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Mientras crece la falta de vivienda a la sombra de Disneyland, Anaheim elimina los bancos en las paradas de autobuses

Víctor Gutierrez, de 43 años (izq.), quien es desamparado y duerme en su automóvil, pasa sus días en un refugio de autobuses mientras la gente aborda los transportes de la Autoridad de Tránsito del Condado de Orange, en la esquina de Harbor Boulevard y Katella Avenue, en Anaheim (Gary Coronado / Los Angeles Times).

Víctor Gutierrez, de 43 años (izq.), quien es desamparado y duerme en su automóvil, pasa sus días en un refugio de autobuses mientras la gente aborda los transportes de la Autoridad de Tránsito del Condado de Orange, en la esquina de Harbor Boulevard y Katella Avenue, en Anaheim (Gary Coronado / Los Angeles Times).

(Gary Coronado / Los Angeles Times)
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El sudor rodaba por el rostro de Ron Kackson mientras reflexionaba -como lo hace todos los días, a pocos pasos del “sitio más feliz de la Tierra”- dónde dormiría esa noche.

La residencia de este hombre sin hogar, en Anaheim, había sido hasta hace poco un sucio banco de autobús, exactamente frente a Disneyland.

Hasta que, un día, los bancos ubicados alrededor del parque de atracciones -entre ellos su punto habitual, en el exterior de un 7-Eleven en Harbor Boulevard y Katella Avenue- desaparecieron. Pronto, la gente comenzó a competir por un espacio sobre el pavimento.

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“No más sitio para dormir; sólo hormigón”, afirma Jackson, de 47 años de edad, en un día sofocante. “Ya había gente reclamando el espacio”.

La desaparición de los asientos fue la respuesta de Anaheim a las quejas sobre la población de desamparados en los alrededores de Disneyland. Los equipos de trabajo públicos retiraron 20 bancos de los refugios de autobuses después de que algunas personas denunciaran ante el ayuntamiento episodios de vagabundos bebiendo, defecando o fumando marihuana en el vecindario cercano a la entrada al parque, señalaron los funcionarios.

La situación es parte de una iniciativa más amplia del condado de Orange para hacer frente a la creciente población de desamparados. Una encuesta del año pasado ubicó el número de personas sin vivienda en al menos 15,300, en comparación con los 12,700 de dos años anteriores.

La desesperación entre la riqueza del condado de Orange

En un condado rico, reconocido por la vida suburbana y las playas llenas de sol, las señales de la crisis de los desamparados son cada vez más difíciles de ignorar.

En el centro cívico, en Santa Ana, los campamentos de personas sin hogar -con tiendas de campaña, mobiliario y pisos hechos de cajas de cartón- bloquean las pasarelas y enojan a algunos transeúntes. A lo largo del río Santa Ana, cerca del Angel Stadium, han surgido comunidades enteras cubiertas con lonas azules. En Laguna Beach, este verano un refugio está probando un programa en el cual voluntarios recorren las calles para ofrecer apoyo y asistencia de vivienda.

Ciudades en todo California -mayormente en Los Ángeles y San Francisco- intentan manejar las crecientes filas de personas sin vivienda. En el condado de Orange, los funcionarios señalan que la mayoría de las comunidades suburbanas sencillamente no cuentan con los recursos y la experiencia para seguir el ritmo al alza.

Susan Price, directora de coordinación de cuidados del condado de Orange, afirmó que las autoridades intentan delinear un enfoque coordinado, que involucre a las más de 30 ciudades dispares que consideran las diferentes causas de la falta de vivienda, incluyendo problemas económicos, falta de cuidados sanitarios y recientes reformas del sistema de justicia penal.

La mayoría de las ciudades “no tienen la capacidad de responder a todos los problemas de falta de hogar con eficacia, por eso necesitamos una estrategia regional”, afirmó la funcionaria. “Cada ciudad ha estado lidiando con esta cuestión, y no todas brindan servicios integrales, lo cual significa que necesitamos averiguar qué hace cada una y descubrir cómo combinamos los recursos”.

