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Murió a la edad de 107 años el maestro holandés que salvó a cientos de niños judíos durante el Holocausto

El expolítico holandés Johan van Hulst, en La Haya, Países Bajos, en 2012.

El expolítico holandés Johan van Hulst, en La Haya, Países Bajos, en 2012.

(Evert-Jan Daniels/EPA-EFE / REX / Shutterstock).)
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Un inspector del Ministerio de Educación holandés llegó al instituto de formación docente de Johan van Hulst, en Ámsterdam, la mañana del 19 de junio de 1943. Se dio cuenta que había jóvenes y, con soldados de las SS cerca, preguntó: “¿Son esos niños judíos?”

“No espera que yo responda eso, ¿verdad?”, Van Hulst respondió.

El jardín de la escuela de formación de maestros de Van Hulst lindaba con el jardín de una guardería judía. Bajo la supervisión de van Hulst, cientos de infantes y menores judíos fueron cruzados al otro lado para ser escondidos en su institución educativa. Van Hulst recordó, que el inspector le estrechó la mano y dijo en voz baja: “En nombre de Dios, tenga cuidado”.

Van Hulst, a quien se le atribuyó haber salvado a más de 600 bebés y niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial, y quien en 1972 fue nombrado “Justo entre las Naciones” por el centro conmemorativo del Holocausto Yad Vashem, en Jerusalén, murió el 22 de marzo pasado en Amsterdam. Tenía 107 años.

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El Senado holandés, donde más tarde van Hulst se había desempeñado, anunció su fallecimiento pero no reveló la causa.

Van Hulst estuvo entre más de 26,500 gentiles (no judíos), 5,595 de los Países Bajos, reconocidos por Yad Vashem por arriesgar sus vidas para salvar judíos durante el Holocausto. Yad Vashem lo describió como un protestante calvinista que contrabandeó niños a lugares seguros en una operación de rescate a “gran escala”.

Alemania invadió los Países Bajos en mayo de 1940 y, en el verano de 1942, las deportaciones de judíos habían comenzado. Durante los siguientes dos años, 107,000 de ellos en Holanda fueron enviados a campos de exterminio; 5,200 sobrevivieron. Menos del 25% de la población judía holandesa resistió al Holocausto, conforme el Museo Conmemorativo del Holocausto de los EE.UU.

La escuela de van Hulst se encontraba diagonalmente opuesta a un teatro que los nazis usaban como estación de paso para los judíos enviados al campo de tránsito de Westerbork, en la parte noreste del país. Desde ahí, los judíos holandeses eran trasladados a los campos de exterminio en la Polonia ocupada por los alemanes.

En el teatro, los niños judíos menores de 12 años eran separados de sus padres y enviados a una guardería judía, al otro lado de la calle, indicó Bart Wallet, un historiador de la Universidad Vrije, en Amsterdam. Cuando hubo demasiados pequeños para la instalación, las autoridades le preguntaron a van Hulst si podían usar una habitación libre en la academia de maestros.

Wallet comentó que van Hulst estableció un “sistema ingenioso” junto con Walter Süskind, un judío nacido en Alemania, y Henriëtte Pimentel, quien dirigía la guardería judía.

Süskind había huido de Alemania después del ascenso de Hitler al poder y se había establecido en Amsterdam. A través de su participación en el consejo judío local, una de las muchas administraciones municipales que los alemanes formaron para ejecutar órdenes nazis, a Süskind se le encargó dirigir el teatro y registrar a los judíos locales.

Pero Süskind hizo desaparecer cientos de niños de los registros administrativos después de haber sido separados de sus padres y mantenidos en la guardería junto a la escuela de van Hulst. Si Pimentel transfería 30 niños a la escuela, anotaban solo 25 nombres, dijo Wallet, quien describió a Süskind, van Hulst y Pimentel como “los cerebros de toda esta red de contrabando”, que también contó con la ayuda de los estudiantes de van Hulst y del momento perfecto.

Un tranvía recorría la calle que separaba la academia del teatro. Van Hulst y sus estudiantes esperaban el momento preciso en que el tranvía se detenía, y bloqueaba temporalmente la vista de los oficiales de las SS sobre la escuela, para esconder a los chicos judíos en cestas y sacos, explicó Wallet.

Los niños eran llevados a su próximo destino subterráneo, en la Holanda ocupada por los alemanes. La mayoría de los estudiosos estiman que ese operativo salvó a unos 600 menores, consideró Wallet.

En la primavera de 1945, uno de los colaboradores de la operación fue arrestado y torturado para que dijera el nombre de van Hulst. Temiendo la ejecución, este último se escondió hasta que Holanda fue liberada por las fuerzas aliadas, en mayo de ese año.

Después de la guerra, van Hulst se volcó a la política. Fue miembro del Senado holandés, de 1956 a 1981, y del Parlamento Europeo durante gran parte de la década de 1960. También fue profesor emérito de pedagogía en la Universidad Vrije y jugó en torneos de ajedrez. Siempre se abstuvo de hablar sobre su papel en la resistencia a la ocupación alemana.

“Resueltamente, cerré el libro”, le dijo al periódico holandés Het Parool, en 2015, y afirmó que se negaba a “interpretar a un héroe de la resistencia” en los medios. “En realidad, solo pienso en lo que no pude hacer. En esos pocos miles de niños que no pude salvar”, dijo.

Un museo del Holocausto, que todavía está en construcción, ahora ocupa el sitio de la vieja escuela de van Hulst.

Johan Wilhelm van Hulst nació en Amsterdam, el 28 de enero de 1911. Su padre era tapicero de muebles y su madre ama de casa.

Se graduó en 1929 de una academia pedagógica en Ámsterdam y, en la Universidad de Vrije, recibió una maestría en Filosofía, una segunda maestría en pedagogía y un doctorado.

Su esposa durante 69 años, Anna Jannetta Donker, murió en 2006. Lo sobreviven dos hijas, Catharina Koot-van Hulst y Diane Schoonemann-van Hulst; dos nietos; y tres bisnietos, según Wallet.

A pesar de toda la atención que recibió más tarde por su éxito en salvar vidas, van Hulst estaba traumatizado por los recuerdos de aquellos a quienes no había podido rescatar. En septiembre de 1943, recordó van Hulst, descubrió que el centro de cuidado infantil judío estaba a punto de cerrarse. Le preguntaron cuántos de los niños restantes podía pasar de contrabando a un lugar seguro antes de que cayeran en manos de los alemanes. “Intentemos imaginar 80, 90, tal vez 70 o 100 niños parados allí… y uno debe decidir cuáles llevar consigo”, expresó van Hulst, según Yad Vashem. “Ese fue el día más difícil de mi vida... Sabes a ciencia cierta que los niños que dejes atrás van a morir. Llevé 12 conmigo. Más tarde me pregunté: ‘¿Por qué no tomé 13?’”.

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