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Tras 10 años, vecinos de una perforación petrolera en Wilmington se quejan de los problemas de salud y medio ambiente

Una bomba extrae petróleo de la tierra en un vecindario de Wilmington. ()

Una bomba extrae petróleo de la tierra en un vecindario de Wilmington. ()

(Rick Loomis / Los Angeles Times)
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Hace una década, planificadores urbanos de Los Ángeles le dieron permiso a una compañía de energía para perforar hasta 540 pozos y producir hasta 5,000 barriles de petróleo al día en una propiedad de Wilmington, al lado de un campo de beisbol infantil y a unas cuadras de un área residencial.

Los siguientes años fueron, en palabrtas de un vecino, “un verdadero infierno”. La gente que vive cerca se quejó de malos olores, quema de gas, polvo aceitoso, ruido permanente, tránsito por camiones de diesel y vibraciones que han dañado la estructura de sus casas. Ellos dicen que la quema de gas les provoca náuseas, dolores de cabeza y comezón en los ojos.

En respuesta, la junta regional de calidad del aire emitió ordenes para detener las flagrantes violaciones. El departamento de planificación impuso nuevas condiciones —pero reiteró su apoyo a las perforaciones—.

“En tiempos en que la dependencia del petróleo extranjero conlleva un costo social, económico, político y humano más alto, se puede decir que esta aprobación, al alentar y facilitar la producción local de petróleo, bajo estrictos controles... será para un beneficio directo de la conveniencia y bienestar del público en general”, escribió el administrador asociado de zonificación que supervisa la revisión del proyecto.

Los vecindarios de minorías y la clase trabajadora en Wilmington y el sur de Los Ángeles por años han estado plagados de malos olores, ruido y tierra por los trabajos de excavación que prácticamente están en su jardín trasero. Pero residentes y activistas argumentan que la respuesta de las autoridades a esos problemas ha sido lenta e inadecuada.

Dicho sentir ha empeorado desde que hubo una fuga de gas en Porter Ranch, una distinguida comunidad en el Valle de San Fernando.

La fuga fue tan grande que obligó a miles de residentes a salir de sus casas, algunos de ellos quejándose de hemorragias nasales, dolores de cabeza y náuseas. En las siguientes semanas, ese incidente se convirtió en una causa célebre para los políticos. Southern California Gas Co., que controla el pozo de donde se originó la fuga, cubrió los costos de la reubicación temporal de los residentes en moteles y casas rentadas.

Activistas dicen no envidiar la atención que atrajo Porter Ranch, pero lamentan que los problemas en sus vecindades no tengan un nivel similar de atención.

Residentes del sur de L.A. y Wilmington “están sujetos a similares emisiones y compuestos, como el cancerígeno benceno, además de los mortales químicos como el ácido hidroclórico transportado en camiones y bombeado en sus vecindarios”, dijo Gladys Limón, una de los abogados de Comunidades para un Mejor Medio Ambiente, que representa a grupos que recientemente han presentado demandas desafiando las aprobaciones de perforación de petróleo de la ciudad en vecindarios de minorías. “Aún así, esos residentes no han tenido audiencias similares, nadie les ha ofrecido asistencia para reubicarse. No ha habido un monitoreo médico y nadie ha puesto en duda la práctica misma de perforación en su vecindario”.

Activistas apuntan a los problemas en el terreno de AllenCo Energy en el sur de L.A. y la contaminación de Exide Technologies. La instalación de reciclado de baterías de Exide en Vernon por décadas ha regado polvo tóxico de plomo en Huntington Park, Boyle Heights y otros vecindarios, probablemente habiendo contaminado los jardines de hasta 10,000 casas antes de que las autoridades estatales se movilizaran para cerrar las instalaciones y lanzar un trabajo de limpieza que, según los residentes, ha sido lento y de recursos insuficientes.

Y tomó tres años y cientos de quejas de emisiones y contaminación del aire debido a la descontrolada producción petrolera de AllenCo, antes de que la Agencia de Protección Ambiental lanzara una investigación en 2013 y la compañía detuviera sus operaciones de perforación.

Las autoridades dicen que el manejo de la fuga en Porter Ranch fue justificado por su enorme alcance y duración. “Representó mucho más que una situación sumamente urgente” que la constante exposición de bajo nivel en otras comunidades, dijo el doctor Cyrus Rangan, toxicólogo médico del Departamento de Salud Pública del condado de Los Ángeles.

Barry Wallerstein, director ejecutivo regional del Departamento de Calidad del Aire de la Costa Sur, hizo una señalamiento similar. “No es apropiado comparar una fuga de gas natural masivo en curso que contiene mercaptanos y otros agentes contaminantes potencialmente de preocupación, a las liberaciones periódicas que ocurren en un yacimiento petrolífero... Son dos eventos de una magnitud distinta”.

