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Pediatras urgen endurecer postura con los padres que no vacunan a sus hijos

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Los pediatras del país iniciaron una campaña contra los padres que se resisten a vacunar a sus hijos contra una amplia gama de peligrosas enfermedades e instaron a los estados a dejar de ofrecer exenciones para la inmunización por objeciones no médicas.

En un comunicado emitido este lunes, la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP, por sus siglas en inglés) también sostuvo que si los padres siguen rechazando la vacunación, pese a los exhaustivos esfuerzos para hacerlos cambiar de opinión, sería “aceptable” para los médicos excluir a esas familias de sus consultorios.

Las declaraciones están destinadas a guiar a los pediatras del país, quienes lidian con una creciente ola de “duda” respecto de la vacunación por parte de los padres. Entre los médicos que son miembros de la mayor organización de pediatras, el 87% fue cuestionado el año último por progenitores que se negaron a inmunizar a sus hijos, por encima del 75% que se registró en 2006.

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Imperturbables ante bebés con cólicos, niños rabiosos y adolescentes angustiados, muchos pediatras han ahora alcanzado el fin del su paciencia con los padres que no están convencidos de los beneficios de la vacunación, que pueden salvar vidas. En 2013, un 12% de los pediatras solicitó a ciertas familias que encuentren otro médico si no estaban dispuestas a vacunar a sus hijos. En 2006, sólo el 6% de los galenos debió hacer el mismo pedido, según estudios realizados por la academia. De todas formas, ese paso debería ser el último recurso, señaló la agrupación.

En un extenso informe que también fue dado a conocer el lunes por la AAP, 23 especialistas en pediatría y enfermedades infecciosas sostuvieron que los médicos deberían comenzar a discutir los beneficios de las vacunas ya en la primera visita prenatal. Al hacerlo, deben estar preparados para explicar la evidencia científica que apoya su uso.

El panel también instó a los pediatras a “personalizar” el mensaje de que las vacunas son seguras, efectivas y poderosas, compartiendo sus propias decisiones de vacunar a sus hijos o nietos. Esta sugerencia en particular fue motivada por estudios que muestran que los padres escépticos tienden a valorar la seguridad y el bienestar de sus propios hijos por sobre los argumentos que enfatizan el papel de las vacunas en beneficio de la población general.

Aunque dio a los médicos la bendición para rechazar en sus consultorios a quienes descartan las vacunas, el grupo de pediatras reconoció una opinión muy extendida entre los miembros comunes y corrientes: que para una profesión dedicada al bienestar de los niños y sus familias, la decisión de echar a los pacientes del consultorio es, a menudo, difícil.

“Es algo desgarrador”, afirmó la Dra. Alison Ziari, jefa de pediatría de Austin Regional Clinic, un consultorio de múltiples especialidades que alberga a 70 pediatras en Texas y que adoptó la políticas de ‘vacúnelos o váyase’ en julio de 2015. “Estas son nuestras familias. Los amamos y queremos lo mejor para ellos”, aseguró.

Después de que los médicos tuvieran largas conversaciones con los padres reacios a vacunar a sus hijos, la mayoría de las familias optó por inmunizarlos y continuar con su médico, señaló Ziari. Pero las familias de casi 150 chicos -una pequeña fracción de los más de 100,000 pacientes pediátricos que tienen- persistieron en su negativa y se les pidió que buscaran otros especialistas.

Los resultados del estudio publicado el lunes muestran que las preocupaciones de los padres acerca de las vacunas han cambiado en los años recientes. En 2006, los pediatras estimaban que casi tres cuartas partes de quienes eran reacios a la inmunización de sus pequeños estaban motivados por el temor de que algunas vacunas pudieran causar autismo o tener otros efectos adversos.

En 2013, las preocupaciones generales y el desacreditado vínculo entre las vacunas y el autismo parecían ser menos prominentes. En lugar de ello, los especialistas atribuían el creciente número de objeciones a la idea de que las vacunas son una molestia innecesaria para los pequeños.

