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¿Por qué tantas mujeres abandonan la fuerza de trabajo?

After her plan to get a state subsidy for child care fell through, Mari Villaluna couldn’t afford to spend thousands of dollars on private day care. (Video by Josh Edelson and Robert Meeks)

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Mari Villaluna nunca quiso ser una mamá de las que se quedan en casa. La mujer, de 36 años de edad, pasó una década construyendo su curriculum vitae como consejera de carrera y tutora en escuelas de San Francisco, después de servir en el Ejército de los EE.UU.

Villaluna ganaba cerca de $42,000 gracias a una agencia de empleo, y era solicitada regularmente por potenciales empleadores. Después del nacimiento de su primera hija, el año pasado, dibujó una estrella en su calendario para marcar el día en que se suponía debía volver al trabajo. “Tenía una carrera muy establecida”, comentó.

Después, en septiembre, su plan de obtener un subsidio estatal para el cuidado infantil fracasó, y esta madre soltera no pudo permitirse el lujo de gastar miles de dólares en una guardería privada. El día en que renunció a su amado trabajo de tiempo completo, lloró por horas.

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La decisión de Villaluna presenta una pista para comprender un misterio económico: ¿Por qué las mujeres estadounidenses están desapareciendo de la fuerza de trabajo? La respuesta podría tener implicaciones abrumadoras para el crecimiento futuro.

Durante medio siglo después de la Segunda Guerra Mundial, las mujeres ingresaron al mercado laboral en cifras que aumentaban cada año. Fueron ellas quienes generaron la mayor parte del incremento en el ingreso real de los hogares durante décadas e incrementaron la producción total de la economía en un momento en que los hombres abandonaban el mercado.

Después, súbitamente, esta tendencia se detuvo. Desde 2000, la proporción de mujeres que trabajan en sus años más activos ha declinado. En 1948, poco más de un tercio de las mujeres en edad productiva tiene un empleo o ha buscado alguno. En 1999, después de cinco décadas de progreso implacable, el 76.8% de esas mujeres se hallaban aún en la fuerza de trabajo. Desde entonces, la tasa de participación descendió al 74.3% y el número de mujeres que no buscan trabajo creció en más de 12,000.

Algunos consideran este abrupto giro como un resultado obvio de más de dos décadas sin ninguna legislación importante que facilite a los nuevos padres tomarse un tiempo libre o pagar por los cuidados de sus niños. Un gran número de artículos y análisis han reflexionado acerca de los efectos de una obstinada brecha salarial entre los géneros, los horarios inflexibles que mantienen a las mujeres fuera del mundo ejecutivo y una corriente de discriminación que, en el peor de los casos, deja a las mujeres vulnerables al hostigamiento regular.

Pero los principales economistas ahora apuntan a otra explicación. Las mujeres parecen estar dejando la fuerza de trabajo por algunas de las mismas razones que los hombres: los empleos de clase media son escasos y trabajar en la porción inferior de la pirámide paga menos de lo que solía.

Las solteras sin hijos lideraron la mayor parte de la caída de la fuerza de trabajo femenina entre 1999 y 2007, conforme un estudio del profesor Robert Moffitt, de la Universidad Johns Hopkins. Dichas mujeres no deben cuidar a un niño y no cuentan con un cónyuge que pueda proveerlas. Son, como señala Moffitt, “igual que muchos hombres… Aunque suene extraño hacer esa analogía”.

También se enfrentan a las mismas probabilidades a futuro que los hombres que perdieron su posición en una economía donde los trabajos de baja cualificación que eran bien remunerados se han tercerizado al extranjero o han sido anulados por la tecnología. “A menudo la gente tiene en mente a los hombres cuando se habla de la disminución en la fabricación y de la automatización, pero eso también ocurre a nivel administrativo, a medida que las computadoras reemplazan al personal de niveles inferiores”, remarcó el economista.

El colapso de los puestos laborales para obreros estadounidenses es bien conocido, en parte gracias al movimiento que impulsó la elección del presidente Trump. En 1953 se registró un pico del 97.4% de hombres en edad productiva en el mercado laboral. Esa cantidad declinó durante décadas, se hundió durante la crisis financiera y alcanzó el 88.5% el año pasado.

Pero los campos dominados por las mujeres para las trabajadoras poco calificadas también están estancados. Los salarios apenas aumentaron para las mujeres con título secundario o menor durante la última década, mientras que aquellas con títulos universitarios siguieron recibiendo aumentos.

En servicios de salud para el hogar, asistencia social y de lavandería -tres industrias que dependen en gran medida de trabajadoras- el pago por hora de base ha aumentado en menos de $2 dólares -ajustados a la actualidad- desde 1990.

El sueldo de Villaluna también estaba por debajo de sus aspiraciones. Después de dar a luz, escribió su salario mensual -cerca de $3,000- en un costado de un papel, y al otro apuntó todos sus gastos, además de los cerca de $2,500 que esperaba pagar por el cuidado infantil. El ejercicio terminó con una falta de $15 dólares para cada mes.

Durante los últimos años, las cosas habían mejorado para ella, aunque no demasiado. Ganaba $18 por hora, luego $20, y después la suma se estancó. “Era siempre paso a paso. Siempre un poquito más”, afirmó.

