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La bandera de la confederación representa al sur, tanto como la de México representa a California

Nikki Haley, gobernadora de Carolina del sur ha abogado por bajar la bandera de batalla Confederada en instalaciones del poder legislativo.Arriba, la bandera en Capitolio del estado.

Nikki Haley, gobernadora de Carolina del sur ha abogado por bajar la bandera de batalla Confederada en instalaciones del poder legislativo.Arriba, la bandera en Capitolio del estado.

(Joe Raedle / Getty Images)
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Imagine el escándalo que se haría si empezaran a ondear la bandera mexicana en el Capitolio estatal de California.
No lo harían, pero ya podría usted escuchar la justificación: se trata del orgullo de su ascendencia, cultura y herencia.

Usted sabe, lo mismo que muchos sureños dicen acerca de por qué ondean la bandera confederada.

La bandera mexicana, después de todo, se izó en California desde 1822 a 1846. México nos gobernó durante una generación después de que obtuvo su independencia de España y hasta que los colonos blancos montaron su rebelión llevando su bandera del oso. Esa revuelta esta simbolizada hoy en la bandera del estado de California.

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Pero muchas banderas han visto el cielo de California. Tal vez deberíamos elevarlas todas en el Capitolio, solo para recordar los viejos tiempos. Hubo banderas del imperio español. Y la bandera rusa en la costa norte, levantada sobre Fort Ross desde 1812 a 1841

Todo esto me vino a la mente mientras escuchaba a los políticos del sur, ahora menos y menos, afortunadamente — defender la bandera Confederada o versiones híbridas de ella en los Capitolios de los estados, tribunales y otros edificios de gobierno.

La misma bandera que al parecer inspiró la supremacía blanca de Dylann Roof, de 21 años de edad — basado en sus muchas fotos con dicha bandera, para supuestamente matar a nueve afroamericanos en una iglesia negra de Charleston, S.C.

¿Y que hay de la mayoría de los candidatos presidenciales republicanos, inicialmente débiles de rodillas y agachando la cabeza, asustados de llegar a irritar a los votantes blancos del sur por decir algo despectivo sobre las viejas banderas de los rebeldes?

Felicitaciones a la gobernadora de Carolina del sur, Nikki Haley, quien mostró más coraje e inteligencia que la mayoría de aspirantes presidenciales de su partido combinados cuando ella rápidamente hizo el cambio y abogó por bajar la bandera de batalla Confederada en todos los edificios del poder legislativo.

Los funcionarios de otros estados — Alabama, Mississippi, Virginia, Tennessee, siguieron su ejemplo y adoptaron medidas para eliminar las banderas y otros vestigios de la Confederación.

Siempre me ha confundido qué orgullo evocan estas banderas en las personas. Para muchos de nosotros, son símbolos de la esclavitud, la traición y el racismo. ¿Es eso algo para que estén tan orgullosos? ¿Esclavizar a la gente a partir de una guerra civil que mató a 600,000 estadounidenses, la segregación de Jim Crow? ¿El KKK y los linchamientos?

Sí, la cortesía y la caballerosidad eran nobles, pero solo para las generaciones de gente blanca. ¿Pastel de pollo, sémola y ruibarbo frito? Seguramente, grandioso. Pero no justifican una bandera.

Es cierto que, como nativo californiano, no aprecio en su totalidad la cultura Dixie. Pero mis padres emigraron aquí desde el sur y descienden de largos linajes sureños. Mi tatara-tatara-abuelo Skelton, de las colina de Tennessee, murió luchando por la Confederación.

Llamé a mi primo James Lee, que todavía trabaja en las granjas cerca de Carthage, Tennessee — el viejo distrito congresional del ex vicepresidente Al Gore, para preguntarle lo que me faltaba sobre la bandera.

“No significa nada para mí de una manera u otra”, dijo. “No estaba allí cuando sucedió la guerra. Aquí la persona promedio puede tomarlo o dejarlo. La mayoría de gente piensa [que la controversia] es bastante idiota”.

Añadió esta observación, probablemente pensando en nuestros antepasados: “Muchos de esos chicos del sur que fueron a la guerra nunca habían estado fuera de casa más lejos de 10 millas. No se trataba de la esclavitud. Estaban protegiendo sus hogares. No querían a los yanquis que bajaran y quemaran sus casas y violaran a sus mujeres. Tú sabes cómo es en la guerra”.

En cualquier caso, las banderas confederadas no simbolizan a la mayor parte del sur de hoy. Están mostrando una falsa imagen. Para hacerle justicia a la región, deben bajarlas, doblarlas y embalarlas y enviarlas lejos a museos o armarios.

California, por supuesto, no tiene mucho de que presumir. No hemos siempre sido un faro de la tolerancia.

Este estado una vez tuvo una historia larga y horrible de discriminación contra los orientales. A los inmigrantes japoneses les fue prohibido ser dueños de propiedades. Se prohibió la inmigración China, punto.

Hace medio siglo los californianos votaron abrumadoramente para continuar con la discriminación racial en la venta y alquiler de viviendas. Ronald Reagan, ese icono del partido republicano, apoyó fuertemente la noción. El estado y los tribunales supremos de los Estados Unidos lo declararon inconstitucional.

El año pasado, la madre del senador estatal Isadore Hall (D-Compton) visitó el Capitolio y se sorprendió al ver que las banderas Confederadas se venden en la tienda de regalos. Ella es una afroamericana que creció en la entonces segregada Texas. El padre de Hall era un afroamericano de piel clara, un criollo, que fue criado en Louisiana y huyó del estado tras ser golpeado casi hasta la muerte por cortejar a una muchacha negra.

“Pensaron que era blanco y no permitían que los blancos salieran con gente negra”, dice Hall. “Esta es América, y puedes salir con quien tu quieras”.

Indignado de que se vendieran “emblemas para incitar al racismo” en el Capitolio de California, Hall introdujo una ley para prohibirlo. La medida fue aprobada abrumadoramente — solamente tres republicanos votaron “no” y la ley fue firmada por el gobernador Jerry Brown.

“No hay lugar para una bandera confederada bandera en cualquier edificio público en California”, dice Hall. “Lo mismo con una esvástica. Genera el odio y el miedo. Nosotros nunca fuimos parte de la Confederación”.

De hecho, el sur intentó extender la esclavitud al sur de California como una condición para su ingreso como estado. Pero en 1849, durante una convención constitucional del estado, los delegados votaron al unísono para prohibir la esclavitud. Y California fue admitido a la Unión como un estado libre en 1850.

En ese tiempo, el sur de California era casi todo Latino.

Hoy en día, tendría tanto sentido a enarbolar la bandera mexicana en el Capitolio de California como lo hace exhibir la bandera confederada en los edificios del poder legislativo sureños: no tiene sentido.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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