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Gay, preocupado y con 55 años: ¿Quién aceptará una cita conmigo?

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Después de la disolución de mi relación de 21 años de antigüedad, me encontré en una situación particular. ¿Que podría ofrecer yo, un latino gay de 55 años de edad que vive en el Valle, al mundo de las citas?

Quiero decir, siempre había sentido que envejecer en Los Ángeles -una ciudad orientada a la juventud- y la posibilidad de hallar un amor en la edad madura no sería sencillo. Y siempre me habían dicho que cuando un hombre gay llega a los 50, “pagar por ello” era la norma.

Resultó que eso no pudo estar más alejado de la verdad. Pero primero, claro, tuve que desentrañar mis emociones encontradas. Aunque nunca me casé, puedo decir que recuperarme de esa larga relación equivalió a tratar con una muerte o un divorcio. Busqué la ayuda de mi familia, amigos y de un consejero profesional, ya que quería estar verdaderamente libre de cualquier daño perpetrado durante el curso de esa ruptura conflictiva. Yo quería emerger de ello lo más emocionalmente sano posible; mantuve mi calendario de gimnasio seis veces por semana en L.A. Fitness y comencé a meditar. Hasta tomé clases de yoga, a las cuales asisto ahora regularmente. Todo ello me ayudó a sanar mi maltratada psique.

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Poco después, comencé a sentir nuevamente ese anhelo. Me llevo bastante bien conmigo y, aunque puedo sentirme contento sentado en una roca en medio del desierto, en paz, tiendo a funcionar mejor cuando tengo a alguien a mi lado.

Comencé a explorar. Están los bares -los Rage, los Abbey-, el tradicional terreno de citas para los hombres gay; los sitios de citas, y claro, las distintas “aplicaciones” donde puedes geolocalizar al amor de tu vida, o al menos hallar a alguien con quien pasar un rato.

Sobre las aplicaciones, siempre había escuchado que eran un lugar donde se podía hallar compañía fácilmente. Sin embargo, ahora las veía de modo diferente; estaba menos preocupado por los torsos y más por los perfiles. Descubrí que hay, de hecho, un buen número de personas que emplean estos sitios para buscar, digamos, relaciones. Hay algo en el anonimato que facilita la conversación, y he hecho unos cuantos amigos con los que hablo regularmente.

Los sitios de citas profesionales, como Match.com, son más complejos. Después de pasar mi vida como comunicador profesional, pienso que al menos soy un narrador digno. Envié unos cuantos mails y recibí muy pocas respuestas; quizás no sea un modelo masculino, pero tampoco soy tan feo, por lo tanto me sorprendí. También pasé de algunas personas con cierto código postal en su perfil, sospechando que yo tendría poco en común con alguien que reside en los barrios más elitistas de L.A. (qué snob soy, lo sé).

Más aún, evité cualquier persona que se haya “sentado frente a una hoguera”, “caminado en la playa” o “mirado largamente a los ojos del otro”. ¿Por qué? Porque he estado en dos relaciones duraderas, y cualquiera que las haya tenido puede asegurar que uno pasa más tiempo peleando acerca de quién sacará la basura en vez de mirando amorosamente los ojos del compañero. Por lo tanto, busqué entre aquellos que habían tenido relaciones estables, o que al menos parecían tener buenas bases en las realidades de la vida.

Los bares no son una opción viable para mí; son criaderos bacterianos para la inseguridad. No necesito eso en este momento. Las citas son tan distintas ahora; la gente ya no habla, sino que envía mensajes de texto, incesantemente. Hay que entender que yo dejé de tener citas antes de la era de internet, por lo tanto transcurrieron 21 años donde una nueva infraestructura se construyó y yo no estuve al tanto. De nuevo, lo estoy intentando.

Nunca he tenido un “tipo”, y en el pasado me sentía atraído por los hombres mayores que yo, quienes generalmente tienen más para decir, y además me gusta su conocimiento y entendimiento de sí mismos. Ahora las reglas han cambiado; alguien 20 años mayor que yo tiene setenta años, y no es lo mismo. Además, tengo 55 pero luzco muy ‘joven’. Me gusta Coldplay, todavía puedo caminar por los senderos de Griffith Park, disfruto de uno o dos musicales en el Pantages y tengo una mente y un corazón muy abiertos. Por todo ello, ahora converso con gente más joven.

Pero aunque digo ‘joven’, no planeé que una persona de 25 años se convirtiera en parte de mi nuevo entorno durante los cuatro meses que duró -y no, no pagué por ello-. Tengo que dar crédito a esta persona; fue el primero en 21 años que me hizo abrir el corazón, tan magullado y maltratado como estaba. Sentí algo maravilloso y doloroso, y pude experimentar el Hollywood Bowl con ojos nuevos. Teníamos mucho en común, pero al final, la diferencia de edad creaba una diferencia. Pasamos muchas noches caminando hasta las 2 o 3 de la madrugada, pero yo suelo levantarme a las 5 a.m. y ese nuevo estilo de vida no funcionaba muy bien con mi horario. Recordé que, a esa edad, era común estar despierto a esas horas. También descubrí que tenía que explicar casi todo; pese a lo inteligente que era mi amigo, simplemente no tenía la experiencia. Así es que estamos en un impasse, que muy probablemente sea para siempre.

También acordé una cita con un tipo esotérico, de unos 40 y tantos años y cabello peinado con un rodete, con quien había conversado durante varios meses. Era genial e interesante, pero encendió un cigarro en nuestra primera cita, en mi casa de Sherman Oaks. No soy prejuicioso, pero decidí que posiblemente no se trataba de una buena idea.

No tengo ningún problema en absoluto con que la gente exprese su interés en mí, aunque debo admitir que ciertos términos, como “papi”, “papito” y “señor”, no son formas representativas de cómo me percibo.

Así que, seguiré adelante. Tener citas cuando uno tiene 50 y tantos años es muy liberador; no tengo absolutamente ninguna neurosis acerca de si el otro gusta de mí o no, si dije lo correcto, o si la ropa que vestí era la adecuada. En este punto de la vida, las cosas son lo que son. Y puedo decir: “Ámame, ama mi cabeza calva”.

Lo que estoy descubriendo es que, a lo largo de toda una vida de experiencias, y de alegrías, amor, enredos y también dolor, me he vuelto una persona valiosa, con valor y fortaleza. Y creo que eso es mucho más atractivo para la gente que unos abdominales perfectos.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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