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La mayoría de los graduados en informática en los EE.UU. son hombres

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Verónica Rivera se inscribió para la introducción a la clase de ciencias de la computación en Harvey Mudd College principalmente porque no tenía otra opción: era obligatoria. Programar era intimidante, y no era para ella, pensó.

Rivera esperaba que la clase estuviera llena de chicos que amaban los videojuegos y crecieron obsesionados con ellos. En el lugar había muchos de esos varones, sí, pero para su sorpresa, la clase le resultó fascinante. Allí aprendió a programar una computadora para jugar “Connect Four” y escribió algoritmos que podrían reconocer textos de Shakespeare y generar nuevos textos con patrones de oraciones similares.

Cuando esa primera clase terminó, se inscribió para el siguiente nivel, luego otro, y finalmente se decidió por una carrera conjunta en matemáticas y ciencias de la computación. Los profesores -que se habían propuesto mostrarle que las mujeres pertenecen a ese campo tanto como los hombres- la felicitaron.

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Sin embargo, éste no es un mensaje que se escucha en muchas universidades. En todo el país, según la Asociación de Investigación Informática (CRA, por sus siglas en inglés), más del 84% de los alumnos que se especializan en el tema son hombres. Pero ello no ocurre en Harvey Mudd, donde más de la mitad -el 55%- de la última clase de graduados eran mujeres, en comparación con aproximadamente el 10% hace una década.

La programación es tan popular ahora en esta rama de la ciencia y la ingeniería de Claremont College que sus profesores son una suerte de celebridades del campus, y los estudiantes de primer año están emocionados por las clases antes de empezar.

El descubrimiento de la escuela ocurrió cuando los profesores del departamento se dieron cuenta de que, para cambiar la reputación de la informática, debían modificar la forma en que ésta se enseñaba. “La computación tiene un problema de imagen… y los docentes tienen parte en ello”, afirmó Jane Stout, directora del Center for Evaluating the Research Pipeline, de la CRA. “Ellos deben hacer buen marketing, deben venderla, deben cambiar todos los estereotipos negativos”.

En Harvey Mudd, los profesores hicieron los cuestionarios más divertidos y crearon asignaciones de tareas diseñadas para que los grupos de estudiantes resuelvan los problemas. “Dejó de ser un tema intimidante”, aseguró Rivera, quien está completando su proyecto en algoritmos de reconocimiento facial junto con cuatro compañeros de clase. “Y empezó a ser algo que yo podía aprender, que podía hacer, aunque no había hecho nada de ello en el pasado”.

El currículo modernizado de Harvey Mudd fue adoptado por otras escuelas, entre ellas Northwestern y UC Riverside, que intentan ampliar el atractivo de la cuestión. El aumento de la diversidad de género es particularmente importante en la informática, un campo que se ha infiltrado profundamente en la vida moderna pero que aún está principalmente dominado por hombres. Por ejemplo, las mujeres representan menos de un quinto de los empleados tecnológicos de Google.

“Hay una escasez de talento en el área”, aseguró Ran Libeskind-Hadas, profesor de ciencias de la computación que lideró el rediseño del currículo de Harvey Mudd. “Las compañías ofrecen salarios de seis cifras con buenos beneficios a gente de 22 años de edad. Que las jóvenes no puedan ser parte de esa economía es un fracaso de la sociedad”.

Los docentes de informática de Harvey Mudd empezaron a repensar la forma en que enseñaban el tema por primera vez en 2005. El programa producía graduados exitosos: el director de tecnología de Reddit, un ingeniero fundador de Pinterest, creadores del software Adobe Flash. Pero a medida que el campo se recuperaba de la quiebra de las empresas ‘punto com’, sólo un par de mujeres cada semestre se inscribían en un curso avanzado.

Era necesario un cambio desde el origen, según los profesores. La clase introductoria tradicional estaba tan falta de alumnos que los docentes sorteaban quién debería enseñarla. Usando retroalimentación de los alumnos, observaciones en clase y un poco de psicología social creativa, los profesores identificaron tres razones clave por las cuales las estudiantes no se especializaban en ciencias de la computación: pensaban que no serían buenas para ello, no se imaginaban inmersas dentro de esa cultura y no les resultaba interesante.

En el plan de estudios renovado, en lugar de hacer que los alumnos escriban código arcano los profesores comenzaron a darles divertidos rompecabezas de grupo y gráficos en 3-D para crear sus propios juegos. Después del primer año, se ofreció a los estudiantes oportunidades de investigación; también utilizaron algoritmos para resolver preguntas de evolución y analizar secuencias de ADN.

Las estudiantes tienden a pensar sus carreras en términos de relevancia social, y cómo su trabajo podría ayudar al mundo, detalló Libeskind-Hadas. Muchos estudiantes varones que se interesan por la informática tienen más pasión por construir sus proyectos e ideas personales.

