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Sirvió como hombre a las Fuerzas Armadas, y ahora también como mujer

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Cuando Ellie Lader despertó esa mañana de domingo, su esposa estaba sentada en la cama mirando su teléfono.

“No leas las noticias de hoy”, dijo ella en un tono sombrío.

Otro tiroteo masivo. Cincuenta muertos y docenas de heridos en un club nocturno gay en Orlando, Florida.

Ellie, de 31 años de edad, veterano de la guerra de Irak, fue a la computadora de la pareja y comenzó a escribir en su página de Facebook:

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“He estado titubeando sobre cómo decir esto y creo que hacerlo directo es lo mejor. Hablé con un reclutador de la Fuerza Aérea para que me diera de alta para estar activa y me diera una misión, porque eso es lo que necesita la Fuerza Aérea”.

Ella había estado debatiéndose si debía volver a las fuerzas militares y le daba vueltas a un “sinnúmero de factores”.

“Ninguno de los otros factores que estaba considerando importaba”, escribió Ellie. “Yo sabía que se me necesitaba después del 9/11. Sé que se me necesita ahora”.

A ella le había llevado años llegar a este punto. En el camino, había tenido momentos de dudas y temores.

Y ella todavía no sabe si se le permitirá volver a las filas.

Es un viaje que comenzó el 19 de julio de 2012 cuando un hombre llamado Don Lader llevó a su esposa a una proyección de medianoche de la nueva película de Batman en un cine de Aurora, Colorado.

Don y Jacqueline Lader habían comprado bebidas extra grandes y se instalaron en sus asientos habituales, -en la octava fila- para el estreno de “Batman: El Caballero de la Noche Asciende” (“The Dark Knight Rises”). Habían pasado cerca 20 minutos de la película, cuando una rendija de luz a la derecha de la pantalla atrajo su atención.

James E. Holmes, uno de los pistoleros más mortíferos en la historia de Estados Unidos se había deslizado a través de una salida de emergencia y lanzó un par de botes de gas en el interior del teatro lleno de gente.

Algunos espectadores pensaron que era parte del entretenimiento, pero los Lader, ambos veteranos de la Infantería de Marina reconocieron al instante el olor acre del gas lacrimógeno.

Sonaron los primeros disparos, Jacqueline se dejó caer en el suelo y Don se lanzó encima de ella. Hubo explosiones a su alrededor. Luego, el silencio. Una de las armas del tirador se había atascado.

Don empujó a su esposa hacia el pasillo y gritó, “¡Corre!”

Doce personas murieron y 70 resultaron heridos esa noche.

Don y Jacqueline habían sido entrenados para hacer frente a los disparos en Irak. Pero después de la violencia en uno de sus lugares preferidos, a 10 minutos de casa, ambos buscaron asesoramiento de un terapeuta del Departamento de Asuntos de Veteranos.

Las pesadillas no se detuvieron. Don no podía perdonarse a sí mismo por no haber ido a la parte trasera del teatro para tratar de salvar a más personas.

Se mudaron a San Diego con la esperanza de hacer una nueva vida. Don comenzó en la escuela de derecho, pero no se acopló. Ni tampoco, -al parecer-, había algo más que pudiera intentar.

Se mudaron a Arizona y compraron una casa de dos pisos en los suburbios, a una hora de Phoenix. Está cerca de la familia de Jacqueline y de su hija de un matrimonio anterior.

Aún así, Don se sentía miserable y Jacqueline no podía entender el por qué.

¿Él era bisexual?

Sí, eso es todo, dijo. Tenía que ser eso.

Don creció en un hogar abusivo, donde dijo que fue anulado de cualquier intento de expresar su feminidad. Su decisión de unirse a la Marina a los 18 años fue en parte un intento de “ser un hombre”. Si se hubiera corrido la voz de que se sentía como una mujer, ello podría haber destruido su carrera.

Aún así, Jacqueline se mantuvo presionando. Una noche él confesó la verdad.

El 26 de mayo de 2015, pocas semanas después de que la pareja celebró su séptimo aniversario de boda, una nueva foto apareció en lo que había sido el perfil de Facebook de Don.

Había desaparecido el hombre corpulento con el pelo revuelto y una barba tupida y oscura. En su lugar: una mujer perfectamente peinada que llevaba pendientes colgantes y un toque de lápiz labial de color rosa.

Su nombre: Elliot Jane Lader, en honor a la novelista femenina del siglo XIX que escribió bajo el seudónimo de George Eliot.

“Todos los días en los que no estaba viviendo al máximo era otro día que James Holmes todavía tenía el control de mi vida”, dijo Ellie. “Tuve una segunda oportunidad en la vida. ... ¿Por qué debería dejar que el miedo se interponga en mi camino y el ser quién soy?”

Jacqueline, de 31anios de edad, abrazó la transición de Ellie. Era, en cierto sentido, una salida para ella misma.

“He sido gay toda mi vida”, dijo. Pero lo había mantenido en secreto mientras estaba en la Infantería de Marina. La política de “no preguntes, no digas” que prohibía a gays y lesbianas de servir abiertamente en las fuerzas armadas, todavía estaba en efecto.

