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Por qué los ataques de la coalición liderada por los EE.UU. matan tropas amigas

El comandante tribal suní Abdul Kareem Ahmed Shahab visitó la casa donde 18 combatientes murieron después de un ataque aéreo de la coalición liderada por los EE.UU., el 5 de octubre pasado. Familiares de las víctimas no fueron notificados de una investigación ni compensados.

El comandante tribal suní Abdul Kareem Ahmed Shahab visitó la casa donde 18 combatientes murieron después de un ataque aéreo de la coalición liderada por los EE.UU., el 5 de octubre pasado. Familiares de las víctimas no fueron notificados de una investigación ni compensados.

(Molly Hennessy-Fiske / Los Angeles Times)
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Ali Hussein Khalaf relata su supervivencia después de que un ataque aéreo dirigido por la coalición matara a muchos de sus compañeros de las Fuerzas de Movilización Popular.

El otoño pasado, un regimiento de combatientes tribales musulmanes suníes repelió exitosamente a militantes de Estado Islámico de su pueblo, ubicado cerca de 40 millas al sur de Mosul, obligándolos a recoger a sus muertos en mantas y huir en medio de una balacera.

Era casi la medianoche del 5 de octubre y el aire estaba colmado de humo de los incendios que los militantes habían generado en los campos petrolíferos cercanos. Los combatientes sunitas, aliados con la coalición encabezada por los EE.UU. que luchaba para expulsar a los yihadistas de Mosul, se retiraron a una casa abandonada para reagruparse.

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Lo último que recuerda Ali Hussein Khalaf fue que un compañero le pidió más municiones. Él se estiró para tomar las balas, y diez días después se despertó en el hospital. La casa había sido alcanzada por el fuego amigo de un ataque aéreo de la propia coalición. Los 19 hombres de la unidad murieron, excepto Khalaf.

“Fue tan difícil para mí escuchar eso. Éramos como una familia, compartíamos el mismo colchón, luchábamos en el frente”, afirmó el hombre, de 26 años, en su hogar cerca de Khara’ib Jabr, un pueblo de 2,000 habitantes. También remarcó que siempre se había sentido cómodo con el apoyo aéreo de la coalición. “Confiamos en ellos”, manifestó.

Aunque ha habido un amplio debate sobre los cientos de víctimas civiles asociadas con los ataques aéreos de la coalición en Irak y Siria, se sabe poco acerca de las llamadas ‘muertes y heridas por fuego amigo’. La coalición no publica información mensual sobre ellas, tal como hace con los ataques que matan civiles. “La coalición toma cada uno de estos incidentes muy en serio, pero no guardamos datos acumulativos sobre ellos, como hacemos con las víctimas civiles, porque ocurren con poca frecuencia”, aseguró el coronel del Ejército de los EE.UU. Joe Scrocca, vocero de la coalición con base en Bagdad.

El grupo de monitoreo Airwars, sin fines de lucro y con sede en Londres, no pudo determinar de forma independiente cuántas veces los ataques aéreos de la coalición se han dirigido por error a soldados aliados. “No sabemos realmente qué tan grande es este problema”, remarcó el director de Airwars, Chris Woods, quien afirmó que su agrupación ha rastreado por lo menos 224 muertes aliadas por ataques de la coalición en Irak en los tres años desde que comenzó la campaña contra Estado Islámico, y por lo menos 35 en Siria.

Los militares estadounidenses anunciaron recientemente que un ataque aéreo erróneo en Tabqa, Siria, mató a 18 combatientes aliados de la coalición el 11 de abril. Los estadounidenses se disculparon. “No sé por qué no hicieron lo mismo por nosotros”, dijo Khalaf.

Airwars halló 40 incidentes de fuego amigo reportados en Irak y Siria desde 2014. Aunque Estado Islámico podría haber intentado inflar los números a través de su propaganda, al menos 19 de ellos han sido reportados por múltiples fuentes, destacó Woods.

Tres de los ataques fueron confirmados por la coalición, agregó Scrocca: en Tabqa, Khara’ib Jabr y Fallouja.

El teniente general Abdul Ghani Assadi, de fuerzas especiales, afirmó que el ataque en Fallouja, el 18 de diciembre de 2015, mató al menos a nueve combatientes chiítas iraquíes de las milicias conocidas como Unidades de Movilización Popular, o Hashd al Shaabi, en árabe.

“Sucedió en Fallouja porque las fuerzas en tierra dieron las coordinadas equivocadas al avión”, explicó Assadi, quien no tiene un conteo de todas las tropas iraquíes muertas por ataques aéreos de la alianza.

Como la coalición no da a conocer públicamente sus conclusiones, puede ser difícil determinar si las víctimas de ataques aéreos eran combatientes enemigos, civiles o fuerzas aliadas. Nur Din Kaplan, subdirector del ayuntamiento de Mosul, resaltó que un ataque aéreo del bloque mató por error a cuatro soldados iraquíes de la 16º división blindada e hirió a otros 11 en el pueblo de Tall Kayf, ocho millas al noreste de Mosul, en 28 de octubre pasado.

“Había un plan del sitio donde se suponía que debían estar las fuerzas, pero la división sobrepasó ese límite, por eso ocurrió; hubo falta de comunicación”, dijo Kaplan para explicar por qué las tropas aliadas sufrieron el ataque.

