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Una obra maestra de la pintura barroca, desaparecida por más de un siglo, se esconde en alguna parte de L.A.

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Una obra maestra de la pintura del siglo XVIII, perdida por más de 100 años, aparentemente estuvo colgada en un hogar de Los Ángeles desde mediados de la década de 1950.

Apodada “Española”, por la acicalada y empolvada niña que es el centro de la obra, el trabajo perdido pertenece a un brillante conjunto de 16 pinturas de Miguel Cabrera (circa 1715-1768), el pintor más grande de su época en México. Se cree que las pinturas dejaron el país dos años antes de la muerte del artista, pero hace tiempo que se desconocía el paradero de “Española”.

Ahora parece que la gema singular ha estado oculta a plena vista, aunque la ubicación exacta del escondite doméstico sigue siendo un misterio molesto.

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Ilona Katzew, curadora de arte latinoamericano del Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), le dio vueltas a la pregunta durante los últimos dos años, después de recibir una carta tentadora -y excéntrica-, escrita como si se tratara de ‘Española’ -que en la elegante pintura es adorada por sus orgullosos padres, los tres vestidos con suntuosas galas- y firmada con la letra de una niña pequeña. “Debes saber que estoy bien y vivo a menos de dos (2) millas del LACMA”, escribió ‘Española’ a fines del verano de 2015. “He estado con la misma familia desde hace 60 años, aunque no sé cómo me adquirieron”.

La pintura de Cabrera es parte de un famoso conjunto de obras de casta. En una jerarquía racial ideada por las elites blancas durante el virreinato de la Nueva España, estas obras exploraban el tema del mestizaje, o matrimonio interracial, entre indios, nacidos en España, criollos (españoles nacidos en el Nuevo Mundo) y africanos.

Se conocen más de 120 conjuntos de castas, que incluyen típicamente 16 pinturas cuidadosamente numeradas. Estos fueron pintados en diferentes formatos por artistas de variada habilidad, incluyendo algunos tan talentosos como Juan Patricio Morlete Ruiz y Juan Rodríguez Juárez. La mayoría de estos conjuntos han sido divididos y las pinturas individuales están ampliamente dispersas. Cabrera pintó sólo un juego, considerado el mejor del género.

Dos obras -del conjunto de 16 en total- desaparecieron hace mucho tiempo. Pero una de ellas, la Nro. 6, fue descubierta enrollada y almacenada debajo de un sofá en una casa del norte de California. Heredada por descendientes del magnate minero John P. Jones, cofundador de Santa Mónica, la pintura era una reliquia familiar preciada de la que sabían poco. Su propietaria, Christina Jones Janssen, una abogada corporativa jubilada, decidió investigar más sobre la inusual imagen. En abril de 2015, su asombroso descubrimiento fue recibido con gran fanfarria y aterrizó en la portada de The Times.

LACMA adquirió rápidamente la obra maestra. Katzew es un destacada estudiosa de pinturas de castas. Cuando era una joven estudiante graduada, su primer trabajo de investigación fue analizar el conjunto de Cabrera. La Nro. 6 salió a la vista justo a tiempo para la exposición “50 por 50: obsequios con motivo del aniversario de LACMA”.

El dueño de ‘Española’ fue a verla. “Mi propietario ha disfrutado viendo la Nro. 6”, continúa la carta de ‘Española’, “y me complace que ahora se sepa de todas nosotras, a pesar de la diáspora”.

Cinco instantáneas que muestran detalles de la pintura cayeron del sobre. No se conocen imágenes premodernas o incluso descripciones escritas del conjunto de Cabrera, pero Katzew tiene pocas dudas sobre la autenticidad de la pintura. Para tener mayor certeza habría que examinar el lienzo en persona, aunque estilísticamente, y debido a su relación superlativa y distintiva con las demás pinturas del conjunto, la atribución parece segura.

