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Es momento de quitarle el ‘Clinton’ a la Fundación Clinton

El expresidente Bill Clinton y su hija, Chelsea, en una visita a una escuela de Nairobi, Kenia, que recibe apoyo de la fundación de su familia.

El expresidente Bill Clinton y su hija, Chelsea, en una visita a una escuela de Nairobi, Kenia, que recibe apoyo de la fundación de su familia.

(Ben Curtis / Associated Press)
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Una vez más, Hillary Clinton se ve obligada a responder preguntas embarazosas acerca de lo que el senador Bernie Sanders llamó alguna vez “tus malditos emails”. Esta vez, se trata de correos electrónicos enviados durante el mandato de la candidata a presidente como secretaria de estado, que muestran que su oficina no estaba tan aislada de la Fundación Clinton como el público creía.

Los mensajes -obtenidos por el grupo conservador Judicial Watch, del Departamento de Estado- no prueban, como Donald Trump dijo, que Clinton “hizo un montón de cosas” para los contribuyentes de la fundación. De hecho, las solicitudes de los donantes a menudo fueron rechazadas o ignoradas. Por ejemplo, el pedido de asistencia de un contribuyente para obtener una visa para un futbolista británico con antecedentes penales quedó en la nada. Tampoco hubo ayuda para la estrella de rock Bono, donante de Clinton Global Initiative (un proyecto de la Fundación Clinton) para transmitir un concierto en la Estación Espacial Internacional.

Aun así, parece claro a partir de estos emails que los amigos y benefactores de la Fundación Clinton tenían una llegada especial al Departamento de Estado liderado por Hillary Clinton. Por ejemplo, en 2009, Douglas Band, un veterano asesor de Bill Clinton quien estuvo involucrado en la creación de Clinton Global Initiative, envió un correo electrónico a Huma Abedin, asistente de Hillary, donde decía que el príncipe heredero de Bahrein (“un buen amigo de nosotros”, escribió) intentaba reunirse con la secretaria de estado. Bahrein había participado en la Clinton Global Initiative comprometiéndose a gastar $32 millones en un programa de becas. Abedin respondió que el príncipe ya había solicitado una reunión a través de los canales normales, pero dos días después confirmó que ya se había organizado un encuentro. “Si usted lo ve, infórmele de esto”, escribió la asistente.

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Esto no sólo suena a tener acceso especial, sino que lleva a la gente a preguntarse -legítimamente- si hubo otros favores en este acuerdo. No hay terribles evidencias en los mensajes de correo de que se haya repartido dinero del gobierno entre los donantes, o que las políticas extranjeras hayan cambiado para satisfacerlos, pero no se puede culpar a los estadounidenses por tener dudas al respecto. Y ese es, precisamente, el problema.

Es posible que el príncipe heredero hubiera sido recibido por Clinton en cualquier evento -Bahrein es un aliado de los EE.UU.-. Pero según un recuento realizado esta semana por la agencia AP, al menos 85 de 154 personas “de intereses privados” que se reunieron o tuvieron conversaciones telefónicas programadas con Clinton durante su liderazgo del Departamento de Estado habían donado a la fundación o prometido compromisos con sus programas internacionales.

La campaña de Clinton ha objetado el informe de AP sobre la base de que omite reuniones con diplomáticos extranjeros y funcionarios del gobierno de los EE.UU., y que cubre sólo una parte del mandato de Clinton. Aun así, el cruce es llamativo y contribuye a la impresión de que una donación a la Fundación Clinton era el pago inicial para tener acceso o lograr alguna acción del gobierno.

Esa impresión se exacerbaría si Clinton resultara electa presidente y la Fundación Clinton siguiera existiendo; aun cuando la presidente Hillary Clinton no tuviera conexión formal con ella. Por su parte, Bill Clinton ha reconocido que la posibilidad del triunfo de su esposa requiere un cambio en el manejo de la fundación. La semana pasada, anunció que si Hillary fuera electa, la entidad ya no aceptaría donaciones extranjeras o de corporaciones, y que él renunciaría al directorio. Pero esa opción es, a la vez, demasiado y escasa.

Sería demasiado en el sentido de que una iniciativa global como la Fundación Clinton podría verse obstaculizada para combatir enfermedades y desnutrición si sólo debe contar con donaciones de los EE.UU. Por otra parte, sería escasa si los poderosos individuos de este país siguieran donando a una organización filantrópica con la esperanza de que esto les ganaría el apoyo de una familia presidencial.

En cambio, nos gustaría proponer una solución diferente: que la fundación continúe su marcha, pero que la familia Clinton rompa sus conexiones con ella durante la estancia de Hillary Clinton en la Casa Blanca. Eso implica no sólo a Bill y Hillary, sino también a Chelsea Clinton, quien ahora es vicepresidente de la organización.

La Fundación Clinton y sus 11 entidades constituyentes han logrado mucho para erradicar enfermedades, aliviar la pobreza y mejorar el medio ambiente. Su trabajo puede continuar, pero sin su participación. Eso sería liberador, tanto para la organización como para la propia Hillary Clinton.

Traducción: Valeria Agis

Si desea leer este artículo en inglés, haga clic aquí

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