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Por favor, presidente Trump, tómese unas vacaciones reales

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Querido presidente Trump: es momento de que tome unas verdaderas vacaciones. Está en un campo de golf, salga y juegue una o dos rondas. Lo perdonaremos. Que sus nietos lo visiten; invite a algunos amigos a cenar. Siéntese y lea un libro. ¿No es muy lector? Muy bien, entonces mire una película. Estas “vacaciones de trabajo” no están funcionando bien; ni para usted ni para nadie.

En sólo una semana ya ha amenazado -repetidas veces- con atacar Corea del Norte con armas nucleares. Ello bajó a los mercados financieros de sus máximos históricos y no nos dio mucha más seguridad a todos nosotros. También atacó al líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, su aliado más importante en el Congreso, al considerarlo un holgazán. Y elogió a Vladimir Putin -sus asistentes insisten en que lo hizo sarcásticamente- por expulsar a diplomáticos estadounidenses de Rusia.

Si esta es su idea de unas vacaciones, estamos bien sin ellas. Sí, sabemos que se burló mucho de Barack Obama por el tiempo que pasaba en los campos de golf y su receso en Hawái. Sabemos que prometió que trabajaría muy duro para todos sus votantes y que nunca se tomaría un descanso. Pero olvídese de ello; era una tonta promesa de campaña.

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¿Sabe quién fue el campeón de los descansos entre los presidentes estadounidenses modernos? Ronald Reagan. Él abandonaba Washington alegremente cada verano para montar a caballo y cortar leña en su rancho, en las afueras de Santa Bárbara, a veces hasta por seis semanas seguidas. Los medios se burlaban de sus largas estadías en California, pero su presidencia resultó bastante buena finalmente.

La palabra clave parece ser “alegremente”. Usted podría ser el único presidente que siempre se las arregló para lucir resentido acerca de sus vacaciones, una pausa que -insiste- sólo requiere porque en el Ala Oeste se está instalando un nuevo sistema de calefacción (si eso fuera cierto, podría simplemente haber trasladado su oficina enfrente, pero no importa).

“Trabajando duro desde Nueva Jersey mientras la Casa Blanca pasa por una larga y planificada renovación”, tuiteó, defensivamente, en su primer día en el club de campo. “Iré a Nueva York la semana próxima para más reuniones”.

Esto es lo que usted no comprende, pero Reagan sí entendió siempre: las vacaciones son buenas para todo el mundo, incluso para los presidentes. Décadas de estudios académicos han demostrado que los trabajadores son más productivos cuando se toman un descanso -auténtico descanso- por varias semanas al año.

Henry Ford, quien no era un perezoso, fue uno de los primeros industriales en comprender que concederle a los empleados descansos podía volvemos más efectivos. Ford notó que los trabajadores de la línea de ensamblaje eran menos productivos después de haber registrado 40 horas por semana.

Estudios más recientes han intentado explicar el enigma: empleados en Francia y Alemania toman muchas más vacaciones pagas que los estadounidenses cada año, pero son más productivos durante las horas que pasan en sus empleos. La causa, concluyeron los investigadores, es que las personas que saben que tienen vacaciones disponibles se vuelven más eficientes cuando están en el trabajo.

“No es que tomar un descanso refrescará su cerebro y le permitirá hacer más”, escribieron Jack Zenger y Joseph Folkman en la revista Harvard Business Review. “Pasar menos tiempo en su escritorio le obliga a perder menos tiempo”.

La versión de Reagan era más hogareña: “No hay nada mejor para la vida interior de un hombre que el exterior de un caballo”, decía a menudo. Es algo bueno para todos, incluso para un magnate de Tipo A, romper el ciclo de reuniones continuas de vez en cuando, y hacer tiempo para pensar a largo plazo.

Trump no está haciendo eso en sus no-vacaciones; tiene incontables reuniones con asistentes acerca de los opioides, Afganistán y Corea del Norte; mira muchas noticias por cable. El miércoles por la mañana retuiteó cinco publicaciones de “Fox & Friends” entre las 6 a.m. y las 6:30 a.m. Después de sus reuniones, con poco personal alrededor, celebra conferencias de prensa improvisadas; tomó más preguntas de los reporteros de la Casa Blanca en dos días de la semana última que en todo el mes anterior (así fue como sorprendió a su personal, con la amenaza imprevista de “fuego y furia” contra Pyongyang).

“Cuando pones a este hombre en una jaula y crees que lo estás controlando, suceden cosas como éstas”, advirtió un confidente de Trump al Washington Post.

Yo también me tomé en unas vacaciones de trabajo, la semana pasada, en una cabaña en Canadá, cerca de un lago. No miré “Fox & Friends”; nada de televisión, de hecho. Tenía acceso a internet, pero me mantuve alejado de Twitter. Eso resultó una sabia decisión, especialmente durante esa semana.

Esto es lo que hice: nadé por el lago con mi hija. Ayudé a un niño de 10 años a dar su primer paseo en solitario en canoa. Reparé un muelle flotante de madera. No hubo reuniones, ni llamados en conferencia; leí cuatro libros y miré dos películas. Hasta me las arreglé para escribir una columna para el periódico.

Tuve el privilegio de desconectarme del mundo, al menos parcialmente; un presidente no puede hacerlo por completo, aún si lo desea. Pero Trump, y el resto de nosotros, estaríamos mejor si él pasara más tiempo en el campo de golf.

Por eso, Sr. presidente, tómese un descanso, por favor.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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