La instantánea más completa contiene la ráfaga de luz reflejada desde el flash de la cámara cerca de la parte inferior, lo cual oscurece el abanico que sostiene en su mano derecha del padre de ‘Española’. También muestra un fragmento del cuadro moderno de la imagen en un ángulo de inclinación. Teniendo en cuenta estos detalles, la pintura parece estar colgada en una pared alta.

¿Pero, dónde? Un radio de dos millas alrededor de LACMA se extiende desde el borde de Beverly Hills hasta Hancock Park, desde West Hollywood, en el norte, hasta la Autopista Santa Mónica en el sur. Se trata de un montón de casas y apartamentos.

La carta de ‘Española’ dejó caer otra bomba: “Si alguna vez logras una reunión de todos mis hermanos, agradecería la oportunidad de estar en exhibición por un período limitado de tiempo. No estoy perdida, simplemente no deseo que me encuentren”.

Una reunión casi completa había ocurrido nueve años antes, cuando 14 de las 16 pinturas lograron reunirse de museos en Madrid y Monterrey, México, así como en una fundación de Los Ángeles para “Tesoros/Treasures/Tesouros: The Arts in Latin America, 1492 -1820”, una gran exposición que se montó en el Museo de Arte de Filadelfia. No se las había visto juntas en al menos un siglo.

‘Española’ firmó su carta, prolijamente escrita al estilo de la correspondencia comercial formal, pero no incluyó ninguna dirección como remitente, ni número de teléfono, ni dirección de correo electrónico u otra forma de contacto con el propietario. La etiqueta de envío incluso estaba recortada, aparentemente para eliminar algunos datos potencialmente reveladores.

La curadora participó activamente de la investigación sobre “Pintado en México, 1700-1790: Pinxit Mexici”, el estudio más exhaustivo jamás realizado y cuya apertura está prevista en LACMA el próximo mes. Las castas de Cabrera fueron realizadas en 1763, cuando el gran artista del siglo tenía alrededor de 50 años y estaba en su apogeo. “Pintado en México” sería el contexto ideal en el cual la obra maestra perdida podría ser presentada a los académicos y al público.

Trabajar en el gigantesco espectáculo pronto ocupará todo el tiempo de Katzew. Éste reunirá 139 pinturas monumentales, no muy conocidas -muchas inéditas- y está organizado en asociación con sus colegas de historia del arte Luisa Elena Alcalá, de Madrid, y Jaime Cuadriello, de la Ciudad de México. En exhibición ahora en la capital mexicana, el espectáculo viajará al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York la próxima primavera, después de su clausura en LACMA. Presionada por el tiempo, Katzew hizo algunos intentos infructuosos de intentar localizar al misterioso propietario.

Para acrecentar el misterio, las estampillas del sobre no contienen el matasellos de la oficina de correos, que podría haber reducido el área desde la cual la carta fue enviada. Tampoco contiene sellos recientes. Las estampillas, de treinta y siete centavos, fueron retiradas de la venta una década antes de que se enviara la carta, mientras que el sello conmemorativo del escritor Jack London se emitió en 1988.

Katzew llevó las cinco instantáneas a Samy’s Camera, donde las anotaciones en la parte posterior indicaban que habían sido impresas. La tienda, a pocas cuadras del museo, sugirió que la pintura podría estar cerca. Sin embargo, ya sea por cuestiones de privacidad o por la falta de marcas de identificación, Samy’s no pudo precisar la fuente de las instantáneas.

Katzew cree que el conjunto de castas de Cabrera probablemente fue comisionado por un personaje no menos importante que el virrey de Nueva España, Joaquín de Montserrat, Marqués de Cruillas, quien regresó a Madrid cuando concluyó su mandato en la Ciudad de México, en 1766. La estatura del patrón coincidía con la del artista, y los dos se conocían. Se hicieron muchas castas para exportar a España, con el fin de demostrar que se mantenía el buen orden en la colonia; Katzew conjetura que Montserrat llevó el impresionante conjunto a casa con él.

