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Las ‘armas inteligentes’ podrían evitar miles de muertes

Arriba, un hombre dispara una pistola en un campo de tiro en Nueva Jersey.

Arriba, un hombre dispara una pistola en un campo de tiro en Nueva Jersey.

(JEWEL SAMAD / AFP/Getty Images)
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Tim Oh, de 19 años de edad y nacido y criado en Anaheim, es un estudiante de ingeniería con una brillante idea: Una caja fuerte de metal resistente para armas que se abre con las huellas dactilares del propietario, por lo que no puede ser abierta por extraños o por los niños.

Por esta idea ha recibido una beca de $10,000 de la Fundación Smart Tech Challenges con sede en San Francisco.

La familia de Jonathan Mossberg ha estado fabricando escopetas durante generaciones. Durante 15 años, ha estado trabajando en una escopeta que no dispará al menos que sea manejada por un tirador que utilice un anillo magnético que lleve un código de autentificación. El año pasado, Mossberg, de 50 años, recibió un subsidio de $100,000 de la fundación.

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Estas becas representan dos tendencias paralelas. Una es el renacimiento del interés en las tecnologías de seguridad electrónica y biométrica en el uso de las armas de fuego, las cuales han languidecido durante años debido al desinterés, incluso la hostilidad, de los propietarios y los fabricantes de armas. El otro es un esfuerzo emergente entre los emprendedores de Silicon Valley para canalizar instintos competitivos hacia la resolución de los problemas sociales.

Entre los principales patrocinadores de la fundación Smart Tech se encuentra Ron Conway, un prominente inversionista de capital de riesgo de San Francisco, quien estaba celebrando una fiesta de Navidad para la ex congresista Gabby Giffords (D-Arizona) el mismo día en que 20 niños y seis adultos murieron en una balacera en la escuela primaria Sandy Hook. “Ron se dio cuenta de que la tecnología podría desempeñar un papel fundamental para hacerle frente a la violencia con armas”, dijo Margot Hirsch, una ex socia de negocios de Conway quien ahora es presidenta de la fundación Smart Tech.

El resultado fue el desafío de Smart Tech, para obtener financiamiento de investigación y desarrollo que atrajo 200 solicitudes cuando fue lanzada en enero del 2014. El programa se asemeja a un híbrido de dos instituciones de Silicon Valley: el Premio X, el cual ofrece reconocimientos multimillonarios por innovaciones que aborden objetivos como el acabar con el analfabetismo o el desarrollar fuentes de energía limpia; y competencias como TechCrunch Disrupt, en la cual los futuros empresarios hacen alarde de sus ideas con la esperanza de atraer la atención de los medios de comunicación y capital inicial.

Los jueces del desafío eventualmente otorgaron 15 becas -- cinco de $10,000, $50,000 y $500,000, con los proyectos más cercanos a la comercialización recolectando las cantidades más grandes y el otro capital inicial.

Oh, por ejemplo, espera aumentar su subvención con una inversión de Silicon Valley especializado en transformar prototipos de hardware en productos comerciales. La atención se centró en tecnologías para “personalizar” o “autorizar” las tecnologías principalmente dirigidas a solucionar la preocupación de los propietarios de armas de que sus armas de fuego caigan en las manos de extraños o de los niños. Los enfoques más comunes involucran la autentificación biométrica a través de las huellas dactilares o el desbloqueo electrónico a través de una identificación por radiofrecuencia de corto alcance, o RFID.

Las tecnologías para la seguridad en el uso de las armas de fuego cómo estas no habrían prevenido la violencia masiva como el ataque del 27 de noviembre en una clínica de Planned Parenthood en Colorado Springs o el atentado del 2 de diciembre en San Bernardino. En cambio, el objetivo es reducir las heridas por armas de fuego producidas por usuarios no autorizados o no intencionales, incluyendo las víctimas de suicidios, especialmente los jóvenes y los niños que se encuentran armas cargadas en sus casas y los sospechosos de delitos que logran poner sus manos sobre las armas de los oficiales.

La cifra es significativa. De las 33,636 muertes por armas de fuego contadas por los Centros para el Control y la Prevención en el 2013, un 62% o 21,175, fueron suicidios, y aproximadamente el 11% fueron suicidios de personas con edades entre los 5 a los 24 años. Los disparos accidentales representaron 505 muertes, incluyendo a 69 víctimas con edades de menos de 1 año a 14 años.

“Si las armas fueran personalizadas, nada de esto ocurriría”, dice Stephen Teret, un experto en política de armas de la Universidad Johns Hopkins quien fue uno de los jueces de Smart Tech. Los suicidios, observa, tienden a ser “específicos en medios” -- si no hay un arma a la mano, muchos jóvenes suicidas abandonarían el esfuerzo. Las aproximadamente 200,000 armas robadas reportadas cada año quedarían inservibles si fueran armas “inteligentes”.

