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Op-Ed Las materias primas de su iPhone, ¿fueron extraídas por niños, en condiciones inhumanas?

Un cliente compara un iPhone 7 negro (derecha) con su iPhone 6, en el Apple Store de Chicago, Illinois, el 6 de septiembre de 2016 (Kiichiro Sato / Associated Press).

Un cliente compara un iPhone 7 negro (derecha) con su iPhone 6, en el Apple Store de Chicago, Illinois, el 6 de septiembre de 2016 (Kiichiro Sato / Associated Press).

(Kiichiro Sato / Associated Press)
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El año pasado visité las extensas minas de Cerro Rico, la ‘colina rica’ que se cierne sobre Potosí, Bolivia. Hace cuatro siglos, la zona suministró la plata que financió al imperio español. En la actualidad, los mineros que trabajan en los mismos túneles que aquellos obreros incas reclutados en el siglo XVI, proveen estaño para productos de Apple, tales como el iPhone.

Se trata de una paradoja poderosa: nuestros dispositivos de consumo más modernos están hechos de materia prima obtenida por métodos avanzados apenas más allá de la época colonial.

Cerro Rico no podría ser más distinto de Silicon Valley. Ídolos paganos con cicatrices de cigarrillos marcan la entrada a las minas. Sus vigas de apoyo están divididas y agrietadas, y el aire en los túneles está lleno de un sofocante polvo de sílice. Conforme un reporte de BBC, el promedio de vida de un minero de Cerro Rico es de 40 años. Peor aún, un estudio de UNICEF constató que niños de apenas seis años de edad han trabajado en esos túneles.

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El estaño no es el único componente del iPhone que se obtiene de formas que no coinciden exactamente con el “código de conducta de proveedores” de Apple, que establece que “todos los trabajadores de nuestra cadena de suministro merecen un lugar de trabajo justo y ético”. Para rastrear los orígenes de este teléfono inteligente desmenucé -literalmente- sus elementos básicos. Entre algunas cuestiones que quedaron claras está el hecho de que, a pesar de los esfuerzos no menores de Apple, el jugador más rico e influyente de la industria de la tecnología no hace lo suficiente para proteger a los trabajadores que proporcionan los componentes fundamentales de sus productos.

Mi proyecto comenzó con una trituradora de rocas y la ayuda de David Michaud, un consultor de minería de 911 Metallurgist, en Columbia Británica. Para empezar, destrozamos un iPhone 6, lo pulverizamos, y luego analizamos el polvo resultante empleando espectrometría de masas, fluorescencia de rayos X y análisis infrarrojo. Nuestra labor arrojó una lista rica y detallada de lo que compone el iPhone, de 120 gramos.

El teléfono contenía 31 gramos de aluminio, cerca de un cuarto de su peso total. El resultado fue un tanto sorprendente, dado que el aluminio es liviano, aunque es apropiado que el metal más abundante de la corteza terrestre sea también el más copioso en el iPhone. El carbono y el oxígeno -que se encuentran en los plásticos del teléfono y en su batería- se ubicaron en segundo lugar; en tercero quedó la alineación elemental, seguida por el hierro.

Contamos más de 6% de silicio (microchips), 6% de cobre (cableado) y más de un 5% de cobalto (un ingrediente principal en la batería de iones de litio). El estaño representó sólo cerca de 0.5% de la masa total del iPhone y se empleó como agente de soldadura, para fijar los componentes en su lugar.

El análisis también arrojó algunos hallazgos inesperados, como trazas de arsénico en el procesador, y el elemento galio. “Es el único metal”, dijo Michaud, “que es líquido a temperatura ambiente”.

Conforme los cálculos del experto, para obtener los 100 o más gramos de minerales hallados en un sólo iPhone, los mineros del mundo deben cavar, dinamitar, trocear y procesar cerca de unas 75 libras de rocas. En casi todos los continentes, muchos de ellos arriesgan sus vidas para proporcionar un dispositivo que permite a sus usuarios leer mientras esperan en la fila para usar el baño.

