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Extraño lazo afectivo entre secuestrador y víctima

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Mientras se acerca al cubículo de visitantes de la prisión, vistiendo unas gastadas zapatillas deportivas, el taxista habla entre dientes y respira con dificultad después de fumar demasiados cigarrillos en el frío de la mañana.

El mes pasado, tres fugitivos que escaparon de una cárcel del condado Orange secuestraron a este hombre, llamado Long Ma. Ahora, el conductor, de 71 años de edad, espera para ver a uno de sus captores, precisamente quien lo secuestró y más tarde ayudó a salvar su vida; un hombre con un importante prontuario penal que incluye cargos por intento de asesinato, robo, hurto, robo de vehículos y violencia doméstica. “Yo no olvido mi deuda”, asegura.

Bac Duong vestía un mono naranja; su brazo izquierdo estaba esposado a su costado. Se puso de pie y se inclinó. Un grueso vidrio separaba a los hombres mientras ambos levantaban los desvencijados teléfonos. Duong llama a Ma ‘Bo Long’, o ‘Papá Long’. “Hijo mío, hasta el final de los días, yo te rescataré tal como tú hiciste conmigo”, le prometió Ma. Los dos hombres solitarios, el taxista y el prisionero, sollozaron.

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La primera vez que Ma visitó a Duong, de 43 años de edad, en la Cárcel Central de Hombres de Santa Ana, el convicto le preguntó si podía pasar por una tienda en Little Saigon para comprarle unos libros de oraciones budistas.

Al día siguiente, un domingo, Ma volvió a la cárcel cargando dos bolsas llenas de volúmenes con historias de sufrimiento, sacrificio e iluminación. El costo de la compra era de $97. Un guardia le dijo que no podría entregar los libros en persona. Entonces, Ma hizo los arreglos necesarios para enviarlos por correo a Duong y, antes de pasar por el detector de metales, depositó $100 en una cuenta de gastos de la prisión. “No tengo mucho. Pero, con lo que tengo, hago lo mejor para apoyarlo”, aseguró el hombre. “No puedo aceptarlo como mi hijo y luego abandonarlo”.

Ma vive en una pequeña habitación de una pensión en Garden Grove. Tiene nueve hermanos; todos ellos –un dentista, un ingeniero, un farmacéutico y otros profesionales- son exitosos. “Todos menos yo”, dice.

Ma está divorciado y no ha hablado con sus cuatro hijos en años. “No me gusta depender de ellos”, afirma, y añade que no tiene idea si su descendencia habrá tenido noticias de su secuestro, pese a que la persecución de los fugitivos tuvo un alto impacto en las noticias.

La búsqueda de Duong, Hossein Nayeri y Jonathan Tieu registró una gran cobertura en los medios en idioma vietnamita, puesto que dos de los fugitivos, Duong y Tieu, son inmigrantes de Vietnam. El calvario convirtió a Ma en una especie de celebridad en Little Saigon, en el condado Orange, y cuando todo ya había terminado, durante el año nuevo chino unos extraños se acercaron a él para tomarse fotos e invitarle algo de comer.

Pero la fama fue un espejismo. La mayor parte de los días, Ma se esfuerza por encontrar pasajeros mientras conduce su Honda Civic gris acero, con los rastros de cinta policial aún adheridos en los lados. Al final del día regresa a sus pequeños cuarteles, donde paga $400 por mes por una habitación que no tiene acceso al baño por la noche.

Ma sabe de jardinería, y planta manzanas, toronjas y tulipanes en el jardín de su propietario. Cocina alimentos sencillos –cerdo caramelizado, sopas- y evita los restaurantes para ahorrar algo de dinero. “Soy un hombre que no puede permitirse gastos caros. No los necesito. Sólo deseo vivir en paz”, señala.

Duong, de nacionalidad vietnamita, es divorciado. Tiene dos hijos adultos que viven en San Diego, pero afirma que prefiere mantener distancia porque no quiere teñir sus vidas de “vergüenza”.