Scrocca resaltó que la coalición “no tiene investigaciones ni informes operacionales de nuestras fuerzas asociadas” acerca de cualquier ataque en Tall Kayf. El coronel del ejército iraquí Abbas Abdullah, quien sirvió en la zona en ese momento, tampoco tenía antecedentes de un incidente el 28 de octubre.

Pero Kaplan aseguró que fue contactado por residentes que habían atestiguado el ataque, y pidió a la coalición que investigue y distinga mejor entre las tropas armadas y los militantes de Estado Islámico de la zona de Mosul. “Si muestras lo que has hecho, en el futuro no cometerás el mismo error y serás responsable por ello”, expuso.

Inicialmente, la coalición no cuestionó el ataque del 5 de octubre en Khara’ib Jabr, y consideró que los muertos eran combatientes, dijo Woods. Pero Airwars encontró en línea los nombres de los 18 fallecidos, que The Times también verificó con sus parientes, con Khalaf y sus comandantes.

Scrocca agregó que la coalición “determinó que las fuerzas aliadas pidieron el ataque que resultó en la muerte involuntaria de las fuerzas tribales asociadas”. “La vigilancia determinó que había combatientes presentes en en el objetivo y que la zona estaba libre de civiles”, dijo. “Sobre la base de esa información y la confirmación de que se trataba de combatientes de ISIS, y no de sus propios soldados, se lanzó el ataque”, detalló Scrocca. “Desafortunadamente, la fuerza terrestre unida no tenía información precisa sobre sus fuerzas amigas”.

Scrocca no dijo si la investigación acerca de los incidentes de fuego amigo provocó un cambio en cómo se llevan a cabo los ataques. En cambio, sí expresó que la coalición ha intentado mejorar cómo se ordenan los ataques. “Estamos ayudando a nuestros aliados, con medios técnicos y no técnicos, a rastrear y reportar la mejor ubicación de sus fuerzas para que tengan la imagen más precisa de éstas en el campo de batalla y puedan tenerlo en cuenta al momento de solicitar ataques aéreos”, aseveró.

Sin embargo, para los combatientes tribales sunitas y los familiares de los fallecidos en Khara’ib Jabr, esto no es suficiente. “Oímos que hicieron una investigación, pero no sabemos los resultados”, afirmó Sheik Ahmed Jad Allah, un comandante tribal sunita.

Una mezcla de fuerzas iraquíes luchaban en el pueblo en ese momento: 400 combatientes tribales, además de policías federales y soldados. Si bien no sabía qué fuerzas proporcionaron el sitio del ataque, “la coalición sabe quién lo solicita”.

En el ataque, Khalida Yasin Hamid perdió a dos de sus hijos: Ali Yasin, de 26 años, comandante de la unidad, y Hassein Yasin, de 20. Cuando los funcionarios tribales la llamaron para notificarla, dijeron que ambos habían muerto por un ataque aéreo de la coalición. “Lo primero que dije fue: ‘¿Cómo podrían cometer semejante error los aviones de la coalición?’”, recordó Hamid, de 50 años de edad, sentada en un patio junto con sus nietos.

Hamid insistió en reconocer los cuerpos de sus hijos, lo cual logró pese a las fracturas de cráneo. Al escuchar su relato de la experiencia, un comandante tribal que había recuperado algunos de los cuerpos comenzó a llorar.

Khalida Yasin Hamid, de 50 años, flanqueada por sus nietos Yasin, de 9, y Hameen, de 6 años, cuyo padre murió en un ataque aéreo en Khara’ib Jabar, el 5 de octubre pasado. Ellos comparten una vivienda abandonada con otros parientes, entre ellos Bahaa Sager, de 6 años (izq.), Sulav Hussein, de 5, y Ali Sager, también de 5 (Molly Hennessy-Fiske / Los Angeles Times).

Hamid está desempleada, es discapacitada y tiene sus pies parcialmente amputados debido a la diabetes. Su hijo mayor está divorciado, por lo cual ahora ella cuida de sus niños, de nueve y seis años. Desplazada de su casa en el oeste de Mosul, ahora comparte una casa abandonada de dos dormitorios con 14 parientes. La mujer teme que los militantes, al saber que sus hijos murieron en la lucha, hayan destruido lo que quedaba de su vivienda.

Ningún investigador del gobierno iraquí o de la coalición se ha contactado con ella.

Khalaf, el único sobreviviente, afirmó que su familia campesina ha gastado más de $500 dólares en medicinas para curar sus heridas. El hombre se reincorporó a las fuerzas combatientes cinco meses después del ataque, a pesar de las lesiones sufridas en una de sus manos, una pierna y la cabeza. Además, perdió la audición de su oído izquierdo y todavía sufre mareos. Él y otros combatientes han donado para contribuir con los familiares de los muertos, y piensan que la coalición debería ayudar también.

Sin embargo, el bloque generalmente no compensa a las víctimas de ataques, pese a haber hecho pagos ocasionales por simpatía a los civiles, resaltó Scrocca. “Estas personas sacrificaron sus vidas por su país”, expresó no obstante el comandante de Khalaf, Abdul Kareem Ahmed Shahab, “por lo tanto sus familias merecen una justa compensación”.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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