Por ejemplo, las minas de fosas de lodo de la isla de Bangka, Indonesia, otra fuente de estaño para Apple, son más mortíferas que el complejo de Cerro Rico. Allí, los mineros han sido devorados por deslizamientos de tierra y fosas colapsadas; seis de ellos murieron en una misma semana durante 2012. En 2014, después de un informe de la BBC acerca de Bangka, Apple envió una fuerza de trabajo acompañada por una ONG ambientalista, para investigar. No está claro si las condiciones han cambiado mucho en la zona, pero según los últimos informes publicados, Apple todavía compra estaño de los pozos de lodo de la isla.

La Ley Dodd-Frank, de 2010, exige a las empresas que identifiquen las fundiciones que les suministran cuatro materiales ‘conflictivos’: estaño, tantalio (0.02% del teléfono), tungsteno (también el 0.02% del iPhone) y oro (0.014%) [el mercado de estas sustancias financia la guerra en República Democrática del Congo y sus alrededores]. Apple ha cumplido con ello. En 2014, declaró a sus proveedores de tantalio libres de conflicto. En 2016, anunció que el 100% de sus fundiciones se habían sometido a auditorías de prácticas justas, realizadas por terceros (y ya había prescindido de algunas por no cumplir con su código de conducta). Sin embargo, al entrevistar a mineros y analistas de la industria del estaño, pude vincular a Cerro Rico -plagada de trabajo infantil- con una fundición que Apple seguía usando en 2016. Claramente, las auditorías de terceros llegan hasta un límite.

Aproximadamente cada dos años, una noticia acerca de las terribles condiciones mineras pone a prueba a la compañía. En 2016, el Washington post reveló que las minas “artesanales” en el Congo, una fuente primaria de cobalto para Apple y otras empresas, empleaban niños y adultos que cavan a mano cientos de pies en la tierra por salarios que apenas alcanzan para subsistir. Apple rastreó su cadena de suministro de cobalto y prometió limpiarla. Sin embargo, no fue hasta que Sky News transmitió imágenes de menores trabajando en las minas congoleñas, este año, que la firma se comprometió a terminar relaciones con la fuente.

Por supuesto, Apple no es la única compañía que obtiene minerales de estas problemáticas minas y zonas en conflicto. Además, es indudable que establecer una cadena de suministro ética y limpia es un reto enorme. En Cerro Rico, por ejemplo, los mineros menores de edad trabajan en lo que podrían llamarse cooperativas freelance. Ellos reúnen el mineral que extraen de las minas y lo venden a un intermediario, quien a su vez lo entrega a la fundición. El camino desde el estaño obtenido por los niños hasta los componentes del iPhone no es nada directo ni fácil de controlar.

Para llevar a cabo un cambio real, las empresas deben dedicar recursos importantes y nuevos sistemas de pensamiento al problema. Y si hay una compañía que tiene recursos serios para invertir en esto, es Apple: es la empresa más valiosa del mundo, con $256,000 millones de efectivo en la mano. La firma aseguró recientemente que quiere dar por terminada su dependencia de la minería por completo, y a su favor puede decirse que ha experimentado con soluciones como el reciclaje automatizado (su impactante robot de reciclado, Liam, puede desarmar iPhones usados y recolectar sus partes). Pero hasta el momento, estos proyectos son meramente aspiraciones.

Si Apple espera cumplir con su código de conducta, necesita gastar más de sus miles de millones, de modo tal de rastrear activamente e investigar de dónde vienen todos sus componentes, esquivando las fundaciones y llegando a minas como las de Cerro Rico.

Cuando Steve Jobs presentó el iPhone, afirmó: “Funciona como la magia”. Ahora, Apple debería convertir su afán por la innovación y el diseño en una cadena de suministro de vanguardia y ética de principio a fin, y en un teléfono que sea tan humano de construir como mágico de usar.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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