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‘Los niños tienen miedo’: los latinos de Los Ángeles temen a la presidencia de Trump

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Se suponía que sería una fiesta. “Celebrando la democracia”, decía el letrero en las puertas de Dolores Mission, en Boyle Heights, donde cerca de 200 personas estaban reunidas en el patio para ver los resultados de las elecciones en una TV de pantalla grande, el martes por la noche.

Esta comunidad tenía mucho en juego; es hogar de miles de latinos y lo ha sido por décadas. Todos tienen trabajos duros, mandan a sus hijos a la escuela y esperan que los más jóvenes tengan más oportunidades que ellos.

Muchas de estas personas han estado sumamente nerviosas desde que Donald Trump emergió en la escena política, hace más de un año, hablando acerca de los latinos de una forma tal que hizo que -tanto quienes están aquí legal como ilegalmente- temblaran ante la idea de su victoria.

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“He estado rezando cada noche. Dios mío, por favor no permitas que ese hombre guíe este país”, afirmó Rita Chairez, una feligresa.

“Los niños tienen miedo”, contó Ellie Hidalgo, asociada pastoral. “Ellos nacieron aquí, pero sus padres no”, y ahora temen que sus padres sean atacados y arrojados al otro lado de la frontera por Trump. También hay miedo, dijo Hidalgo, entre aquellos que llegaron al país de forma ilegal cuando eran menores, que crecieron inconscientes de su estatus en muchos casos, y a quienes se les concedió una legalidad temporal durante el gobierno del presidente Obama. “Tenemos aquí a muchos de ellos, todos trabajan”, señaló la mujer.

Si esto es lo que los votantes de Trump querían -la ruptura de las familias-, ahora tendrán la oportunidad de verlo suceder.

Sospecho que hubo algo más que eso. Los defensores del republicano querían dar un golpe al statu quo en Washington, y deseaban creer que había una solución para aquello que no les funcionaba. Sus empleos habían desaparecido, sus salarios estaban estancados.

Puedo comprender el deseo de cambio y la búsqueda de un futuro mejor. Pero el hombre que les prometió la transformación -con escasos detalles acerca de cómo la llevará adelante- también insultó y calumnió a la gente:

el presidente negro nació en África, las mujeres son objetos, México envía a lo peor de su gente al norte.

No fueron sólo las palabras las que atemorizaron a Boyle Heights, sino el hecho de que cualquiera pudiera decir lo que él dijo y tener la oportunidad de ser presidente. El surgimiento de una nación más diversa les había dado esperanza de una sociedad más tolerante, pero también hacía desatado una reacción contra eso mismo.

“¿Cómo un ser humano puede hablar de la manera en que Trump se refiere a nosotros?”, se preguntó Chairez. “Él habla como si no fuéramos humanos, tanto los latinos como las mujeres”.

A medida que la noche pasaba, y que Trump tomaba control sobre Florida, Ohio y otros estados, el estado de ánimo oscureció. La gente dejó de hablar entre sí y sólo miraban las noticias, con los ojos bajos y los brazos cruzados. El padre Mike Lee, pastor asociado, pasó de mesa en mesa para ver cómo estaban sus feligreses, para contenerlos.

“No quiero vivir, nunca lo quise, en un régimen totalitario”, me dijo el padre Lee. “Es aterrador para mí, y seré honesto: no quiero tener a Trump como presidente. Es un hombre de negocios. No tiene un conocimiento real de cómo funciona el gobierno. Como alguien que obtuvo una ‘A’ en historia de los EE.UU. en la preparatoria y en la universidad, sé mucho más de los gobiernos que él, y eso es espantoso más allá de las palabras”.

Cuando Trump habló por primera vez acerca de las deportaciones y de construir un muro, la asistencia en la clínica legal Dolores Mission aumentó considerablemente, afirmó el padre Lee. La gente quería actualizar los registros de inmigración y registrarse para votar.

Y así lo hicieron, pese a que sabían que en una California fuertemente demócrata, su voz podría no hacer una diferencia.

La “celebración” de la noche de elecciones fue organizada en parte por L.A. Voice, una organización sin fines de lucro que trabaja con las congregaciones para generar consciencia del voto y trabaja en campañas de justicia económica y social. Joseph Tomas McKellar, quien trabaja en L.A. Voice y cuya familia creció en Boyle Heights, señaló que la victoria de Trump no le resultaba totalmente inesperada. “La gente de color sabe bien, por vivir en comunidades como ésta, que las cosas no son iguales para todos”, aseguró. Para los votantes pobres y de clase media, que aguardan hace tiempo lograr su Sueño Americano, la fila de espera no se está moviendo. “La gente de color está en esa línea, y ahora ya no hay más qué esperar”, afirmó McKellar.

A las 9 p.m., Trump estaba en carrera y las mesas de Dolores Mission comenzaban a despejarse. La fiesta se había convertido en un funeral. Busqué a Rita Chairez, pero ya se había ido. Sus plegarias no habían sido escuchadas.

Si deseas leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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