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‘No estamos fuera de la sequía severa aún... Necesitaremos tres años idénticos a éste para salir de ella’

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A fines de junio, Los Ángeles había registrado su período más seco en un lustro desde que comenzó el registro de precipitaciones, hace casi 140 años.

El anuncio parecía un hito macabro, especialmente luego de que un patrón climático alimentado por El Niño, que se suponía debía empapar la región, no se había concretado.

Pero tan sólo seis meses después, L.A. fue testigo de un cambio. La región está experimentando su invierno más húmedo en años, con 14.33 pulgadas de lluvia caída desde octubre último, más de 200% del promedio. La cantidad es prácticamente igual a la que recibe la ciudad en un año típico.

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Entonces, ¿cómo pasó el sur de California tan rápidamente de la fuerte sequía a la gran humedad? Una respuesta podía ser que la energía persistente de la fuerte corriente de El Niño que afectó el año pasado, combinada con condiciones atípicas de La Niña -que usualmente auguran clima seco- ayudó a preparar el escenario para esta temporada, afirmó el experto en clima Michael Anderson.

Otro factor es la famosa masa de alta presión que alguna vez alejó las tormentas invernales de California. Este año, esa masa ha sido mucho más transitoria y se movió entre Hawái, Baja California y California. Cuando se retira de la zona, abre camino para las tormentas y humedad, explicó Anderson.

“Todo fue un conjunto perfecto de circunstancias en California”, dijo. “Si las cosas se alinean bien, se establecen las condiciones para tener un clima muy húmedo en el estado”.

Eso significó la llegada tanto de tormentas frías del norte del Pacífico, como de lluvias cálidas y subtropicales, una combinación perfecta que ha descargado sorprendentes niveles de nieve en Sierra Nevada -entre 20 y 30 pies- e impactantes lluvias en el sur de California, que anegaron autopistas y provocaron desprendimientos.

De hecho, la última lluvia fue un híbrido de ambos tipos, explicó el científico climatológico de UCLA Daniel Swain. La tormenta fría y fuerte del Golfo de Alaska, combinada con el aire subtropical, cálido y húmedo, sobre L.A., generó granizo en la región e intensas lluvias sobre la costa del condado. El domingo cayeron 3.87 pulgadas de agua sobre el Aeropuerto de Long Beach, cifra que marcó un récord histórico.

“No es habitual ver todo un día de precipitaciones en esta parte del mundo”, afirmó Swain.

La situación que California vive este invierno es la que los expertos esperaban el año pasado, cuando se desarrolló una poderosa corriente de El Niño -un calentamiento de las temperaturas de las aguas en el Océano Pacífico-. “Tenemos vientos fuertes de oeste a este, o vientos zonales, en la atmósfera, que han permitido que estas tormentas se fortalezcan y prolonguen en California… Esta presencia es clave, ya que California se ubica en una zona en la cual las tormentas se debilitan a medida que se acercan al estado”.

El año pasado, también se desarrollaron vientos fuertes de oeste a este sobre el Pacífico, pero en lugar de dirigirse al sur del estado lo hicieron al norte, especialmente a Oregon y Washington. “Este año nos ha tocado a nosotros”, estimó Swain.

Con tres tormentas en cinco días, el sur de California no ha tenido tiempo de secarse. “Hemos visto subir las aguas de diferentes corrientes y en los ríos más grandes de la región; la primera vez que ocurre en seis años”, detalló Eric Boldt, del Servicio Meteorológico Nacional.

El lunes, el gobernador Jerry Brown emitió declaraciones de emergencia para 50 condados, entre ellos Los Ángeles, Orange, Ventura, San Bernardino y San Diego. Esto ayudará a los condados a acelerar las solicitudes de fondos estatales y federales para ayuda en caso de desastre.