Para ayudar a las mujeres a sentir ‘que pertenecían’ a esa cultura, los profesores hallaron formas de eliminar el llamado ‘efecto macho’ por el cual los estudiantes más experimentados -normalmente hombres- intimidaban a los demás respondiendo todas las preguntas. Así, separaron a esos alumnos en privado y les pidieron que dejaran hablar al resto. Los instaron a guardar sus conversaciones más avanzadas por un tiempo, y a compartirlas sólo con sus maestros y fuera del horario de clase. También dividieron el curso introductorio en secciones basadas en la experiencia previa, de modo que aquellos que no sabían nada igual pudieran sentirse cómodos de aprender con los que sabían mucho.

Mostrar a las mujeres en el área también ha creado una diferencia. En la actualidad, más del 40% del plantel de docentes de informática en la escuela son mujeres. A las estudiantes se les ofrece un viaje pago a la Celebración Anual Grace Hopper de Mujeres en Computación, considerada la mayor reunión profesional de mujeres en tecnología.

Seguramente ayudó que María Klawe, presidente de Harvey Mudd desde 2006, haya estudiado ciencias de la computación. Su influencia en hacer el campo más atractivo para las chicas ha sido reconocida por el director de tecnología de la Casa Blanca. Además, Klawe ha desafiado a los ejecutivos de tecnología que no alientan a las mujeres en el campo. A menudo vestida con pantalones vaqueros y con una mochila fucsia por el campus, Klawe saluda y alienta a muchas de sus 830 estudiantes por su nombre. “Construir confianza y un sentido de pertenencia y de comunidad entre estas mujeres crea una gran diferencia”, afirma. “Una vez que cambias los mitos y las creencias culturales sobre la informática, eso tiene mucho ímpetu”.

El curso introductorio es ahora uno de los más populares en Claremont. Más del 40% de los estudiantes que no siguen ciencias de la computación se enganchan con el tema después de la primera clase y toman al menos dos cursos de programación. En cuatro años, el porcentaje de mujeres que se especializaron en informática se triplicó.

Los laboratorios de computación también son ahora sitios de reunión, con charlas y grupos animados mientras trabajan. Los alumnos acuden a eventos prácticos, como los llamados hackatons nocturnos, para emplear lo que aprenden a problemas del mundo real.

Mackenzie Kong-Sivert, estudiante de segundo año, se unió recientemente con otras tres jóvenes para programar un robot sensible a la luz que hace un alboroto si su dueño no apaga las luces y se va a la cama con tiempo suficiente para dormir lo necesario. Lo llamaron el “Sleep Dep Buddy”, algo así como ‘el amigo para la falta de sueño’.

Kong-Sivert señala que ha sido un gran alivio poder trabajar con compañeras mujeres. En su preparatoria de Arizona a menudo era la única chica en actividades como el equipo de robótica. “Era mucha presión”, asegura. “Sentía que debía ser una buena representante y hacer constantemente todo perfecto”.

Pero eso podría sucederle nuevamente a las estudiantes después de la graduación. Tienen suerte de estar en la ‘burbuja’ que es Harvey Mudd, afirma otra alumna, Lauren Hu. El mundo real necesita ponerse al día.

Telle Whitney, quien encabeza la organización sin fines de lucro Anita Borg Institute for Women and Technology, remarcó que la gente comenzará a notar la brecha de género en informática a medida que la necesidad de esas habilidades crezca más.

Whitney y Harvey Mudd han unido fuerzas para ayudar a más de 15 universidades y colegios a aumentar la diversidad en sus carreras de informática. La iniciativa -llamada BRAID, siglas de Building, Recruiting and Inclusion for Diversity (Construir, reclutar e incluir para la diversidad)- también se apoya en el trabajo de otras escuelas, como la Universidad Carnegie Mellon y Cal Poly San Luis Obispo, que han creado formas de hacer que la codificación resulte atractiva para las mujeres.

Ese tipo de esfuerzo no puede terminar en la universidad, afirmó Stout, de la CRA, quien está preocupada de que muchas estudiantes mujeres serán tan buscadas por las compañías que éstas no considerarán obtener doctorados. “Necesitamos que más mujeres obtengan grados avanzados y que tengan oportunidades de ser líderes en su campo”.

Pero no fue la codificación lo que llevó a la estudiante Alice Szeliga, que cursa su último año en Harvey Mudd, a las clases de ciencias de la computación, en la cual se graduará con una especialización en biología. Su tesis es sobre el ciclo de vida de un parásito que causa la enfermedad del sueño africana, y está empleando sus habilidades de programación para discernir patrones en más de 100 gigabytes de datos.

La informática, dice, es mucho más que “construir una nueva aplicación”. Ella sueña con tener un laboratorio, algún día, que realice investigación de la enfermedad “utilizando técnicas de computadora”. En tanto, alienta a otras jóvenes en su dormitorio a probar la informática, incluso a pensar en ella como carrera. Quizás, algún día, puedan trabajar codo a codo, resolviendo juntas los problemas del mundo.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí