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Túneles del narco que no se rellenan del lado mexicano son un riesgo para Estados Unidos

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En la última década, los cárteles mexicanos han excavado decenas de túneles equipados con sistemas ferroviarios y de carretillas, que se emplean para transportar drogas debajo de la frontera con los EE.UU. Apenas eran descubiertos por las autoridades, estos pasajes eran abandonados. Sin embargo, algunos de ellos han sobrevivido.

Al menos seis túneles fronterizos descubiertos previamente fueron reactivados por grupos de traficantes mexicanos en los últimos años, lo cual deja al descubierto una recurrente amenaza de contrabando a gran escala, de acuerdo con las autoridades de los EE.UU. y México.

Estas fallas defensivas de la frontera, que se detectaron más recientemente en diciembre, se deben a que las autoridades mexicanas -a diferencia de lo que ocurre en suelo estadounidense- no rellenan los túneles con concreto cuando éstos son descubiertos. El argumento es la falta de fondos.

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En cambio, sólo se sellan las aberturas del túnel. Eso permite a los traficantes simplemente cavar un nuevo punto de entrada para acceder a los pasadizos subterráneos, en gran parte intactos, que conducen a la frontera con los EE.UU.

El lapso de seguridad es una bendición para los traficantes, dicen los expertos, ya que ahorra tiempo y dinero, y minimiza el riesgo de ser atrapados mientras transportan el cargamento. “La mayor amenaza es que se trata de una enorme invitación abierta para los narcotraficantes, y definitivamente sacarán ventaja de ello”, afirmó Michael Unzueta, exagente especial a cargo de Inmigración y Aduanas en San Diego.

Del lado estadounidense, los túneles se llenan desde 2007, después de que The Times informara que éstos quedaban vacíos debido a las limitaciones presupuestarias de la Aduana y Protección Fronteriza de los EE.UU.

Urgida por la senadora Dianne Feinstein (D-Calif.), quien denominó los pasadizos como “un riesgo para la seguridad nacional”, la agencia comenzó a rellenar cada uno de ellos hasta la frontera desde entonces, según autoridades del Departamento de Seguridad Nacional.

En aquel momento, funcionarios estadounidenses adelantaron que los traficantes reactivarían los túneles, y recomendaron que el país considere pagar a México los costos del rellenado de su lado. Pero esas fuentes de financiación jamás aparecieron.

Desde 2007, el tema le ha costado a Aduanas y Protección Fronteriza $8.7 millones de dólares, según un reporte de 2016 elaborado por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés). Ahora, se estima que 20 grandes pasadizos, construidos antes y después de 2007, siguen casi intactos en el lado mexicano, conforme autoridades de ambos países.

La cuestión de los túneles podría ganar más urgencia bajo la nueva administración del presidente electo, Donald Trump, quien ha hecho de la seguridad fronteriza un tema central de su campaña. Agentes de control fronterizo que son parte del equipo de transición afirmaron que planean tratar el tema con el nuevo gobierno.

“No queremos dejar infraestructura allí, como túneles a medio hacer, para que los cárteles las usen”, afirmó Shawn Morán, vicepresidente del Consejo Nacional de la Patrulla Fronteriza, el gremio de los agentes, cuyos líderes han advertido a Trump en temas de seguridad. “Los cárteles no son nada estúpidos. Y cuando se trata de túneles, trabajan de forma cada vez más inteligente”.

Cuando se levantó la valla fronteriza, los traficantes se trasladaron bajo tierra. Desde 2006 se han construido 148 pasadizos, según el DHS, la mayoría de ellos en Arizona y California. Las mayores amenazas subterráneas provienen de lo que los funcionarios llaman “súper túneles”, cuya excavación cuesta millones de dólares y cuentan con sofisticados sistemas de iluminación y ventilación, que se extienden cientos de metros por pasillos con vigas de madera.

La mayor parte de ellos se construyeron en la región de Otay Mesa, en San Diego, a 20 millas al sur del centro de la ciudad. El paisaje, atascado de camiones de almacenes, se convirtió en el encubrimiento ideal para las incursiones subterráneas que emanan de una zona industrial ubicada directamente frente al límite con Tijuana.

Fue allí, en noviembre de 2010, cuando las autoridades estadounidenses y mexicanas hicieron una de las más grandes redadas vinculadas a estupefacientes, en la que capturaron 30 toneladas de marihuana de los almacenes del lugar, conectados por un pasillo de 600 yardas.

En una conferencia de prensa frente al almacén de San Diego, las autoridades lo calificaron como “el túnel de las elecciones”, permitieron a los periodistas ingresar en él y declararon una victoria contra los narcotraficantes. “Frustrados por nuestras defensas, están literalmente buscando opciones subterráneas, pero también las frustraremos”, aseguró John Morton, por entonces director de Inmigración y Aduanas de los EE.UU. (ICE, por sus siglas en inglés).

Poco después, los camiones de mezcla vertieron concreto desde San Diego para rellenar el túnel hasta la frontera, a dos cuadras de distancia. En el lado mexicano, los trabajadores vertieron concreto en su abertura y lo declararon cerrado.

Cuatro años después, en abril de 2014, las autoridades de ambos países volvieron al lugar. Los traficantes habían cavado 700 yardas desde un taller de reparación de ventanas, en Tijuana, hasta otro almacén en San Diego.

Cuando los agentes estadounidenses recorrieron el túnel, detectaron que un segmento estaba revestido con cableado eléctrico de aspecto más antiguo, y vigas de madera. También tenía dos juegos de ventilación y pistas para carretillas. Así, determinaron que cerca de 1,025 pies del ‘túnel de las elecciones’ habían sido reactivados.

Según las coordenadas proporcionadas por Investigaciones de Seguridad Nacional, una rama de ICE, los traficantes posiblemente habían comenzado a cavar el túnel en el taller de ventanas, luego excavaron a través de las calles José María Velasco y José López Portillo, donde ingresaron al pasaje existente. Desde allí, tuvieron una carrera libre hasta la frontera y pudieron reutilizar el cableado eléctrico y las vigas de apoyo.

“Eso les ahorra tiempo y dinero, porque no tienen que cavar tan lejos. Ya está todo allí”, afirmó Joe Dimeglio, un agente especial de supervisión de Investigaciones de Seguridad Nacional.

En años recientes, los traficantes han reactivado o intentado reactivar al menos otros cuatro túneles en el área de Otay Mesa, la última vez el mes pasado, cerca del aeropuerto internacional de Tijuana. Otros dos túneles han reanudado actividad bajo la frontera Mexicali-Caléxico, 100 millas al este de San Diego, según Investigaciones de Seguridad Nacional.

El ‘túnel de las elecciones’ permanece en gran parte intacto en México, oculto dentro de un recinto de paredes altas, donde un guardia de seguridad pasa las horas mirando televisión en un sofá destartalado. Víctor Mendiola, el guardia, de 55 años, está allí porque la propiedad permanece bajo el control de las autoridades federales mexicanas.

Sus responsabilidades incluyen impedir que la gente acceda a la abertura sellada, que ahora tiene capas de basura y suciedad sobre el concreto. Pero su presencia, admite, no es muy disuasiva. En todo el edificio hay oficinas de reparaciones de automóviles, almacenes y viviendas, que pueden servir como escenario para los excavadores que quieran aprovechar el pasaje que existe bajo sus pies. “Estoy aquí a diario, pero podrían hacerlo de nuevo”, aseguró Mendiola. “Es factible”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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