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Un programa en una iglesia del sur de L.A. intenta reducir la presión alta de sus participantes con realidad virtual

El técnico Ryan Anderson (centro) ayuda a las participantes del programa Sodium Healthy Living Project Sandra Goldsmith, de 74 años (izq.) y and Blanche Ross, de 83 años, a utilizar sus teléfonos celulares para ver un clip de realidad virtual con información acerca de los diferentes alimentos y sus contenidos de sodio.

El técnico Ryan Anderson (centro) ayuda a las participantes del programa Sodium Healthy Living Project Sandra Goldsmith, de 74 años (izq.) y and Blanche Ross, de 83 años, a utilizar sus teléfonos celulares para ver un clip de realidad virtual con información acerca de los diferentes alimentos y sus contenidos de sodio.

(Luis Sinco / Los Angeles Times)
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El reverendo Kelvin Sauls cree que la salud y la fe son dos caras de la misma moneda. Así, en su iglesia del sur de Los Ángeles se dictan clases de yoga y Zumba, porque sabe que los afroamericanos son particularmente vulnerables a las enfermedades cardíacas y la diabetes. “No podemos salvar las almas de las personas en el santuario y matar sus cuerpos en el salón”, le gusta decir a Sauls.

Ahora, el reverendo colabora con Cedars-Sinai Medical Center para intentar reducir la presión alta de la comunidad. El proyecto ha inscrito a muchos de sus feligreses en la Holman United Methodist Church y emplead todo lo disponible en la salud pública, desde cenas semanales y clases, hasta medidores de actividad, chequeos con enfermeras e incluso la realidad virtual.

Los afroamericanos padecen de altas tasas de hipertensión, lo cual los hace mucho más propensos a sufrir accidentes cerebrovasculares o ataques al corazón. Pero cuando se les diagnostica la enfermedad, el médico sale del consultorio y el paciente es quien se pregunta qué hacer a continuación, tal como afirmó la doctora Bernice Coleman, una enfermera científica que dirige el proyecto para Cedars-Sinai. La especialista se interesó entonces por hallar la forma de ayudar sin centrarse en reducir calorías o perder peso. “Todo el mundo ha hecho una dieta”, afirmó. “La cuestión en el medio, que nadie comprende bien, es la sal”.

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Cómo funciona

En una reciente noche de lunes, la gente comenzó a ingresar a la iglesia para cenar -repollo al curry, ensalada con champiñones y, para el postre, sandía cortada en rodajas-. Coleman subió al escenario y enseñó al grupo algo de genética y la importancia de registrar su historia médica familiar para conocer sus factores de riesgo. “¿Qué le ocurrió a la abuela? ¿Y al abuelo?”, les preguntó Coleman. Así, comenzaron a llenar sus árboles genealógicos.

Cada semana se compone de una cena y una clase. Así, los participantes han aprendido acerca de la ingesta recomendada de sal y la diabetes, y tomado clases de tai chi y de cocina. Todos los inscriptos recibieron un brazalete para el control de la presión arterial y un monitor de actividad Fitbit, para usar en la muñeca y supervisar sus pasos.

Sharon Jackson, de 62 años, se unió al programa porque tiene hipertensión y quisiera dejar la medicación que toma para controlar sus niveles. Cerca de uno de cada tres adultos en los EE.UU. tiene alta presión, y la condición contribuye a 1,000 muertes al día en todo el país. Jackson ahora revisa su Fitbit para asegurarse de que hace suficiente ejercicio, y mide su presión arterial en casa, cada mañana y cada noche. “Ya está bajando”, afirmó.

Cuando alguien padece presión alta, la sangre empuja demasiado fuerte contra las paredes de sus arterias -los tubos que llevan la sangre desde el corazón hacia otras partes del cuerpo-. Comer sal puede empeorar el problema, porque hace que el cuerpo retenga agua.

Jackson es ahora más cautelosa y busca información nutricional cuando va a sus restaurantes favoritos, como IHOP y Marie Callender’s. “¡Le ponen sal a todo!”, aseguró.

Thresa Thomas y Princess Benson, también inscritas en el programa, fueron a comprar comestibles juntas recientemente y se mantuvieron alejadas de los alimentos salados. “¿Palomitas de maíz? Absolutamente no”, remarcó Thomas.

La realidad virtual y su papel en la medicina

En todo el país, los medicos están empleando la realidad virtual para practicar cirugías, enseñar a las familias sobre tratamientos médicos complicados y distraer a los pacientes en procedimientos desagradables o dolorosos.

