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Las autoridades ignoraron años de abuso sufridos por el pequeño Gabriel Fernández antes de su muerte

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Gabriel Fernández, de 8 años, tenía heridas que incluían fractura de cráneo, costillas rotas, ardor, dientes arrancados y balines en el pulmón y en la ingle. Su madre y el novio de ésta fueron arrestados luego de su muerte.

El caso de Gabriel Fernández, un niño que murió después de haber sido golpeado, quemado y disparado con perdigones, tomó un nuevo giro cuando cuatro trabajadores sociales fueron acusados de abuso infantil.

A continuación, un resumen del caso:

Una horrible escena

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En mayo de 2013, un grupo de paramédicos llegó a una vivienda en Palmdale y halló a Gabriel Fernández, de 8 años de edad, sin respiración. Su cráneo estaba fracturado, tenía tres costillas rotas y su piel lucía magullada y quemada. Tenía balines incrustados en el pulmón y en la ingle. Dos dientes habían sido arrancados de su boca.

Dos días después, el pequeño murió.

El novio de su madre le dijo a las autoridades que él golpeaba a menudo a Gabriel porque mentía y “estaba sucio”, según los registros judiciales. La madre del pequeño y su novio fueron acusados de asesinato y tortura.

‘Prisionero de guerra’

Más detalles sombríos aparecieron en las transcripciones del gran jurado.

La madre de Gabriel, Pearl Fernández, había llamado al 911 el 22 de mayo de 2013, para reportar que su hijo no respiraba. Ella informó a los oficiales del sheriff que arribaron al apartamento que el pequeño se había caído y que se había golpeado la cabeza contra un tocador. Cuando los paramédicos llegaron al lugar, hallaron a Gabriel desnudo en una habitación, con múltiples lesiones. Dos días después, el niño murió.

“Había sufrido abusos en cada pulgada de su cuerpo”, testificó James Cermak, un paramédico del Departamento de Bomberos del Condado de Los Ángeles.

Fernández y su novio, Isauro Aguirre, de 34 años de edad, torturaron deliberadamente al niño hasta causarle la muerte, y ocultaron sus pistas con notas médicas falsificadas y mentiras, afirmó el fiscal adjunto de distrito Jonathan Hatami ante el gran jurado. “Durante ocho meses seguidos, él fue abusado, golpeado y torturado con mayor severidad que muchos prisioneros de guerra”, dijo Hatami.

El abuso empeoró en los meses previos a la muerte de Gabriel, conforme el testimonio de dos de sus hermanos, ambos menores. Ellos dijeron que Gabriel era obligado a comer heces de gato, espinacas en mal estado y su propio vómito. El niño dormía en un gabinete cerrado con llave y no se le permitía ir al baño.

Fernández y Aguirre llamaban al niño ‘homosexual’, lo castigaban cuando jugaba con muñecas y lo obligaban a usar ropa de niñas para ir a la escuela, relataron sus hermanos. Ambos adultos golpeaban a Gabriel con un gancho de metal, la hebilla de un cinturón, un bate pequeño y un palo de madera. Su madre una vez golpeó al niño en la boca con un bate y le rompió varios dientes, según el testimonio de los hermanos.

Pruebas de abuso perdidas

Los registros mostraron que el Departamento de Servicios Infantiles y Familiares del Condado de Los Ángeles dejó a Gabriel en esa casa pese a seis investigaciones por acusaciones de abuso que involucraban a la madre durante la última década.

Gabriel había escrito una nota diciendo que pensaba suicidarse, muestran los registros. Su maestra informó a las autoridades que a menudo aparecía magullado y golpeado en la escuela. Los balines habían dejado moretones en su rostro. Todas las investigaciones, a excepción de una, determinaban que las causas eran ‘infundadas’.

En el momento de la muerte de Gabriel, todavía había otro alegato de abuso infantil sin resolver en su archivo. La referencia había demorado dos meses más del plazo legalmente obligatorio para completar la investigación, muestran los registros.

El trabajador social asignado a ese caso no hizo el primer contacto con la familia sino hasta 20 días después de haber recibido la queja, y luego “efectuó mínimos intentos por investigar”, dice un informe interno del condado.

En múltiples ocasiones, los agentes fueron al apartamento de Gabriel o a su escuela, para investigar reportes de abuso y sus menciones de un posible suicidio. Cada vez que eso ocurría, concluían que no había evidencia de abuso y no se elaboraba un reporte detallado.

Timothy O’Quinn, detective de homicidios del sheriff, informó a los miembros del jurado que no había indicios de que los oficiales hubieran quitado alguna prenda a Gabriel para verificar posibles signos de abuso.

Los investigadores que requisaron el apartamento de la familia después de la muerte del niño hallaron manchas de sangre, marcas de balines de una pistola de aire comprimido y un palo de madera cubierto con sangre del pequeño, según los testimonios.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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