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Miles de agentes dan el último adiós al sargento Steve Owen; “era el mejor de nosotros”

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Llegaban vistiendo tonos de azul, verde y marrón, con hombros erguidos y rostros cansados. Muchos habían conocido bien al hombre cuyo cuerpo yacía en el ataúd negro que era escoltado hacia el estacionamiento de una iglesia de Lancaster.

Muchos otros no, pero aun así habían viajado desde tan lejos como Chicago y Nueva York para rendir homenaje a un hermano abatido a tiros en lo que el Sheriff del Condado de L.A. llamó “una ejecución calculada”.

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Algunas personas llevaban bandas negras en sus placas de sheriff, estampadas con seis dígitos: 258449. Ése era el número de placa que el sargento Steve Owen había llevado durante una carrera de casi tres décadas en el Departamento del Sheriff, antes de que le arrebataran la vida con cinco disparos durante una rutinaria llamada de auxilio por un robo.

“No era sólo uno de nosotros; era el mejor de nosotros”, afirmó el agente Greg Whalen, de la oficina del Sheriff de Lancaster, la base de operaciones del sargento fallecido durante la mayor parte de su carrera. “Él era el hombre que todos deseábamos ser”.

El funeral de Owen, de 53 años de edad, se realizó a puertas cerradas en Lancaster Baptist Church, pero atrajo a cientos de personas durante el jueves; muchas de ellas siguieron el servicio a través de un monitor montado en una carpa.

Poco después de las 10:30 a.m., el ataúd de Owen, cubierto con una bandera estadounidense, emergió de la carroza. Ocho portadores, todos de traje negro, flanqueaban los lados. A pocos pasos se encontraba Max, el caballo de Owen; los estribos de su silla llevaban las botas de su antiguo jinete. Dirigido por un gaitero, el grupo se trasladó lentamente por un camino flanqueado por agentes del Sheriff, con sus manos levantadas en saludo.

Dentro de la abarrotada iglesia, la multitud se llamó a silencio apenas el ataúd se abrió camino por el pasillo. Aparecieron pañuelos para enjugar incontables lágrimas.

Desde el púlpito, el pastor Paul Chappel se dirigió a la concurrencia. “Steve era un hombre hecho y derecho, un policía hecho y derecho; conocía sus tácticas, era un gran investigador y un gran líder, que influyó en la vida de muchas personas de esta comunidad y que será verdaderamente extrañado en la región”, afirmó. “Él amaba al Señor, a su familia y su comunidad, y será extrañado por todo aquel que lo conoció”.

Hombre de gran contextura, con ojos color azul claro y una sonrisa inolvidable, Owen había sido jardinero y jinete. Pasaba horas de su tiempo libre como entrenador de fútbol americano y voluntario en causas de la zona. Era conocido por hablar de forma ruda, pero también por su amabilidad y por elegir patrullar las calles de su comunidad en Antelope Valley en lugar de tomar un trabajo de oficina.

A veces, madres que eran testigos de cómo Owen arrestaba a sus hijos le agradecían por el respeto con el que trabajaba. “Siempre decía que encarcelar a los malhechores era para la protección de las personas, de la comunidad”, señaló el detective Mark Donnel, quien también trabaja en la estación de Lancaster. Entre la multitud de agentes de la ley que se habían reunido para acompañar el cuerpo de Owen desde la estación hasta la iglesia estaba el oficial Michael Weiss, de la policía de Nueva York. Weiss, cuyo sombrero y camisa estaban decoradas con placas con la numeración de Owen, le estrechó la mano a los agentes del Sheriff y lamentó su pérdida.

El oficial George Kuzmanovski, del Departamento de Policía de Chicago, contó que había viajado para mostrar su apoyo a la familia del sargento fallecido, así como al Departamento del Sheriff. “Sabemos lo que es perder un buen oficial. No importa dónde ocurra”, aseguró.

En el estacionamiento de la estación, los uniformes azules de los oficiales de paz de otras agencias de California -Anaheim, Santa Ana, Long Beach, San Gabriel, Richmond, Chino, Glendale, Burbank, Los Ángeles- se destacaban entre el marrón y verde de los agentes del Sheriff. Los policías se encontraban allí entre amigos, y algunos compartían anécdotas con Owen, o lucían broches con su fotografía.

De pie, delante de un monumento creado con globos, velas y tributos escritos a mano en la estación de Lancaster, el Sheriff del Condado de L.A. Jim McDonnell afirmó que el sentimiento antipolicial está en este momento en un punto de ebullición. “Espero que sea una llamada de atención para reconsiderar lo que hemos hecho, y trazar un nuevo camino hacia adelante”, dijo, aunque destacó también que las muestras de buena voluntad de la comunidad luego del episodio con Owen muestra que la mayor parte de la opinión pública apoya a la policía.

Una vocera del Departamento del Sheriff destacó que más de 60 agencias del orden habían enviado representantes al servicio fúnebre, y que esperaban cerca de 6,000 personas en el lugar. El departamento transmitió el funeral en directo a través de su sitio web.

Owen fue abatido el 5 de octubre pasado, mientras respondía a una llamada por un robo cerca de un complejo de departamentos en la cuadra del 3200 de West Avenue J-7. El tirador hirió a Owen, luego se paró sobre él y le disparó otras cuatro veces, según McDonnell. Trenton Lovell, de 27 años de edad, fue acusado por asesinato y otros delitos en conexión con el homicidio.

Owen, receptor de la medalla al valor, fue el primer agente del Departamento del Sheriff del Condado de L.A. muerto en cumplimiento del deber en más de una década. Su fallecimiento despertó una oleada de elogios por su trabajo en la comunidad.

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Los dolientes se reunieron la semana pasada en la estación del Sheriff para presentar sus respetos a un agente que fue descrito como “uno de los buenos” por los residentes. El Departamento del Sheriff aconsejó a los automovilistas esperar retrasos en el tránsito y cierres de rutas desde las 6:30 a.m. en la zona de procesión hacia la iglesia, ubicada en el 4000 de East Lancaster Boulevard, y hasta la finalización del servicio, alrededor de las 2 p.m.

Traducción: Valeria Agis

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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