subordinado a los puntajes de las pruebas estandarizadas. De hecho, las razones en favor de la educación en el hogar ,abarcan toda la gama de aspectos: un deseo de más instrucción religiosa o una educación enriquecida con experiencias prácticas; movimientos familiares frecuentes que interrumpirían la educación formal; los problemas médicos serios de un niño; resistencia a vacunar a los niños.

Algunas de estas razones son loables; otras lo son menos. Pero, al final, las reglas de California sobre las escuelas particulares -que solo exigen que las escuelas brinden información muy limitada al estado- hacen posible una amplia variedad de experiencias educativas.

Al mismo tiempo, como en todos los estados, California tiene una ley de educación obligatoria y numerosos estatutos de bienestar infantil. El estado tiene cierta responsabilidad de garantizar que los niños obtengan los principios básicos de una buena educación y que estén seguros.

Por muy buenos que sean muchos educadores en el hogar, también hay padres que retiran a sus hijos de las escuelas públicas precisamente en el momento en que los maestros empiezan a notar signos de problemas familiares potencialmente peligrosos y hacen preguntas.

Y el incidente de Perris no es un ejemplo aislado; la decisión de 2008 sobre las credenciales de enseñanza, por ejemplo, surgió de las denuncias de malos tratos por parte de una pareja de Lynwood que enseñaba en casa a sus ocho hijos.

¿Cómo se podrían tener un conjunto de reglas razonables y no burocráticas? Aquí hay una posibilidad: inspecciones anuales de los distritos escolares para garantizar que los estudiantes aprendan en un entorno básicamente decente. Los inspectores entrevistarían a los estudiantes en privado para que pudieran sentirse seguros al hablar sobre cualquier abuso y revisarían el plan educativo y un portafolio del trabajo del estudiante para ver si los padres realmente están enseñando.

Los padres tienen el derecho de educar a sus propios hijos; pero no tienen el derecho de no educar a sus hijos o usar la educación en el hogar como una tapadera para el abuso y la negligencia.

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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