Anuncio

Una epidemia secreta: Lesión cerebral entre las víctimas de violencia doméstica

Share

En los últimos años la ciencia médica ha descubierto el alto riesgo y los efectos devastadores de la lesión cerebral traumática o TBI, por sus siglas en inglés, entre los soldados de combate de los Estados Unidos y los atletas, especialmente los jugadores de fútbol americano y hockey. ¿Qué pasaría si una población considerablemente más numerosa también estuviera sufriendo estos efectos: las mujeres y los niños que viven con las consecuencias de la violencia doméstica?

Hasta donde logro recordar, mi madre tomaba aspirinas todos los días, quejándose de dolores de cabeza insoportables. A veces se encerraba en el dormitorio con las luces apagadas y me pedía que me llevara a mis hermanos afuera porque no podía tolerar el ruido. Conforme fue envejeciendo, sus siestas se hicieron más largas y su sensibilidad a la luz y al ruido se intensificó. Para cuando tuvo 50 años, su memoria había comenzado a fallar.

El día que finalmente me pidió que la alejara de mi padre, la encontré en un estado peor de lo que jamás la había visto. Apenas podía ponerse de pie. Se arrastraba de una habitación a otra mientras mi padre la ignoraba.

Anuncio

Sus médicos hacían la misma pregunta una y otra vez: “¿Qué tipo de trauma en la cabeza ha sufrido tu madre?” Siempre respondí lo mismo: “Más de 40 años de trauma severo y continuo”. Se enfocaron en el tratamiento de sus síntomas físicos. Ignoraron su historia de abuso violento por parte de mi padre.

Mi madre nunca jugó un deporte violento o luchó en una guerra. Pero las agresiones que sufrió en su cabeza y su cuerpo eran por lo menos tan graves como aquellas experimentadas por los atletas y los soldados, y los efectos eran los mismos. Cuando terminaron todas las pruebas, el neurólogo nos dijo que mi madre estaba sufriendo de enfermedad de Alzheimer moderada a severa. El traumatismo craneal había sido tan grande y tan consistente que había muy poco que podían hacer.

Mi madre murió en junio de los efectos debilitantes de su abuso. Estaba recibiendo cuidado de hospicio -- permanecía en cama, incapaz de hablar o reconocer a sus hijos.

Existen pocos estudios empíricos sobre la prevalencia del TBI entre las mujeres y los niños afectados por la violencia doméstica. Pero hasta ahora, la evidencia indica claramente una epidemia silenciosa, con importantes consecuencias para la salud pública.

Un estudio del 2001 encontró que el 67% de las mujeres que buscan apoyo médico de emergencia por las lesiones derivadas de la violencia doméstica tenían síntomas relacionados con el TBI, y el 30% informaron pérdida de la conciencia.

Una encuesta realizada en el 2002 a tres refugios de violencia doméstica encontró que el 92% de las mujeres habían sido golpeadas en la cabeza por sus parejas. Aplicando esta cifra a nivel nacional, el tamaño de la población potencialmente afectada sería sorprendentemente alto: alrededor de 20 millones de mujeres expuestas al riesgo de TBI cada año y, dada la asociación documentada entre el abuso de la pareja y el maltrato infantil, millones de niños más.

Los refugios de violencia doméstica generalmente no examinan a los clientes por TBI, y los miembros del personal no están capacitados para abordarlo. Como resultado, pueden inadvertidamente empeorar las cosas para aquellas personas que han sufrido TBI al exigirles participar en programas de actividades físicamente exigentes inmediatamente después de su llegada.

Existen abundantes pruebas anecdóticas de la relación entre la violencia doméstica y el TBI en historias como la de mi madre, pero debemos investigar aún más. Debemos acumular datos, desarrollar protocolos de detección y programas de tratamiento apropiados, y aumentar la sensibilización en los refugios y los centros de violencia doméstica de nuestra nación. Debemos tratar la violencia doméstica como la emergencia que es, una que deteriora la capacidad de los afectados para participar plenamente en la fuerza de trabajo, en la educación y en sus comunidades.

Hoy, sigo afligida por la muerte de mi madre, la cual fue demasiado pronto y lejos de ser pacífica. Pero estoy inspirada por la idea de que con una estimación precisa de la relación entre la lesión cerebral traumática y la violencia doméstica, otra familia podría evitar tal destino.

Maria E. Garay-Serratos es directora ejecutiva del Centro Sojourner, un refugio de violencia doméstica en Phoenix. En junio, el centro lanzó el Programa BRAIN para la investigación y el tratamiento de lesiones cerebrales traumáticas en las mujeres y los niños víctimas de la violencia doméstica.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

Anuncio