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La deportación de una joven abuela cambia la vida de una familia militar de San Diego

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Una abuela conocida como la ‘columna vertebral’ de una familia de veteranos militares de San Diego fue deportada a México el viernes pasado, más de dos semanas después de ser arrestada por agentes de inmigración en las afueras de su casa, el Día de San Valentín.

Clarissa Arredondo, de 43 años, es madre de Adriana Aparicio, cuyo esposo es un veterano de la Armada que trabaja como contratista en Afganistán. La pareja tiene dos hijas, de dos y tres años de edad, y Arredondo, quien llegó a los EE.UU. hace más de 25 años, ayudaba a cuidar de ellas. “Estábamos todo el tiempo juntas”, afirmó Aparicio. “Podíamos estar en su casa, cantando y bailando con las niñas. A ellas les encanta hacer eso. Su abuela les hace manicura; las consiente”.

Aparicio, de 27 años, afirmó que las autoridades le dijeron a su familia que su madre era una “prioridad” del cumplimiento de la ley. “La consideraban como una criminal por mentir en los documentos para obtener beneficios sociales”, explicó la mujer, quien además agregó que las autoridades sabían que eso había ocurrido hacía más de una década.

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El caso de Arredondo es uno de muchos en el país que aparecen a medida que el presidente Trump establece una nueva orientación de las prioridades de deportación y se separa del gobierno anterior, enfocado mayormente en aquellos inmigrantes que habían cometido delitos violentos.

La Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) no pudo responder preguntas de este medio acerca del caso. El San Diego Union-Tribune no halló ningún registro de condenas para Arredondo en los sistemas judiciales tanto de California como federal.

Aparicio no recuerda que su madre hubiera sido beneficiaria de la ayuda social, o que hubiese tenido problemas con las leyes. En cambio, recuerda claramente que tenía tres empleos, limpiaba hoteles, casas y departamentos para llegar a fin de mes. “Tuve una infancia feliz”, aseguró Aparicio. “Ella se aseguró de que así fuera”.

Cuando Aparicio tenía cerca de un mes de edad, Arredondo cruzó a los EE.UU. desde México, junto con su bebé y el padre de ésta. Arredondo tenía entonces 16 años de edad. “Era una niña, intentando abrirle camino a su propia hija”, expresó Aparicio.

Después, la mujer dejó al padre de la pequeña y crió sola a sus tres hijos. Los dos hermanos de Aparicio son estadounidenses. “A veces nos llevaba al trabajo con ella porque no tenía con quién dejarnos. Nunca se rindió”, aseguró.

El esposo de Aparicio, Bennie Hill, trabaja como contratista en Afganistán desde que finalizó sus siete años de servicio con la Marina. La madre de éste, la teniente coronel Marie Pauley, está en servicio activo en el ejército y trabajó en varias partes del mundo. Ella valora el rol de Arredondo como la otra abuela de sus nietos. “Como yo estoy lejos, me alivia pensar que ella está allí”, afirmó Pauley por teléfono, hablando en capacidad personal y no como oficial. “No he sido la abuela buena, que está allí todo el tiempo. Intento vivir esa experiencia a través de ella”.

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Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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