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Parece que a nadie le importa, que es tan solo un asesinato más en el sur de Los Ángeles

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Fue la cuarta vez en dos días de la semana pasada, que un joven afroamericano fue asesinado por otras personas de su raza en el sur de Los Ángeles. Pero tal evento no causó mayor consternación. Como tampoco la causó el de una adolescente de 16 años, ni el de un muchacho de 20 sobre la 81st y Avalon, o el del joven de 17 años en la 83rd y Main Street. La muerte a balazos de Gerrik Thomas, el pasado 25 de enero, a excepción de su familia, amigos y la Policía de Los Ángeles, solo se trató de otro asesinato en L.A.

Thomas, de 21 años, había ido al mercado a comprar una soda. Mientras caminaba de regreso a la casa de su bisabuela, a pocos metros de la esquina entre la calle West 54th y la avenida 9th, fue molestado —tal vez le preguntaron, en tono amenazador, “¿De dónde eres?”— por dos hombres casi de su misma edad que iban pasando en un carro.

Él no les contestó y le llamó a su madre. Momentos después, según la policía, en la esquina frente a un M & J 100% Hand Car Wash, el carro se detuvo. Los dos sujetos salieron. Uno agarró a Thomas y el otro le disparó en la cabeza. El joven fue declarado muerto en el Hospital de California.

No habrá marchas de protesta organizadas en memoria de Thomas. No habrá calles bloqueadas en el downtown; las entradas al Harbor Freeway seguirán abiertas. Ningún ciudadano enfurecido exigirá el arresto, juicio y sentencia de los responsbles por su muerte.

Entiendo el agravio cuando un policía mata a un civil desarmado, entiendo la furia cuando un video muestra lo que parece un tiroteo innecesario y excesivo por parte de la policía. Pero lo que no entiendo es por qué la muerte de Gerrik Thomas a pocos les importa. ¿Por qué su innecesaria muerte no es un historia? ¿Por qué la comunidad, los activistas sociales, los medios y los políticos están casi callados?

¿Significa que la muerte de Thomas es aceptable? ¿Simplemente es algo de todos los días en el sur de Los Ángeles?

He estado escribiendo de asesinatos entre pandilleros en Los Ángeles por más de 25 años, y sé que esas muertes no son aceptables para sus familias en la calle Grape, la avenida Success, o la avenida Brynhurst. Su dolor no podría ser más profundo. Sé que la respuesta es “no” para Reggie Sims, intervencionista entre pandillas en Jordan Downs, cuando se le pregunta sobre la falta de reacción sobre la muerte de su hijo hace varios años: “¿Solo porque fue otro chico negro el que le disparó, entonces está bien?”. He escuchado esa pregunta de al menos 100 distintos parientes de la víctima.

Como forma de reacción, les diré un poco sobre Gerrik Thomas.

Si le preguntan a 20 de sus amigos y familiares acerca de él, todos dirán algo sobre su sonrisa.

Otros podrían describir el tatuaje en su antebrazo derecho—“Demicha”—, el nombre de su madre. Unos más hablarán sobre cómo tomaba el autobús para ir a trabajar como guardia de seguridad cerca del aeropuerto o en el Museo de Arte del condado de Los Ángeles. Sobre lo respetuoso que era. Que fue a la secundaria Daniel Webster y a la preparatoria Crenshaw. Que soñaba con ser doctor y estaba inscrito en Los Angeles Trade Tech para aprender enfermería. Pero todos hablarán de su sonrisa.

“¿Quién le haría algo así?”, preguntó su amiga Shonda Smith, mirando las decenas de veladoras puestas en el lugar donde fue asesinado. “No era el tipo de muchacho que siquiera tendría un altercado con alguien. Era un buen chico. Un amable y querido joven. Y esa sonrisa suya. Su sonrisa iluminaría un sombrío día. No puedo creer que se ha ido”.

“Incluso cuando Gerrik había tenido un mal día, cuando sabía que algo lo estaba molestando, él todavía tenía esa hermosa sonrisa”, dice su tía abuela Karon Stinson. Ella se encontraba en el pórtico de la casa de su bisabuela dos días después de su muerte. La “abuelita”, en silla de ruedas, estaba de acuerdo en lo de su sonrisa.

El detective de homicidios del LAPD, Christopher Barling, dijo que Thomas no era un pandillero; no tenía antecedentes. Es una desgracia que cuando un asesinato sucede al sur del Freeway 10, a menudo se asume que la víctima era un pandillero.

Demicha Lofton-Thomas, madre de Gerrik, puso una declaración en Facebook. Aquí un extracto de ella:

“El lunes 25 de enero de 2016, a las 6:30, mi mayor miedo se convirtió en realidad. Mi hijo Gerrik Thomas fue víctima de un crimen violento. [Él] me acababa de llamar por teléfono a las 6:24, y dijo que un tipo lo estaba molestando. Hablé con él por un par de minutos sin saber que sería la úItima vez que escucharía su voz. A las 6:33 recibí una llamada... Escuché todos los lamentos a lo lejos... Lo sentí en mi corazón. Mi estómago comenzó a dolerme. Mis piernas empezaron a debilitarse como si se fueran a derrumbar”.

Quien tenga información sobre el asesinato de Thomas puede llamar anónimamente a la División de Homicidios de pandilleros, al (323) 786-5100. La familia de Thomas abrió una página para ayudar con sus gastos funerarios: www.gofundme.com/long-live-gerrik. Si todavía no lo has entendido, la vida de Gerrik Thomas importa.

Michael Krikorian es el autor de la novela “Southside”. www.krikorianwrites.com. Twitter: @makmak47

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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