El problema de los desamparados suele estar en marcado contraste con las percepciones que muchos tienen respecto del condado de Orange.

Limpiar la casa de Disney

Anaheim es la ciudad más grande del condado de Orange y hogar de Disneyland, uno de los mayores atractivos y generadores de impuestos de la región. La ciudad pasó más de dos décadas intentando limpiar el área alrededor del parque -alguna vez conocida por sus deteriorados moteles y la prostitución- y convertirla en un distrito turístico y familiar, orientado a los visitantes.

“Nos rompe el corazón tener que retirar los bancos”, afirmó Mike Lyster, vocero de la ciudad. “Pero su propósito es dar asiento a quienes esperan el autobús”. El funcionario hizo hincapié en que el retiro de estas estructuras no está vinculado a preocupaciones sobre los visitantes de Disneyland. “No es por el turismo; jamás tuvimos un pedido así por parte de Disney”, destacó Lyster. “En cambio, sí se quejaron los propietarios de pequeños negocios y de moteles, por cuestiones de seguridad. Por eso intervinimos”.

Los defensores de los desamparados señalaron que Anaheim es sólo una de las múltiples ciudades a lo largo de Beach Boulevard, una de las vías más concurridas del condado, en retirar los bancos de sus paradas de autobuses. “Removerlos es algo menor; es un enfoque paliativo. La gente se seguirá congregando allí porque son las áreas que han elegido”, afirmó Paul León, CEO de The Illumination Foundation, que entrena equipos para trabajar con desamparados crónicos. “La solución definitiva es dar vivienda de apoyo permanente. Cuando interactuamos con alguien, necesitamos proporcionar un alivio inmediato, y luego sentarnos para evaluar a cada persona y armar un plan para darles una mejor calidad de vida”.

El campamento de desamparados en el Centro Cívico de Santa Ana (Allen J. Schaben / Los Angeles Times).

El campamento de desamparados en el Centro Cívico de Santa Ana (Allen J. Schaben / Los Angeles Times).

(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

Para Jackson, nativo de Compton, la medida de Anaheim fue fría. “Cuando tenemos unos pocos dólares, ni siquiera podemos ingresar a la tienda a comprar comida”, relató. “Algunas personas piensan que la parada de autobús sería un buen sitio para dormir. Nadie nos recibe bien por lo que somos y por cómo lucimos. No tienen idea de cómo terminamos así, sólo nos juzgan”.

‘Nos estiraremos sobre el hormigón’

Paul Hyek, de 67 años, un exempleado de mantenimiento de Detroit que terminó sin vivienda, expresó que Anaheim sólo “intenta mostrar una buena imagen a los forasteros”. “Nos estiraremos sobre el hormigón. Así somos: sabemos improvisar”.

El viernes por la noche, algunos activistas por los desamparados planearon una protesta en el exterior de Disneyland. Un portavoz del parque de diversiones se negó a comentar al respecto.

Funcionarios de Anaheim señalaron que la ciudad posee una amplia red de programas para ayudar a los desamparados -una población estimada en casi 800 personas-, que los guían a refugios y a recursos de salud física y mental, en asociación con agencias locales. “Con esa vista, uno puede intimidarse”, dijo Lyster. “Hay decenas de miles de trabajadores en el distrito turístico -y aún más visitantes-; se trata de un acto de equilibrio para cuidar de todos”.

Bill "Tattoo" LeBlanc, de 74 años, repara la cámara de la rueda de su bicicleta, cerca de su campamento en el río Santa Ana, bajo la Autopista 5, en Orange (Allen J. Schaben / Los Angeles Times).

Bill “Tattoo” LeBlanc, de 74 años, repara la cámara de la rueda de su bicicleta, cerca de su campamento en el río Santa Ana, bajo la Autopista 5, en Orange (Allen J. Schaben / Los Angeles Times).