En 1998, un juez de inmigración ordenó su deportación, pero Duong efectuó varias apelaciones, que se agotaron en 2003. Sin embargo, el gobierno vietnamita rara vez acepta deportados de los EE.UU., y se negó a recibirlo. En 2008, Vietnam firmó un acuerdo con el país para admitir deportados, pero sólo a aquellos que hubieran llegado a los EE.UU. después del 12 de julio de 1995. Cuando Duong fue acusado de intento de asesinato, el año pasado, por el homicidio de un hombre de 52 años de edad, los funcionarios de inmigración presentaron la documentación para ponerlo bajo custodia.

Después de fugarse de prisión, en la noche del 22 de enero pasado, Duong, Tieu y Nayeri detuvieron un taxi en Garden Grove. Ma, quien había respondido una llamada hacia esa ubicación, estaba al volante. Durante toda la semana siguiente permaneció cautivo de los tres hombres, fumando con ellos en pequeños hoteles, durmiendo a su lado y escuchándolos deliberar si debían matarlo o no.

Ma contó que, una vez, Nayeri golpeó en el rostro a Duong durante una discusión. Duong le confesó que Nayeri quería matarlo. Salvatore Ciulla, el abogado que representa a Nayeri, no respondió los llamados de Los Angeles Times para hacer algún comentario.

Nayeri era el líder del grupo, explicó Ma. Él enfrenta cargos vinculados con un ataque al dueño de un dispensario de marihuana, quien fue secuestrado en 2012 en su casa de Newport Beach, trasladado al desierto y torturado allí.

Desde el principio, Duong llamó a Ma ‘tío’. También le llevaba cosas para comer y cigarrillos para pasar el tiempo. Todos estaban alojados en un hotel del norte de California, donde Ma aseguró que Duong, por temor a que el taxista fuese lastimado, decidió llevarlo nuevamente al sur del estado. Ese jueves por la mañana, dijo Ma, Nayeri y Tieu salieron para teñir los vidrios de una furgoneta robada. Duong convenció a Nayeri de dejar su arma, relató el taxista. Luego, cuando los otros dos fugitivos se alejaron, Duong se subió al taxi con Ma para escapar.

“Yo sabía que debía alejar el arma de él”, le dijo Duong, quien desde el otro lado del vidrio, en prisión, aseguró “yo quería rescatarlo [a Ma]. Quería hacer las cosas bien”. Duong señala ahora que herir al taxista era una línea que él no quería cruzar. Él respetaba a Ma por la calma que éste había mostrado siempre, pese a su situación.

Abby Tyler, el abogado que representa a Duong, prefirió no hacer comentarios acerca de las acciones de su cliente.

“Nunca podría haber imaginado que terminaríamos tan unidos”, afirmó Ma, acerca de Duong. “A pesar de que él me apuntó al pecho con una pistola y puso en peligro mi vida... debe haber estado bajo una enorme presión. Tomó decisiones equivocadas hasta que vio la verdad”.

En el camino de regreso al condado Orange, Duong le contó a Ma que sabía que “lo que había hecho estaba mal”, y le confesó que quería volver a la buena senda. Luego de ello, Ma lo acompañó a la oficina de un abogado en Westminster para organizar su entrega, el 28 de enero, pero la secretaria les pidió que se retiraran del lugar. Entonces condujeron hasta Auto Electric Rebuilders, en Santa Ana, donde Duong, con aspecto muy desaliñado, pidió a un amigo que llame al 911 para entregarse a las autoridades.

Los otros dos fugitivos fueron capturados un día después en San Francisco.

Antes de intercambiar saludos de despedida en la prisión, Duong le recordó a Bo Long que se cuide. Ma mencionó que reservó un viaje a Vietman a comienzos de marzo para visitar a su prometida, a quien se refiere como su ‘esposa’. Sonríe como un niño cuando cuenta las largas horas que ambos dedican a hablar por teléfono a diario. “Mi esposa envía sus mejores deseos y su agradecimiento”, dice Ma a Duong, quien vuelve a limpiarse las mejillas húmedas una vez más. “Espera poder saludarte en persona algún día”.

Ma vuelve a colocar el teléfono en su sitio. Duong señala la salida con su mano libre, tan atento como si estuviera acompañando a un cliente. Ma se pone de pie, lentamente; vuelve a observar al hombre que llora detrás del vidrio, y se aleja.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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