En Cedars-Sinai, el Dr. Brennan Spiegel lleva dos años colocando gafas de realidad virtual a sus pacientes. “Nos hemos centrado en el paciente hospitalizado. Utilizamos esa tecnología para transportar a las personas fuera de las paredes del centro médico… a fantásticos destinos, donde pueden relajarse o desestresarse”, afirmó.

Además, la realidad virtual es una experiencia sensorial tan inmersiva que impide que el cerebro procese señales externas y puede incluso reducir el nivel de dolor que sienten algunas personas, explicó el médico. Muchos estudios han confirmado que los juegos de realidad virtual alivian el dolor de los pacientes.

El proyecto en Holman United Methodist Church le dio a Spiegel la oportunidad de ver cómo esta tecnología podía funcionar en la asistencia sanitaria fuera del hospital. Así, diseñó una aplicación para teléfonos inteligentes que cada participante puede mirar conectando a su celular un dispositivo similar a unas gafas.

La aplicación los coloca en el medio de una cocina, con diferentes alimentos sobre un mostrador: frijoles negros, salmón, gumbo, lasaña, batidos de fruta. El sodio contenido en cada uno aparece por encima de él.

Al mirar hacia abajo son transportados a una representación tridimensional del interior de un cuerpo humano, donde pueden ver cómo un corazón se deteriora con los años de la presión arterial elevada.

“Estás sentado allí, y de repente te encuentras en tu propio pecho, viendo cómo late tu corazón”, relató Spiegel. “La idea es simplemente ‘secuestrar’ al cerebro para repensar el papel de la comida, y en este caso también de la sal, en la salud. Estamos probando esto para ver cómo la gente lo experimenta, y si es de utilidad para ellos”.

Spiegel se sorprendió por lo mucho que a algunas personas les costó utilizar la aplicación, o simplemente sus celulares. “Fue increíble lo difícil que les resultaba”, dijo. “Tenemos que pensar realmente en ello; si vamos a desarrollar más de estas tecnologías tenemos que tener en cuenta qué necesitamos para usarlas”.

La aplicación también ofrece una forma de aliviar el estrés, lo cual puede contribuir a la presión alta. En la aplicación, los usuarios pueden sentarse en una playa virtual al atardecer y escuchar el canto de las aves, el sonido del océano y a Sauls, el pastor de la iglesia, recitando una meditación sosegada.

“Quiero conseguir las reales”, afirmó Jackson, de 62 años. Su hijo tiene gafas de realidad virtual y ella desea usar más aplicaciones que la ayuden a relajarse.

Benson, de 51 años, afirmó que la aplicación le reveló el sodio contenido en el pollo crudo y los mariscos. “Ni siquiera deberíamos pensar en ellos; esos alimentos ya tienen sal”, explicó. Recientemente, la mujer notó que un paquete de fideos que su hijo estaba a punto de preparar contenía 1,200 miligramos de sodio; le advirtió al respecto y le sugirió no cocinarlos.

Los afroamericanos y la presión arterial alta

Los afroamericanos tienden a desarrollar presión arterial alta con más frecuencia y desde menor edad que otros grupos. Uno de cada tres afroamericanos en el condado de L.A. ha sido diagnosticado con ello, en comparación con uno de cada cuatro blancos, y uno de cada cinco latinos y asiáticos, conforme la más reciente encuesta de salud del condado, de 2015.

Las cifras representan sólo a aquellos que conocen su diagnóstico. Muchas personas con hipertensión lo ignoran porque la condición no siempre presenta síntomas -a menudo se la llama ‘la asesina silenciosa’-.

El Dr. Paul Simon, director científico del Departamento de Salud Pública del Condado de L.A., aseguró que es un problema importante pero difícil de abordar, porque se ve afectado por lo que la gente come en casa y en restaurantes, por cuánto ejercitan y sus niveles de estrés, que a su vez son influenciados por sus estilos de vida y las áreas donde residen. “Incluso si tienes las mejores intenciones, es muy difícil, por ejemplo, querer estar físicamente activo pero no contar con un parque en tu vecindario”, afirmó. “O querer comer más sano pero que no haya muchas opciones saludables en el barrio que sean asequibles”.

Juanita Cannon, de 71 años de edad, adora la cocina sureña. Pero ahora, cuando la prepara, echa un poco de sal en su mano y lo rocía sobre la sartén, en lugar de sacudir el salero directamente sobre los alimentos, explicó.

Como el programa le hace prestar atención al ejercicio físico y los alimentos, Cannon también comenzó a practicar gimnasia acuática con regularidad. Estableció una alarma en su teléfono para ponerse de pie y moverse -usualmente eso implica dejar de lado por un momento el bordado- o caminar un poco. “Incluso perdí 10 libras, algo que había intentado lograr por años”, afirmó, riendo.

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Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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