Ocho pinturas del conjunto completo se encuentran ahora en el Museo de América de Madrid, la mejor colección de arte colonial español y preconquista de Europa. La casta que apareció escondida debajo de un sofá del Área de la Bahía fue comprada en Madrid en la década de 1920, para decorar una mansión de Montecito durante el auge del diseño del Renacimiento español en el sur de California.

¿Podría ‘Española’ haber estado entre ellas?

Es la tercera vinculada al sur de California. Otra está en la colección de la Fundación Rancho de la Cordillera, en Northridge, establecida en torno a los intereses artísticos mexicanos del fallecido director del Museo del Suroeste, Carl S. Dentzel, y su esposa, Elisabeth Waldo, una violinista y erudita de la música precolombina.

Cinco del conjunto están en una colección privada en Monterrey, en préstamo al museo de historia mexicana de la ciudad. La mayoría o todas fueron adquiridos en subastas en Nueva York a principios de la década de 1980, cuando los intereses y precios internacionales de las castas eran modestos. Los expertos en el mercado latinoamericano estiman el valor monetario de la pintura ‘Española’ en alrededor de $ 1.5 millones.

Las llamadas de Katzew a las casas de subastas no dieron resultados útiles. Así, debió suspender su búsqueda.

Ahora, con su espectáculo de pintura del siglo XVIII terminado y listo para inaugurar en LACMA el 19 de noviembre, tiene la esperanza de que el dueño de ‘Española’ pueda visitarlo y volver a contactarse. Incluso está dispuesta a hacer espacio para la obra en la pared junto a su hermano redescubierto.

Nro 3. De español y castiza, niña española”, su nombre completo, es una imagen especialmente importante en el conjunto debido a sus detalles suntuosos únicos. El padre español, vestido con una levita gris y un sombrero de tres esquinas, es un aristócrata. La madre castiza, descendiente de un español y una mestiza (mitad española, mitad indígena), está vestida con esplendor real: sedas bordadas, encaje delicado, perlas en la muñeca y un extravagante collar de coral. Su refinada mantilla de encaje negro, sostiene Katzew, es virtualmente única en el género de la pintura de castas.

También lo es la pantalla plegable pintada en el fondo, un legado de arte japonés caro importado. Tanto la madre como el padre llevan abanicos plegables, una rareza para un hombre, duplicando el énfasis en otra importación japonesa como un símbolo de estatus exótico.

En cuanto a la pequeña ‘Española’, que luce una diadema de flores sobre su cara de porcelana colorada, está vestida con sedas rosadas y doradas, costosos encajes blancos y muchas perlas, a menudo un símbolo católico de pureza. La composición de Cabrera postula al orgulloso trío como una verdadera Sagrada Familia.

¿Por qué toda la fanfarria visual?

Quizás porque la tercera en un conjunto de castas representa una ocasión trascendental: en la jerarquía social y racial fabricada por la cultura blanca conquistadora, es la primera vez que un niño devuelve milagrosamente una paternidad de raza mixta a una identidad puramente española. Un español se casa con una indígena española, y en el loco mundo de la casta, eso es suficiente sangre europea para considerar a su hijo completamente español.

‘Española’ representa un regreso al pináculo de la escalera de poder. La familia está vestida para la ocasión, santificada por el lujo.

Cabrera, cuyo genio como artista inventó estas extraordinarias señales visuales, puede haber tenido razones personales para exagerar. Poco se sabe sobre él antes de que emergiera, en la década de 1750, como una fuerza artística en la Ciudad de México.

Nacido en Oaxaca, su propia identidad étnica -alguna vez considerada mestiza (española e indígena)- es un misterio.

Sin embargo, cuando Cabrera tuvo éxito en la capital de Nueva España, competitiva y obsesionada con la raza, se identificó insistentemente como español. En el eslabón oculto restante de su magnífico conjunto de castas, ‘Española’ podría encarnar su ansiedad sobre su propia identidad.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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