La mujer acudió a distintas guarderías con su hija recién nacida y le rogó a los trabajadores que la ayudaran a obtener su subsidio estatal para cuidados infantiles. “Fui en persona, los miré a los ojos, les dije: ‘Por favor, acéptennos’”, relató. “Realmente, realmente quería volver a trabajar”.

En California, 434,000 niños de padres de bajos recursos obtienen subsidios para guardería, aunque el estado no ha actualizado el monto límite de ingresos necesarios para calificar por más de una década. Otro 1.5 millones de californianos son elegibles para los programas, según el California Budget & Policy Center.

Villaluna se rindió. “No importa qué trabajo haga, siempre estaré en negativo. Así que mejor la cuido yo misma”, estimó.

Ahora, la mujer vive con menos de $200 al mes del dinero que recibe del ejército por incapacidad, así como de otros $600 mensuales de CalWorks, el programa de bienestar del estado. Villaluna se inscribió para este benefició al comprender que no podría volver a trabajar. El gobierno federal subsidia parte de su vivienda en el marco de un plan para veteranos.

En todo el país, los gastos por hora en guarderías se han disparado desde mediados de la década de 1990, lo cual llevó a muchas familias a abandonar sus carreras y cuidar de sus hijos por cuenta propia, según un reciente análisis de una investigación de Princeton. El cuidado infantil en San Francisco cuesta cerca de $2,400 por mes, en promedio, conforme datos de la California Child Development Administrators Association. Ello implica que, para alguien que trabaja a tiempo completo con un salario mínimo -de $13 la hora-, un año de guardería puede costar alrededor de $1,700 dólares más que el salario anual, antes de los impuestos.

El aumento en los costos de cuidados infantiles redujo el empleo de las mujeres en un 5% entre 1990 y 2010, según la investigación de Princeton. Ello podría ser una señal de que los cambios sociales y legales que empujaron a las mujeres a trabajar no son tan poderosos como solían. Entre los países desarrollados, los EE.UU. pasaron de ocupar el sexto puesto de mujeres en la fuerza laboral, en 1999, al lugar número 23 en 2015, conforme la

Organization for Economic Cooperation and Development.

“Ahora las mujeres participan en niveles mucho más altos, por lo cual el progreso se ha ralentizado”, afirmó Sandra Black, profesora de la Universidad de Texas en Austin, quien participó del Consejo de Asesores Económicos del expresidente Obama entre 2015 y 2017. La discriminación y el estancamiento de los salarios siempre han pesado sobre las mujeres, agregó la experta. “Ahora, el progreso que habíamos visto antes en la participación de las mujeres ya no es suficiente para compensar estas fuerzas negativas”.

Lorie James puso fin a una carrera de 39 años porque estaba demasiado cansada para seguir luchando por su reconocimiento. Cuando James comenzó a trabajar para el condado de L.A., en 1990, manejaba una máquina calculadora del tamaño de una caja registradora, con la cual totalizaba los impuestos de negocios para la oficina del asesor del condado, en el centro de la ciudad.

Pasaron 10 años antes de que le ofrecieran un puesto en recursos humanos, y de repente la mujer comenzó a avanzar rápidamente. Obtuvo una licenciatura en estudios laborales y recibió cuatro ascensos velozmente.

James, ahora de 58 años, había comenzado su carrera con planeamiento temprano. Cuando tenía 15, compraba copias del periódico cada domingo para leer los clasificados y hacía cuidadosas notas mentales sobre las habilidades que las empresas buscaban, además de aquello que estaban dispuestas a pagar a los candidatos correctos. “Creo que es parte de mi propósito”, afirmó.

Pero su carrera chocó contra una serie de obstáculos que han afectado también a incontables mujeres en su camino hacia la cima profesional: el gerente que la había impulsado renunció, y ello la dejó sin timón. A partir de ese momento comenzó a ser ignorada para las nuevas promociones y, según ella, fue injustamente castigada en sus evaluaciones de desempeño.

Como mujer negra, James detectó además un cierto prejuicio. Se quejó una vez ante su jefe, pero se olvidó del asunto antes de que alguien realizara una investigación formal. “No quería que se volviera en mi contra”, expresó.

El año pasado, James tomó su pensión y comenzó a buscar un nuevo empleo. Envió 50 solicitudes en 12 meses, pero no ha conseguido nada aún. “No estoy lista para dejar de trabajar”, señaló.

En un discurso pronunciado en la Universidad Brown este mes, la presidenta de la Reserva Federal, Janet L. Yellen, habló acerca del lugar de su familia en el ascenso profesional y los obstáculos que enfrentaron. La tía de su esposo, Betty Stafford, era una experta en matemática que escribió varios estudios clave junto con su marido, narró. Sin embargo, no logró ser ascendida a profesora estable -aunque su esposo sí lo fue-. Stafford siguió realizando investigaciones “envidiables”, afirmó Yellen, pero sólo alcanzó el estatus de profesora asistente.

“Creo que a Betty Stafford Hirschfelder se le negaron oportunidades y un mayor éxito simplemente porque era mujer”, aseguró la funcionaria. De no corregirse, el patrón podría cobrarse un precio elevado. “Si estos obstáculos persisten, desperdiciaremos el potencial de muchas de nuestras ciudadanas y sufriremos una pérdida sustancial en la capacidad de nuestra economía”, advirtió Yellen.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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