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Una elección general entre Clinton y Trump plantea una pregunta: ¿A quién se le odia menos?

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Victorias trascendentales en las elecciones primarias del martes llevaron a Hillary Clinton y Donald Trump a estar más cerca de una confrontación en noviembre en la que el argumento más fuerte que cada uno puede hacer es la amenaza que representa el otro.

Juntos, Clinton y Trump son los dos candidatos a la presidencia menos populares que se recuerde, y ambos se están movilizando para mejorar su imagen en las elecciones generales.

Pero se les conoce tan bien, y al funcionar en un entorno tan polarizado políticamente, sus esfuerzos podrían servir solo para hacer pequeños ajustes.

Ambos candidatos hicieron llamados a la unidad dentro de sus partidos en sus discursos de victoria del martes por la noche, y luego se atacaron el uno al otro. Eso vaticinó una batalla de brutal negatividad en las elecciones generales, que amenaza con enajenar a los votantes e incrementar la polarización partidista.

El ganador podría ser el candidato al que Estados Unidos odie menos.

Clinton atacó a Trump durante su discurso al referirse en su propio estilo al lema de su rival, haciendo un llamado a “construir un Estados Unidos donde todos juntos podamos crecer, un Estados Unidos donde nos apoyemos el uno al otro en vez de derribarnos el uno al otro”.

Y el magnate le devolvió el favor en su discurso, diciendo que Clinton “será horrible, absolutamente horrible” para la economía y la política exterior.

“Ella no será un buen Presidente. Ella no tiene la fuerza ni la resistencia”, dijo.

Ganando delegados al por mayor, Clinton y Trump ya han demostrado que tienen el apoyo sustancial en sus partidos. El problema para ambos es que necesitan un apoyo más amplio para ganar en noviembre, y llegar a diferentes grupos es considerablemente más difícil en una nación donde la gente se ha ido hacia los extremos ideológicos. Menos votantes permanecen en el medio que en el pasado. Y persuadir a cualquiera de ellos será complicado para los dos punteros debido a quienes son.

En una encuesta de abril de NBC News/Wall Street Journal , sólo alrededor de una cuarta parte de los estadounidenses tenían una visión favorable de Trump. Eso significaría estar condenado para cualquier otro candidato —y bien podría serlo—, excepto que Clinton tenía calificación favorable entre aproximadamente solo un tercio del país. En otras palabras, la mayoría de los estadounidenses les tiene aversión a ambos.

“Va a ser un reto extraordinario para ambas campañas mover sus números del lado positivo”, dijo Neil Newhouse, un encuestador republicano que se enfrentó a la misma dificultad en 2012 cuando trabajó para el candidato del partido republicano, Mitt Romney. “Va a tomar mucho más que millones de dólares en anuncios de campaña para cambiar la imagen de esos dos”.

Para mejorar su imagen entre los demócratas renuentes y que otros la consideren, Clinton casi ha dejado de criticar a su retador, el senador de Vermont Bernie Sanders, y el martes por la noche ofreció halagos hacia él y sus partidarios.

Ella también ha comenzado a mostrar anuncios con mayor toque emocional, y ha presentado proyectos específicos y exigió en discursos recientes que la obliguen a cumplirlos —un modo de establecer una estructura fresca para una candidata cuya honradez ha sido cuestionada aún dentro de su propio partido.

Sanders se mantendrá en la carrera hasta las elecciones primarias de junio. Pero él sugirió en un comunicado el martes por la noche que sus fuerzas se enfocarán hacia la convención para influir en la plataforma de partido, no a luchar por la nominación.

Trump el martes ofreció su usual combinación de dos pasos: insultar a sus adversarios mientras promete aumentar los empleos a nivel nacional y mejorar la economía, todavía el tema más importante para los votantes, ocho años después de la recesión.

Pero él también buscará extender su atractivo. El miércoles comenzó a llenar los huecos en sus propuestas de política y experiencia política con un discurso sobre la política exterior en Washington. En una entrevista prevista para mayo, él se sentará para una larga charla de televisión con Megyn Kelly, la conductora de Fox News a la que ha despreciado por meses.

Trump enfrenta continuas batallas con el senador de Texas Ted Cruz, quien lo está retando no solo en las urnas sino también en escaramuzas por los delegados en cada estado; y el gobernador de Ohio John Kasich. Los retadores republicanos llegaron a un acuerdo para darle a Cruz rienda suelta en la primaria de la próxima semana en Indiana, y Kasich en carreras posteriores en Oregon y Nuevo México.

Pero la barrida 5 de 5 de Trump del martes fue una revancha contra los dos precandidatos, que pone intensa presión sobre ellos para ganar en grande —y rápido—. Incluso entonces, ninguno puede ganar la nominación rotundamente antes de la convención.

Los resultados del martes ampliaron considerablemente el margen de Trump entre delegados, disminuyendo las posibilidades de una acertada insurrección contra él en la convención de verano.

“Una vez que se tiene un concurso de elecciones generales, es muy claro”, dijo la encuestadora demócrata Anna Greenberg. “ Muchas de las personas indecisas entre Trump en el Partido Republicano y Hillary en el Partido Demócrata van a ser forzadas a decidir a quién apoyan.... Será el bien contra el mal en ambos lados”.

Trump parece tener la tarea más complicada. Clinton tiene que ganarse a los votantes jóvenes que han apoyado a Sanders y han formado la mayor parte de la base votante del presidente Obama. Pero ella tiene al resto: mujeres, afroamericanos y latinos. Y ella no es Trump.

Trump, sin embargo, tiene que balancear el entregar el mensaje crudo y desenfadado que atrae a los votantes que ya tiene, con las posturas más presidenciales deseadas por los votantes que él necesita.

Durante semanas, su equipo ha prometido la llegada de un nuevo y más presidencial Trump. Pero el mismo candidato dejó en claro en sus declaraciones del martes por la noche que él en realidad no quiere cambiar su persona, temiendo el impacto en los votantes que se presentan por miles a sus eventos y que semana tras semanas le entregan victorias.

“Él tiene un desafío de consolidación interno más grande que el de ella, y él tiene que rehabilitarse más”, dijo Greenberg. “Hillary Clinton no ha ido por ahí insultando a la gente”.

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