Pero el distrito atendió con seriedad las quejas comunitarias sobre las instalaciones en Wilmington, indicó Wallerstein. “Pasé un tiempo considerable en este asunto. Mi personal inviertió tiempo. Al momento de las quejas salí y visité los vecindarios”.

Funcionarios de planificación de L.A. se negaron a comentar al respecto, argumentando la demanda en curso por la perforación de petróleo.

Manuel Pastor, director del Programa de Equidad Ambiental y Regional de USC, dijo que las quejas de los residentes hablan de las injusticias ambientales que por mucho tiempo han afectado a Los Ángeles.

Él las atribuyó en parte a los patrones de uso históricos de la tierra. Pastor también dijo que las industrias contaminantes se asientan en comunidades de minorías pobres, no solo porque la tierra es más barata, sino porque pueden esperar menos objeciones políticas.

Muchos de quienes viven en los vecindarios de minorías en L.A. no son dueños de sus casas o tienen problemas para hablar inglés. Y algunos están en el país ilegalmente, lo que los hace renuentes a presentar quejas ante las autoridades.

Cuando Warren E&P Inc. compró la perforadora de Wilmington en East Anaheim Street en 2005, había nueve pozos operando en la propiedad de 10 acres, que había estado produciendo petróleo desde los años 30. Para incrementar la producción, la compañía propuso usar técnicas de perforación direccionales para cavar miles de pies bajo las áreas residenciales e industriales a su alrededor.

Sin conducir una profunda revisión ambiental del proyecto, el departamento de planificación de L.A. le dio a Warren la autorización para perforar, por más de 12 años, hasta 540 pozos en la propiedad, bajo la condición de que la compañía retirara progresivamente 56 de los cientos de pozos de petróleo dispersados por todo Wilmington.

“Creía que eso removería los pozos que se habían propagado por Wilmington y que serían reemplazados en un solo lugar, y que ellos iban a construir pequeños parques por todos lados”, dijo la representante Janice Hahn (San Pedro), quien en aquel entonces representaba a Wilmington en el Concejo de la Ciudad de Los Ángeles y respaldó el proyecto. “Era una alternativa atractiva”.

Hasta que las perforaciones comenzaron.

Sylvia Moreno, de 57 años, compró su casa cerca de Lecouvreur Avenue en 1991. “Era tranquilo hasta que la torre [de perforación] se construyó”, recuerda. “Nadie sabía lo que estaba pasando hasta que las casas comenzaron a vibrar”.

Sophia Romero, de 28 años, dijo que sus problemas respiratorios empeoraron después de que ella y su madre se mudaron a una casa en la calle de enfrente de la propiedad de Warren hace 10 años. Ella desarrolló una tos crónica que algunas veces era tan mala que escupía sangre y debía ser llevada a la sala de emergencias.

“He tenido un pulmón colapsado dos veces”, recuerda Romero. Cuando las perforaciones comenzaron por primera vez, el olor a huevo podrido en el agua de la llave era tan fuerte que las Romero no podían tomarla y se tenían que bañar con la nariz tapada.

Después de que los vecinos llevaron sus quejas a la oficina de Hahn y la organización de Limón, la ciudad reabrió el caso de la zonificación en 2008. La junta de calidad del aire encontró que Warren estaba violando su permiso de llamaradas de gas y emitió una orden de disminución.

Warren entregó cupones de lavado de carros y ventanas, y pavimentó el área de producción para disminuir el polvo. Hahn —quien ya no cree que una perforación de esa magnitud sea apropiada cerca de una zona residencial— dice que la compañía también instaló ventanas de doble panel y filtros de aire en algunas casas adyacentes.

Pero la ciudad permitió que Warren siguiera sus actividades de perforación y producción las 24 horas del día, siete días a la semana, incluidos los días feriados. Peticiones de que la empresa debería pagar por monitoreo independiente de ruido, aire y vibración, y muestreo de agua en el vecindario no fueron atendidas.

El año pasado, Warren extrajo entre 2,500 y 3,000 barriles de petróleo al día. A la fecha, la compañía ha perforado alrededor de la mitad de los pozos permitidos. Dados los precios de petróleo a la baja, la empresa no tiene planes a corto plazo de perforar más, dijo Dan Collins, vicepresidente de la compañía dueña de Warren.

En tanto , los vecinos dicen que el ruido y las emisiones ya no son tan malas como solían ser, pero todavía tienen problemas.

“A mi hija le acaba de salir una erupción alrededor de los ojos”, dijo Jennifer Castillo, mostrando fotografías de los ojos hinchados de su hija de 7 años. “A ella le gusta montar en bicicleta por toda la calle. La tuve que llevar a la sala de urgencias. El doctor dijo que fue provocado por algún tipo de toxina aerotransportada que le irritó la piel”.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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