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¿Qué se siente viajar en el auto de Google de conducción autónoma?

Los autos de Google, de manejo autónomo, parece de juguete pero son muy espaciosos.

Los autos de Google, de manejo autónomo, parece de juguete pero son muy espaciosos.

(AFP / Getty Images)
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Google no es un laboratorio súper secreto para sus proyectos especiales, Google X, se encuentra ubicado en un centro comercial cerca de Mountain View, California.

Es una azotea alguna vez utilizada como estacionamiento que es ahora usada como un campo de pruebas para su nada tan secreto auto de conducción autónoma.

El martes, la compañía ofreció a reporteros una extraña muestra de su auto.

El prototipo se veía más como un juguete que un auto real. Un tablero amplio mostraba lo que el auto podía hacer reemplazando el volante. Dos botones para prenderlo y apagarlo reemplazan el freno de mano. Aparte de verse como un juguete los dos asientos eran muy espaciosos.
Aminoraba la velocidad y se detenía cuando advertía la presencia de peatones o ciclistas, los cuales Google había colocado a lo largo del estacionamiento. Incluso señalaba con luces antes de dar alguna vuelta.

Los Angeles Times me envió, de toda la gente del equipo editorial, para probarlo. Yo era, bromeaban los editores, la persona más calificada para realizar la prueba con el auto autónomo.

En Australia, lugar donde nací, reprobé el examen dos veces. La primera vez porque no miré sobre mi hombro en tres ocasiones cuando daba vuelta a la izquierda (¡oh, vamos!). La segunda ocasión porque excedí el límite de velocidad en una zona escolar, ignoré señales viales y di vuelta en el camino opuesto mientras trataba de cambiar de líneas (ok, eso está bien).
De acuerdo con mi instructor yo no “estaba lista”. De acuerdo a un amigo solamente era terrible.

Nada de eso me afectó. Pensé, ¿cuándo voy a necesitar manejar?
Podía contar en el transporte público en Sidney.

Entinces me mudé a California.

Parece quue todos en California pueden manejar -inclusive si no tienes un auto. Así que se extrañan cuando conocen a alguién que no maneja.

Esto incluso salió a relucir durante mi entrevista de trabajo en The Times.

“¿No tienes un auto?”, un editor me preguntó.
“No”.

“Considerarías tener uno”.
“Bueno, primero tendría que aprender a manejar”.
“Ya veo”.

“No te preocupes, Google pronto tendrá autos autónomos”.
“Correcto”.

No estoy segura de creer lo que estaba diciendo pero rápidamente en un tema recurrente cualquier tiempo en salían a relucir mi falta de talento para manejar.

Si, Google estaba construyendo un auto de conducción autónoma, nadie lo iba a poner en duda. ¿Pero alguna vez tendriamos la oportunidad de conocerlo? ¿Algún día iba a ser aprobado y ponerse a disposición de gente como yo?

Sentada durante esa entrevista, sudando, no tenía ninguna idea.

“Dios, eso espero”, pensé.

El auto que se maneja asimismo

Yo había considerado aprender a manejar al mudarme a California. Y eso me me ha dado miedo en cada ocasión.

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La primera ocasión me recuerdo genuinamente preosupada cuando me senté en el auto mientras el conductor daba vuelta a la derecha en una luz roja. En Australia, nos enseñan que una red roja significa alto y una verde significa adelante. Sin excepción. No estaba lista para aceptar lo contrario.

La segunda vez, me encontraba en tráfico entre el LAX y el centro de L.A.. El auto avanzaba lento y todos sonaban sus claxons. El taxista solo miraba tan fuerte que yo pensaba que se iba a lastimar a él mismo.

“¿Un mal día?T, le pregunté.

“Asi es todo el tiempo”, me dijo. “Bienvenida a California”.

El tercer día, me atemoricé al analizar los costos de comprar un auto –el auto, el mantenimiento, registro, seguro. Un día escuché a un amigo decir que tenía que pagar por sus placas y obtener unas estampillas del DMV, no sabía de lo que estaba hablando pero me di cuenta que si compraba un auto me ataría a una deuda.

Investigadores dicen que soy buena compañía entre mis amigos. Los conocidos como ‘milenarios’ tienden menos a obtener una licencia o comprar un auto que las generaciones previas, esto de acuerdo a un estudio del U.S. Public Interest Research Group and Frontier Group.

Decidí que iba a utilizar los trenes y Uber. Por un tiempo más.

Mi madre tenía dos criterios para tomar en cuenta a un yerno. Tendria que ser etnicamente chino y debería saber como manejar.

“Sabes que Google está fabricando autos autónomos así que tendrías que considerar esos elementos”, le dije.

“¿Qué?”

“Autos autónomos. Se manejan a si mismo. Así que no necesito un novio que pueda manejar”, le dije.

“Ya veo”.

“Así es”.

“¿Entonces tienes un novio chino?”.

Al margen de las diferencias superficiales, manejar un auto de Google se siente como conducir un Toyota Prius manejado por un conductor muy seguro.

Un reportero que viajó conmigo me dijo lo productivo que se convertiría si el auto se manejaba por si mismo. Podría checar sus emails, hacer algo de trabajo o mirar una película durante su viaje. Y agregando la capacidad del robot, imagínense todos los accidentes que se podrían evitar. El problema con los conductores borrachos.

“Nada mal, nada mal”, dijo cuando abandonó el auto. “En cuanto tiempo más se lanza al mercado”.

“Todavía es un prototipo”, le dijo un empleado de Google. “No estamos discutiendo eso”.

Por un momento, mientras viajaba en el prototipo estaba excitada. Podía imaginar dejando atrás las preocupaciones que tenía de ser propietario de un auto y a todos aquellos que metían sus narices por no saber manejar. Quizás podría pasar por el edificio del Times y ofrecer a los editores un aventón. O dar vueltitas fuera de la casa de mamá diciendole, mira mamá, manejando sin manos”.

Y después de estas fantasías, quedé con dos ideas en mi cabeza: espero que los autos estén listos pronto y espero que valgan la pena.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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