En el pasado, cuando no hubo El Niño o La Niña -ni calentamiento ni enfriamiento del Pacífico a la altura del ecuador- ocurrieron precipitaciones significativas en California. Esas condiciones de ‘La Nada’ se presentaron en el invierno de 2004-2005 y marcaron la segunda temporada más húmeda en la historia del centro de L.A. Dichas lluvias generaron devastadores aludes en La Conchita, en el condado de Ventura, y Bluebird Canyon, de Laguna Beach.

“Con ‘La Nada’ -ni El Niño, ni La Niña- todo puede ocurrir”, remarcó Bill Patzert, especialista en clima en el Laboratorio de Propulsión a Reacción en La Cañada Flintridge. También destacó que las tormentas atmosféricas de los ríos provienen de una zona del océano que tiene temperaturas más cálidas. “Es una resaca de El Niño”, explicó.

Para Marty Ralph, director del Center for Western Weather and Water Extremes, de UC San Diego Scripps Institution of Oceanography, las tormentas atmosféricas de los ríos llegaron en proporción y cantidades no vistas en años. Los ríos atmosféricos son largas columnas de vapor de agua concentrado, que son una característica importante del ciclo global del agua. Los más fuertes pueden transportar tanto vapor como el equivalente a la cantidad de agua líquida que descarga el río Mississippi sobre el Golfo de México, multiplicada por 20. Los ríos atmosféricos son responsables de entre el 40% y 50% de la precipitación anual en California, afirmó Ralph. “Cuando hay muchos de ellos, a veces nos inundamos. Cuando no hay suficientes, tenemos sequía”, explicó el especialista.

Las tormentas han beneficiado a algunos embalses del sur de California; Castaic Lake se encuentra al 71% de su capacidad. La buena racha en el norte de California permitió que el agua fluya hacia Diamond Valley Lake, una reserva esencial para el sur del estado. El enorme embalse se encuentra ahora al 72% de su capacidad, un 37% más que el año pasado.

De todas formas, queda un largo camino por recorrer antes de que se pueda declarar la victoria. Lake Perris está lleno solo hasta la mitad de su nivel normal. Lake Cachuma, en el condado de Santa Barbara, posee aún sólo el 13% de su nivel promedio histórico para esta época del año. “Aunque la lluvia ha sido impresionante, ciertamente no fue suficiente para poner fin a la sequía o llenar el lago significativamente”, remarcó David Matson, subdirector general del Distrito de Agua de Goleta.

El suministro de agua subterránea también está lejos de recuperarse. El sur de California empleó y redujo sus reservas de agua subterránea durante la sequía. Los suelos resecos absorbieron buena parte del agua, limitando su escurrimiento, y muchas de las cuencas de agua subterránea de la región permanecen al descubierto.

“No se equivoquen. Están agotadas… gravemente”, afirmó Mark Pestrella, director interino del Departamento de Obras Públicas del condado de L.A. “No estamos fuera de la sequía severa aún en el sur de California. Necesitaremos tres años idénticos a éste para salir de ella”.

Por ejemplo, el nivel de Key Well en la Cuenca de agua Subterránea de San Gabriel, en el condado de L.A., cayó a un nivel histórico de 172.2 pies en octubre pasado. El máximo histórico fue de más de 295 pies, logrado en 1983 después de uno de los inviernos más húmedos en la región.

El Monitor de Sequía de los EE.UU., se revisó recientemente para mostrar que en el mapa no había señales de sequía en el norte del estado, debido a las precipitaciones recientes. Las conclusiones fueron criticadas por algunos expertos, que señalaron que se estaba simplificando demasiado la situación en California y argumentaron que los cambios semanales en los patrones climatológicos no significan que la sequía haya finalizado.

“La gente sigue necesitando agua embotellada en algunas partes del condado de Tulare. Algunos embalses están notablemente bajos. Estos impactos no pueden ser ignorados cuando se evalúa si estamos en sequía o no”, remarcó Doug Carlson, vocero del Departamento de Recursos Hídricos de California.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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