Anuncio

Una mirada al pabellón  de la muerte de San Quentin y sus habitantes

Share

Es de esperar que el debate sobre la pena de muerte se intensifique otra vez en 2016. Los funcionarios de la penitenciaría dieron el martes la oportunidad de dar una rara ojeada al pabellón de la muerte, donde cientos de hombres condenados a muerte esperan el resultado de los pleitos legales y políticos que han bloqueado, durante diez años, cualquier ejecución.

Jeffrey Beard, secretario del Departamento de correccionales y rehabilitación de California, anteriormente había negado el acceso al pabellón de la muerte diciéndole a The Times que sería muy peligroso. Sin embargo, este mes Beard determinó que “hay un legítimo interés” y que darle acceso a los medios de comunicación “tiene sentido”. El martes, a casi dos docenas de miembros de los medios les fue permitido entrar a algunas secciones del pabellón de la muerte durante casi seis horas.

Fueron guiados a través de cuatro unidades de vivienda que albergan a los reos condenados a muerte. Se les mostró a los periodistas el abarrotado y ruidoso East Block (bloque del este) de San Quentin State Prision, la que en gran parte ha permanecido igual desde su construcción en 1939, y la recién inaugurada sala psiquiátrica del pabellón de la muerte, la primera de su naturaleza en el país.

Anuncio

En ambos lugares, había un gran número de hombres recostados en sus catres, leyendo o con los auriculares puestos y mirando al televisor sin sonido. Algunos bromeaban con los oficiales al pasar. Unos cuantos estaban dispuestos a pasar a la rejilla de la puerta de su celda para firmar los papeles que les permitiría hablar con los reporteros.

El estado no ha realizado una ejecución desde el 2006 y ahora está recibiendo comentarios públicos sobre un protocolo de inyección letal que les permitiría a los verdugos decidir el fármaco de ejecución basado en la disponibilidad del mismo. Al mismo tiempo, los grupos de oposición están buscando pedir a los votantes en 2016 que se aceleren las ejecuciones o que se disuelvan totalmente.

Aproximadamente 700 de los 745 prisioneros de California condenados a muerte están en la prisión del condado de Marín.

El teniente Samuel Robinson, un ex guardia del pabellón de la muerte que es ahora vocero en San Quintín, dice que la vida de los condenados a muerte es similar a las de otros reclusos.

Pero mientras que la mayoría de los presos de California son alojados de a dos por celda, los presos condenados a muerte ocupan celdas individuales, a veces durante décadas.

Unos 500 hombres viven en el East Block, una sección donde las celdas se apilan en niveles de hasta cinco hacia arriba, encabezados por estrechos balcones de acero y vigilados por agentes armados en las pasarelas.

Algunas dos docenas sillas de ruedas están estacionadas fuera de las celdas de los hombres que por la edad ya no pueden caminar. A todos los habitantes del pabellón de la muerte se les permite el acceso a patios de ejercicio del tamaño de canchas de tenis cuatro veces por semana, aunque muchos declinan la oferta. La mayoría de su tiempo, incluyendo las comidas, lo pasan en las celdas, detrás de pesadas cortinas de malla.

Los prisioneros del pabellón de la muerte no pueden participar de la mayoría de las actividades ni tener contacto con los voluntarios que inundan el resto de San Quintín con el teatro shakesperiano, codificación en computadoras y jazz. No hay ningún espacio en los viejos edificios para este tipo de programas, incluso los servicios religiosos en la capilla de East Block deben realizarse en un área para duchas que se adecuo para eso.

El preso Wayne A. Ford, un asesino en serie, lo llamo “solitario”. Estaba sentado con las piernas cruzadas, desnudo excepto por una gruesa manta sobre su regazo, en su estera sobre el banco de hormigón que sirve como cama en East Block.

Su celda era oscura, la luz apagada y el aire tibio filtrado a través de la rejilla de acero. Muchas cajas llenaban el piso, sin dejar espacio para caminar, y una guitarra, a la que le faltaba una cuerda, estaba metida por encima de su repisa de acero sobre diversos documentos.