Poco después de comenzar la transición, Ellie se inscribió para las clases en una escuela que enseña “artes curativas”, herbolaria, masajes, belleza. ¿Qué mejor lugar, -se dio cuenta- para aprender sobre ser una mujer?

A través del sistema de salud de VA, ella encontró un endocrinólogo comprensivo que la metió en terapia de reemplazo hormonal. El VA no cubre cirugías de reasignación de género, sin embargo, la pareja tuvo ahorrar casi $5,000 para extirpar los testículos de Ellie.

Luego vinieron los tratamientos con láser para eliminar su vello facial. “Esa fue nuestra devolución de impuestos”, dijo Jacqueline.

Aún así, cuentan que ellas mismas pueden considerarse afortunadas. Muchas personas transgénero no pueden pagar los tratamientos que necesitan para expresar plenamente sus identidades. En cuestión de meses, Ellie comenzó a desarrollar las curvas que quería. Su rostro se suavizó. Perdió peso y creció su corto pelo liso alrededor de la cabeza con mechones en la parte delantera.

Se sentía diferente, también.

“Nunca he llorado tanto en mi vida”, dijo. “Nunca he llorado tantas lágrimas de alegría”.

Era el momento de decirle la verdad a Julia, la hija de Jacqueline.

Mientras Ellie estaba en la escuela, Jacqueline se sentó con la niña de 8 años de edad frente al televisor y le mostró sus informes de noticias sobre niños transgénero. Jacqueline preguntó ¿Qué pensarías si papá se sintiera de esa manera?

Cuando Ellie llegó a su casa, Julia corrió hacia ella y la abrazó.

“Siento que hayas tenido que ocultarlo por tanto tiempo”, dijo la niña.

La respuesta de los militares amigos de la pareja también fue un apoyo abrumadoramente mayoritario. Otros no han estado tan dispuestos a aceptarlo.

Cuando Ellie comenzó a usar ropa de mujer, algunos niños del barrio la miraban y se reían de ella. Hombres desconocidos le hicieron proposiciones en el estacionamiento de la tienda de comestibles. Un compañero de estudios la tocó durante una clase de masaje.

Ella nunca se sintió tan vulnerable.

No importa que ella haya servido dos períodos en Irak. “Soy una mujer transgénero”, dijo. “Es lo que la gente ve primero”.

Ahora Jacqueline es la que trata de proteger a su esposa del peligro.

Durante un tiempo, ella no dejó salir sola de casa. Ella se preocupa ir tomadas de la mano en público. Ella no quiere llamar la atención, en caso de que alguien se dé cuenta de que Ellie es transexual.

“Es más seguro que la gente nos perciba aquí como homosexuales”, dijo.

Ellie se había convertido en una terapeuta de masaje con licencia, pero algo le faltaba. Dos días antes de la matanza de Orlando, le dijo a un reclutador de la Fuerza Aérea sobre el tiempo que sirvió en la Infantería de Marina y la Fuerza Aérea. Ella no le mencionó el cambio de sexo.

La política del Pentágono abiertamente había prohibido reclutar a las personas transgénero en el servicio militar.

El jueves, el Secretario de Defensa, Ashton Carter anunció la prohibición está siendo levantada, con la plena aplicación del cambio de política previsto para julio de 2017.

Ellie sabía que venía el cambio, pero la espera para ella fue exasperante.

“Mi conjunto de habilidades sigue siendo necesario; soy capaz, y, por lo tanto, en lo que a mí respecta, estoy obligada a ayudar”, dijo antes del anuncio. “Y esta vez sé que puedo hacerlo mejor - porque yo soy lo que soy ahora. No tengo que ocultar mi verdadero yo “.

Días después del tiroteo de Aurora, cuando Jacqueline y Don buscaron a tientas palabras para describir el horror, hicieron una observación tranquila.

“No tengo miedo de morir”, dijo él en aquel entonces. “Tengo miedo de no vivir”.

Ellie dice que después de Orlando, ella finalmente entiende lo que eso significa.

Cuando el hombre armado abrió fuego en el club nocturno Pulse, ella sentía como si estuviera apuntando directamente a su familia. Peor aún, se sentía como partes del país se encogían de hombros.

La pareja vio la bandera de las Barras y las Estrellas ondeando a media asta en algunos edificios. Pero otras banderas estaban ondeando por todo lo alto, como si nada hubiera sucedido. Se preguntaron: ¿La reacción hubiera sido la misma si las víctimas no hubieron sido gays?

Ellie decidió que tenía que levantarse, no sólo contra el terrorismo islámico, sino contra el extremismo en todas sus formas.

Al día siguiente de la matanza de Orlando, Ellie volvió a llamar al reclutador. Ella le contó sobre el cambio de sexo y dijo que sabía que tendría que esperar para servir, si ella aún puede cumplir con los requisitos físicos. Pero ella le pidió que de todos modos le enviara la documentación.

Cuando la política cambió, ella quería tener su paquete listo.

Ellie Lader, a la derecha, con Jacqueline, decidió que tenía que levantarse, no sólo contra el terrorismo islámico, sino contra el extremismo en todas sus formas. (Robert Gauthier / Los Angeles Times)

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