Lo que estas tecnologías tienen en común es que su mercado es voluntario. Solamente Massachusetts requiere que las armas deban permanecer almacenadas bajo llave, aunque la ley sólo aplica para las pistolas y las armas de asalto. Algunos otros estados, incluyendo a California, requieren cerraduras sólo bajo condiciones limitadas.

La fundación Smart Tech no está interesada en ir más allá del promover la tecnología ni colocar presión sobre la legislación. Ni tampoco muchos de sus beneficiarios parecen interesados en mandatos para sus tecnologías. “Estoy interesado en un mercado libre”, me dijo Mossberg.

Eso puede ser comprensible, porque uno de los obstáculos a la aceptación de la tecnología de seguridad por parte de los propietarios de armas es su identificación con el activismo contra las armas de fuego. Los esfuerzos de los fabricantes para desarrollar tales tecnologías han sido derribados rápidamente en el pasado. Las armerías, como el Club de Tiro Oak Tree en Newhall, que el año pasado fueron identificados como distribuidores del Armatix iP1, una pistola de fabricación alemana que solamente puede ser disparada por un usuario con un brazalete de autentificación, quedaron bajo una respuesta fulminante que los llevó a abandonar el producto.

Un problema es una ley de Nueva Jersey del 2002 que requiere que dentro de tres años los distribuidores de armas de fuego sólo tengan inventario de armas inteligentes, después de que tal producto sea vendido en cualquier lugar de los Estados Unidos. Teret, el redactor de la ley, dice que la idea era contrarrestar las alegaciones de los fabricantes de armas que afirman que no existía ningún mercado para la tecnología de armas inteligentes al “garantizarles un mercado en por los menos un estado”, me dijo. En cambio, la ley consolidó la determinación del grupo de interés en favor de las armas para impedir la introducción de cualquier arma inteligente. Nueva Jersey ahora está considerando un cambio que sólo ordenaría que las armerías manejen armas inteligentes entre su otro inventario.

En la fase inicial de la tecnología, los temores de que las armas inteligentes simplemente abrirían la puerta a un mayor control de las armas se mezclaron con las dudas de los propietarios de armas sobre la fiabilidad de las armas inteligentes. Los entusiastas de las armas inteligentes esperan que la familiaridad con dispositivos tales como los smartphones finalmente hayan superado esas dudas. “Esta tecnología no es una gran cosa para los mileniales”, dice Mossberg, “así que hay mucho más interés en ella hoy en día”.

Sin embargo, los fabricantes de armas anteriormente han sido afectados por el retroceso de los propietarios de armas y la Asociación Nacional del Rife (NRA, por sus siglas en inglés). En la década de 1990, la fabricación de Colt se sumergió profundamente en el desarrollo de las armas inteligentes, con la esperanza de aprovecharse de un mercado desatendido y rescatarse a sí mismo de una crisis prolongada.

Para 1999, Colt había desarrollado un prototipo de arma que podía ser disparado solamente por alguien con un brazalete que emite una señal de radio codificada. De acuerdo a un memo interno descubierto durante una demanda presentada en contra de la industria de las armas, la compañía había logrado un “progreso excepcional” en la tecnología -- tanto que temía que los competidores gastarán mucho para “empezar a alcanzarlos” si se dieran cuenta de que las armas inteligentes eran viables. Colt esperaba obtener hasta $40 millones de la administración de Clinton para impulsar el proyecto.

Nada de eso sucedió. Frente a la amenaza de un boicoteo por parte de los miembros de la NRA, Colt abandonó el proyecto de armas inteligentes.

El interés en el desarrollo de la tecnología de armas inteligentes decayó. En 1996 el Laboratorio Nacional de Sandia examinó los sistemas de desbloqueo por electromagnetismo, huellas dactilares y voz, y estimó que los sistemas fiables estaban a años de distancia. Cuando el laboratorio volvió a examinar el campo en el 2001, encontró que se necesitarían “varios años” de investigación y desarrollo dedicado antes de que un arma inteligente pueda ser perfeccionada. El hecho de que una fundación de Silicon Valley tenga que fomentar la investigación y el desarrollo con subvenciones en efectivo sugiere que no han progresado mucho desde entonces. Se podría necesitar un cambio fundamental en la aceptación del público, no sólo dinero, para llevarlos por fin al mercado.

La columna de Michael Hiltzik aparece todos los domingos. Su nuevo libro es “Big Science: Ernest Lawrence and the Invention That Launched the Military-Industrial Complex”. Lee su blog todos los días en latimes.com/business/hiltzik, contáctalo en mhiltzik@latimes.com, échale un vistazo a facebook.com/hiltzik y síguelo en Twitter @hiltzikm.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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