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No importa quién resulte elegido, el presidente no puede destruir la república

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La primera entrega de los Documentos Federalistas fue publicada por Alexander Hamilton hace exactamente 229 años, el 27 de octubre de 1787. Escritos bajo el seudónimo de Publius, que compartió con John Jay y James Madison por los meses siguientes, Hamilton puso en marcha la defensa esencial de la estructura y los objetivos de la nueva Constitución de los EE.UU. Los Documentos Federalistas todavía representan un plano filosófico del sistema de gobierno.

El 8 de noviembre, como nación intentaremos reconciliar nuestras tradiciones constitucionales con nuestras opiniones electorales, lo cual lo convierte en un momento apropiado para revisar las lecciones más importantes de Publius.

Para comenzar: en el Federalista Número 1, Hamilton dio el sabio consejo a los consumidores de política de descartar los reclamos de aquellos que “esperan poner evidencia lo justo de sus opiniones y aumentar el número de seguidores mediante el volumen de sus declamaciones y la amargura de sus invectivas”.

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Eso equivale a prestar poca atención a los argumentos con altos decibeles y a los más estridentes sustitutos de todos los partidos. La civilidad en el discurso, si es que puede ser recuperada, debe ser un objetivo primordial en los días finales de la elección y más allá. Hamilton ofrece esta guía para la tolerancia: “Nosotros, en muchas ocasiones, vemos a hombres sabios y buenos tanto en el lado correcto como incorrecto de las preguntas de importancia para la sociedad”.

Tal urbanidad es más valiosa que su propia recompensa. Hamilton advirtió que los ataques encendidos acompañan a menudo los llamamientos a lo extremo; rara vez son súplicas a la razón, sino apelaciones a la emoción. El miedo y la intolerancia, avivados en cámaras de eco, dejan poco espacio para el desacuerdo respetuoso y mucha libertad para los gobiernos despóticos.

También vio el peligro que se oculta en el tipo de populismo que promete aliviar las ansiedades de la sociedad. “Una peligrosa ambición se esconde a menudo detrás de la máscara engañosa que supone defender los derechos de la gente”, escribió Hamilton. “De los hombres que han anulado las libertades de la república”, advirtió, “la mayoría de ellos comenzaron sus carreras dando demasiadas cortesías a la gente. Comienzan como demagogos y se vuelven tiranos”. A la vista de estos riesgos, hay que filtrar los mensajes de campaña y examinar a los mensajeros.

No todos los documentos de Publius fueron advertencias. Los Documentos Federalistas buscaban asegurar que los tres poderes del nuevo gobierno -ejecutivo, legislativo y judicial- tengan controles y equilibrios inherentes para protegernos de nuestras propias tendencias más nefastas.

La separación de poderes establecida por la Constitución nos protege de los abusos por parte de los ganadores en las contiendas electorales, y nos defiende de políticos y medidas que no nos gustan.

En el Federalista Número 47, Madison nos ha recordado que el presidente “no puede hacer por sí mismo una ley”, y en el Número 51 dice que la estructura “interior de un gobierno está diseñada precisamente para que sus varias partes constituyentes puedan, por sus relaciones mutuas, ser la forma de mantenerse en el sitio apropiado”.

Los Fundadores sabían eso que la campaña de 2016 ha demostrado una y otra vez: que nuestros funcionarios electos siempre serán imperfectos. “Si los hombres fuesen ángeles”, escribió Madison en uno de sus pasajes más famosos, “ningún gobierno sería necesario. Si los ángeles gobernaran a los hombres, no sería preciso el control interno ni externo del gobierno”. Por lo tanto, continuó, “en la composición de un gobierno que será administrado por hombres y para hombres, la gran dificultad reside en esto: en primer lugar se debe permitir al gobierno que controle a los gobernados, pero en segundo lugar hay que obligarlo a controlarse a sí mismo”.

Mientras nos preparamos para votar en las próximas semanas, debemos comprender que estos controles vienen en primera instancia de, tal como dice Madison, “la dependencia de la gente” para elegir buenos líderes y reemplazar a los malos. No obstante, “la experiencia ha enseñado a la humanidad la necesidad de precauciones auxiliares”: los pesos y contrapesos del sistema son tan importantes en nuestra democracia como su forma representativa.

Hay 85 ensayos en los Documentos Federalistas, y desde el 27 de octubre faltan 86 días antes de la ceremonia de toma de posesión. No es una mala idea para cada candidato, gane o pierda -y para cada funcionario electo, y para cada estadounidense- leer un ensayo por día hasta ese momento.

Sin importar que uno celebre o lamente el resultado de la elección, todos podemos aprovechar el punto central de Publius: lo que importa no es si elegimos el presidente perfecto, sino cómo protegemos y defendemos todas las instituciones creadas por la Constitución. Mientras exijamos que los tres poderes de nuestro gobierno estén a la altura de sus obligaciones, el experimento estadounidense estará a salvo.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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