Ford dijo que rara vez abandona la apretujada celda, ni para tomar una ducha o para hacer ejercicio. Se asea en el fregadero de acero unido a su escusado y se niega a relacionarse con la mayoría de los otros reclusos, a quienes ve como pandilleros o involucrados en la cultura de la prisión.

“Me estaba volviendo loco hace unos cinco años”, expresó. “Estaba perdiendo la capacidad de entender... de entender a otras personas para saber lo que piensan... He perdido la capacidad de disfrutar de estar cerca de otras personas”.

Los servicios de salud mental y tocar la guitarra ayudan. Un pequeño ramo de “rosas”, formado de pedacitos de papel de colores, se encuentra en un pequeño frasco de píldoras que sirve de florero y puesto sobre una barra de acero en la parte delantera de su celda. Él lo llama su “toque de esperanza”.

Ford, de 55 años, fue declarado culpable en 2007 de asesinar a cuatro mujeres una década antes, recogiendo a sus víctimas a lo largo de la costa de California cuando trabajaba como camionero. El día que se entregó a la policía en el condado de Humboldt, tenía el pecho cercenado de una mujer en su bolsillo.

Otros reclusos condenados a muerte dijeron que se enfrentaron a sus crímenes y a la espera de la ejecución, de forma mucho muy diferente.

Albert Jones, condenado a muerte por un asesinato en 1993 en el condado de Riverside, dijo que se ha convertido en un escritor prolífico, publica autobiografías de la vida en el pandillerismo, la vida de los condenados a muerte, libros cristianos para niños. Un libro de cocina del pabellón de la muerte está en producción. Él dijo que está cursando la carrera de teología y tomando cursos de negocios.

Jones tenía 29 años en 1993 cuando él y un cómplice de 15 años de edad entraron en la casa de una pareja de ancianos en el condado de Riverside, los ataron y apuñalaron hasta la muerte. La Corte suprema de justicia del estado confirmó la sentencia en el 2011, marcando sólo el primer paso del proceso de apelaciones de California que promedia más de 25 años. Jones mismo dijo que todavía está al principio de su apelación.

Ninguno de los hombres entrevistados el martes había terminado sus apelaciones al estado, incluso aquellos cuyos crímenes ocurrieron hace más de tres décadas. Un juez federal el año pasado dictaminó que estos retrasos eran inconstitucionales, pero un panel de apelación este otoño anuló el dictamen diciendo que el caso no había pasado por el procedimiento legal correcto.

Steven Livaditis, 51, dijo que se declaró culpable de matar a tres personas durante un robo en una tienda de joyas de Rodeo Drive en 1986. Él dice que es un delito que merece la pena de muerte. Dijo que además que se volvió profundamente religioso mientras ha estado en la cárcel y condenado a muerte y que ha llegado a aceptar su destino.

“Sea cual sea el resultado, asumiré que es la voluntad de Dios”, dijo desde el techo del patio de ejercicio en la azotea de North Segregation, donde un número pequeño de los reclusos condenados mejor portados del estado se encuentran. Desde la cancha de baloncesto, Livaditis tiene una vista espectacular de la bahía de San Francisco.

Detrás de él, otros tres reclusos se pusieron de espalda a la cerca para cubrir sus caras del banco de cámaras de los medios de comunicación. Un oficial de la prisión señaló la espalda de un hombre y lo identificó como Scott Peterson, uno de los reclusos condenados a muerte más conocidos de California, condenado por la muerte de su esposa y su hijo nonato.

La cámara de ejecución que los espera, nunca se ha usado.

Fue construida en 2008 para responder a las inquietudes planteadas por los tribunales acerca de la metodología de ejecución usada en California y el riesgo de que el equipo utilizado ofreciera una muerte dolorosa. Una luces brillantes iluminan una camilla verde de ejecución, ubicada detrás de un vidrio con agujeros en la pared a través de los cuales personas no visibles inyectan vía intravenosa la dosis letal

Huele a pintura nueva.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

Anuncio