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Los ataques con proyectiles de paintball triplicaron los registrados el año anterior, informó el LAPD

Aron Marrujo, de nueve años de edad (centro) recibió un disparo de paintball en el vecindario de Adams-Normandie. El niño habló en una conferencia de prensa junto con el detective Arnold Castellanos (izq.) y con su madre, Kenya Guzmán.

Aron Marrujo, de nueve años de edad (centro) recibió un disparo de paintball en el vecindario de Adams-Normandie. El niño habló en una conferencia de prensa junto con el detective Arnold Castellanos (izq.) y con su madre, Kenya Guzmán.

((Cindy Chang / Los Angeles Times).)
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Aron Marrujo jugaba en el patio delantero de la casa de un amigo cuando los proyectiles de pintura comenzaron a llover desde un automóvil que pasaba.

Su primo intentó protegerlo, pero Aron, de nueve años, recibió uno por encima de su ojo derecho. La herida requirió de nueve puntadas; de haberlo impactado una pulgada más abajo, hubiera perdido su ojo.

Aron, quien tiene un autismo leve, ahora tiene miedo de jugar afuera, y le pregunta a su madre si la cicatriz se borrará.

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En el sur de Los Ángeles, los ataques con proyectiles de paintball se han casi triplicado en el último año. La Oficina Sur del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) registró 68 víctimas, en comparación con las 24 contabilizadas para esta misma fecha de 2016.

Los ataques pueden causar daños graves. En una rueda de prensa realizada el viernes, oficiales del LAPD mostraron fotos de una víctima, cuya espalda estaba repleta de manchas rojas. En otro caso, el pecho y estómago de otra persona se veían cubiertos de heridas similares.

Algunos tiradores publican videos de sus hazañas en las redes sociales, algo que podría inspirar a otros a usar armas de paintball para cometer robos, destrozar edificios o herir a extraños, advirtió el subdirector Phillip Tingirides. “Es casi una moda pasajera, si se quiere”, afirmó el hombre, quien dirige la Oficina Sur.

En los partidos de paintball, los jugadores llevan chalecos y cascos protectores. Las víctimas de los ataques callejeros no cuentan con tal protección. Al ser eyectados, los proyectiles pueden viajar hasta a 300 pies por segundo, detalló el capitán Leland Sands, de la División Suroeste del LAPD.

Las pistolas de paintball han mejorado en precisión y velocidad, lo cual las hace más propensas a infligir lesiones graves, aseguró Tingirides. Algunas de ellas lucen como verdaderas armas de asalto.

Los funcionarios del LAPD temen que un oficial pueda confundir una pistola de paintball con un arma real, y disparar a la persona que la porta. Por lo tanto, instan a la gente a reportar delitos vinculados con esta mecánica.

Cuatro adolescentes, de 14 a 18 años, fueron acusados de ataque con arma mortal en el caso de Aron. Los investigadores creen que el tiroteo fue al azar y que los adolescentes no apuntaron a nadie más en la casa.

“Así elijan usar estas armas porque son más accesibles que una pistola real, el hecho es que sigue siendo un delito”, aseguró Sands.

En West 92nd y South Figueroa, la semana pasada, oficiales del LAPD vieron cómo una prostituta era atacada con estos proyectiles de pintura, precisó Tingirides. Los mismos oficiales también habían atestiguado un ataque a un hombre desamparado; varias personas fueron arrestadas en cada episodio.

Los tiradores tienden a ser jóvenes, entre 17 y 20 años, remarcó la policía. Las autoridades creen que algunos pandilleros cambiaron sus armas reales por pistolas de paintball, porque saben que las penas son más livianas y porque pueden disparar sin matar. “Ha habido suficientes conversaciones en los círculos de intervención de pandillas. ‘¿Por qué nos matamos?’”, dijo Tingirides.

Los ataques con proyectiles de pintura han ocurrido fundamentalmente en el sur de L.A. Hasta el final de julio se habían registrado 93 incidentes en la Oficina Sur, según estadísticas del LAPD, entre ellos hechos de vandalismo y ataques a personas. El número para los primeros seis meses de 2016 fue de 25, y 15 para el mismo período de 2015.

En toda la ciudad se registraron 116 incidentes hasta el final de julio. La madre de Aron, Kenya Guzmán, pensó inicialmente que a su hijo le habían disparado con un arma verdadera en el ataque, registrado el 13 de julio pasado. La mujer quiere que los tiradores “piensen acerca de lo que han hecho”. “Él estaba cubierto de sangre; vi un agujero en su ojo y me sentí aterrorizada”, recordó.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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