(Allen J. Schaben / Los Angeles Times)

Lyster aclaró que Anaheim pretende instalar algún tipo de asiento en las paradas donde se retiraron los bancos. Las opciones incluyen taburetes o asientos -similares a los de un cine o estadio- con apoyabrazos, que no pueden emplearse para dormir.

Algunos visitantes de Disneyland aseguraron comprender la razón por la cual Anaheim retiró las estructuras. “Es una buena idea”, manifestó Walton Guerrero, de 59 años, oriundo de El Paso. Él y 10 miembros de su familia llegaron a la ciudad para recorrer Disneyland durante cinco días. “Es un lugar turístico. Necesitamos más seguridad para poder volver”.

Empujando la silla de bebé de su nieto más joven, Samuel, de cuatro meses de edad, Guerrero afirmó: “Necesitamos sentir que podemos traer aquí a grandes y chicos. No queremos que los niños estén expuestos a malas actividades”.

Los turistas ‘esperan que todo esté bonito y perfecto’

Para Angelo Newsome, de 42 años, maestro de ciencias de Brooklyn, el retiro de los bancos “es algo que también está ocurriendo en nuestro vecindario. Lo mismo sucede en la ciudad de Nueva York. Pero castigar a las comunidades locales por las acciones de los desamparados, que no tienen la culpa, me parece injusto”, aseveró.

Su pareja, Patricia Desormau, miró hacia una parada de autobús frente a un centro comercial, donde algunos hombres vigilaban sus pocas pertenencias. “Probablemente esperan que los desamparados se trasladen”, dijo. “Pero, ¿cómo podrían hacerlo?”. Para la mujer, de 39 años, tiene sentido que estas personas se sientan atraídas por un área como la de Disneyland, inundada de turistas con ingresos excedentes. “Este es el lugar para buscar ayuda o pedir limosna. Me gustaría ver a más personas o agencias en marcha para ofrecer asistencia de salud mental”, expuso Desormau, quien es agente de viajes. “No todo el mundo termina en las calles a propósito”.

Mientras esperaba el autobús, Mark Ramírez, un empleado de Goodwill, confesó sus sentimientos encontrados acerca del accionar de Anaheim. “Me siento un poco mal por ellos, por lo que deben pasar”, afirmó el residente de Garden Grove, de 21 años de edad, acerca de los desamparados. “Pero también quiero comprender el punto de vista de la ciudad. Los funcionarios deben limpiar la zona porque está justo fuera de Disneyland y no quieren que los turistas se encuentren con esto cuando están de viaje y esperan ver todo bonito y perfecto”.

Víctor Gutiérrez, quien vagó por Arizona durante 12 años, está ahora en plena transición de dormir en las calles a hacerlo en un auto viejo. A sus 43 años, halló un empleo de construcción de escenarios para eventos públicos y comienza su turno cada día, antes del amanecer. “Solía sentarme en estos bancos toda la noche y socializar, mientras esperaba entrar al trabajo”, relató. “No hay transporte público tan temprano; ¿qué tiene de malo que la gente pase un rato en ellos?”.

Muy cerca de allí, un hombre tomaba una siesta sobre una bolsa de lona estirada sobre el suelo, manchado de orina. “No resolvieron el problema quitando los asientos”, afirmó Gutiérrez, señalando al joven dormido. “Deben recordar que un refugio de autobús es un refugio. Punto. Nos da sombra y nos protege”.

Un hombre desamparado duerme debajo de un refugio de autobús mientras la gente sale de un vehículo de la Autoridad de Transporte del Condado de Orange, en Harbor Boulevard y Katella Avenue, en Anaheim (Gary Coronado / Los Angeles Times).

Un hombre desamparado duerme debajo de un refugio de autobús mientras la gente sale de un vehículo de la Autoridad de Transporte del Condado de Orange, en Harbor Boulevard y Katella Avenue, en Anaheim (Gary Coronado / Los Angeles Times).

(Gary Coronado / Los Angeles Times)

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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