Tal complacencia es una respuesta común, aunque irónica, al éxito de la inmunización, señalan los médicos y epidemiólogos. Antes de que la vacuna contra el sarampión comenzara a usarse, en 1963, prácticamente todo el mundo sufría de esa enfermedad durante la infancia, y cientos de estadounidenses morían a raíz de ella cada año. Hoy, muy pocos niños pequeños la padecen.

Del mismo modo, cuando comenzó a usarse la vacuna contra la tos ferina, la enfermedad se convirtió en una rareza. Esta dolencia mata al 1% de los bebés que la sufren en el primer año de vida y envía al hospital al 5% de los adolescentes que la contraen. En Japón, cuando las tasas de vacunación contra esta enfermedad cayeron precipitadamente en la década de 1970, más de 13,000 personas la contrajeron y 41 de ellas murieron, según datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés).

“En cierto modo, la inmunización ha sido víctima de su propio éxito”, señaló el Dr Sydney Spiesel, pediatra de Woodbridge, Connecticut, quien ha rechazado a varias familias en su consultorio ante la negativa de inmunizar a sus hijos. “Si uno no ve que ocurren cosas terribles, no advierte los riesgos”, explicó.

Las nuevas directrices siguen al alza constante en los brotes locales de enfermedades prevenibles por vacunación, sobre todo el sarampión y la tos ferina. En 2015, un brote de sarampión que se originó en Disneyland enfermó a 147 personas en el país; 131 de ellas eran de California. Un estudio publicado en la revista JAMA, de la Asociación Médica Estadounidense, descubrió en marzo último que las personas que se negaron a vacunarse (a sí mismos o a sus hijos) jugaron un rol clave en el inicio y la aceleración de esos brotes.

Aunque todos los 50 estados y el Distrito de Columbia requieren que los escolares estén inmunizados contra una amplia gama de enfermedades, la mayoría de los estados permiten a los padres optar por hacerlo o no, en caso de una objeción religiosa a las vacunas. También 18 estados permiten “exenciones filosóficas” en base a motivos personales, morales o de otra índole, según la Conferencia Nacional de Legislaturas estatales.

El brote de Disneyland encendió un agrio debate acerca de estas excepciones no médicas. El mes pasado, una ley de California eliminó la “creencia personal”, por lo tanto ahora éste es -junto con Virginia Occidental y Mississippi- uno de los tres estados que ya no conceden excepciones no médicas a la inmunización.

“Está claro que los estados con excepciones más indulgentes tienen tasas más bajas de inmunización, y es allí donde se producen brotes, a medida que las tasas de deslizan por debajo del umbral necesario para mantener a la comunidad inmunizada”, aseguró el Dr. Geoffrey R. Simon, autor principal de la declaración de políticas de exención médica. “Las excepciones no médicas deben ser eliminadas”, aseguró.

Los médicos en la primera línea de atención de pacientes sostienen que esas excepciones han puesto en peligro la seguridad de las familias. También son un signo de disminución de la confianza en una profesión que ha gozado durante mucho tiempo de la plena credulidad por parte de los padres estadounidenses, agregan.

A medida que sus consultorios se llenaron de familias que se trasladaron al centro de Texas durante la recesión, Ziari y sus colegas detectaron una escalada de la resistencia de los padres a la vacunación. Cuando los brotes de sarampión y tos ferina comenzaron a inundar los noticieros, los pediatras de Austin Regional “comenzaron a mirarse unos a otros y a decir: ‘Eso nos ocurrirá a nosotros; así será nuestra sala de espera’”, afirma la doctora. Ziari sabía que eso podía ser peligroso para la vida de un recién nacido y para pacientes inmunodeprimidos, para no mencionar a los propios niños que no cuentan con las vacunas.

Por otra parte, que los padres desafíen a los médicos acerca de los beneficios de la inmunización -un asunto que está establecido en la profesión médica- reveló una “desconcertante” falta de confianza, señaló Ziari. “Eso nos alerta de que no confían en el cuidado que proveemos, lo cual es la piedra angular de nuestra relación”.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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