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En los brotes de sarampión, los no vacunados están más propensos a enfermar

Los no vacunados y aquellos con dosis vencidas de la vacuna conformaron la amplia mayoría de pacientes durante los brotes de sarampión y una minoría importante de enfermos de tos ferina, descubrió un reciente estudio. Opositores a una nueva ley de California para vacunar a todos los niños en edad escolar se manifestaron en Santa Mónica, en julio de 2015.

Los no vacunados y aquellos con dosis vencidas de la vacuna conformaron la amplia mayoría de pacientes durante los brotes de sarampión y una minoría importante de enfermos de tos ferina, descubrió un reciente estudio. Opositores a una nueva ley de California para vacunar a todos los niños en edad escolar se manifestaron en Santa Mónica, en julio de 2015.

(Kent Nishimura / Los Angeles Times)
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Un exhaustivo nuevo estudio de los brotes de sarampión y tos ferina en los Estados Unidos sugiere que la renuencia y negativa de los adultos a vacunarse- a sí mismos o a sus hijos- ha jugado un rol clave en el resurgimiento de enfermedades que habían sido erradicadas por completo en el país.

En un análisis publicado este martes en el Journal of the American Medical Association, epidemiólogos rastrearon informes publicados y de salud pública acerca de los brotes de sarampión y tos ferina, para descubrir el rol que jugó en ellos la negativa a la vacunación, y cuán importante fue la contribución de la disminución de la inmunidad entre los vacunados.

En los brotes de sarampión, los investigadores hallaron que la influencia de los no vacunados fue poderosa. De 1,416 casos que ocurrieron en los EE.UU. desde que la enfermedad había dejado de circular en el país, en 2000, un 57% fueron personas sin antecedentes de vacunación. De esos 574 casos, 405 (casi el 71%) eran individuos que no habían recibido la vacuna por razones ‘no médicas’.

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Al usar los informes para trazar una “curva epidémica acumulativa” –la trayectoria de la propagación de la enfermedad-, los investigadores descubrieron que las personas no vacunadas tendían a estar entre los primeros, o dentro de los primeros grupos de gente en contraer y contagiar el sarampión. Eso sugiere que los no vacunados despertaron muchos de los brotes, y fueron un factor acelerador clave en su propagación.

En niños menores de 5 años y adultos mayores de 20 que contraen sarampión, las complicaciones son más comunes y pueden ser serias. Las infecciones del oído interno, que pueden causar pérdida de la audición, son habituales. Se estima que un 5% de los infantes que sufren sarampión desarrollará neumonía, y uno en 1,000 desarrollará inflamación cerebral, lo cual puede causar convulsiones y llevar a la sordera o discapacidad intelectual. La muerte es una complicación poco frecuente, pero ocurre en uno o dos niños por cada 1,000 infectados.

La nueva investigación halló una conclusión levemente diferente en cuanto a los brotes de tos ferina. De los más de 10,000 casos que ocurren anualmente, el brote ocurrió frecuentemente entre los vacunados –una prueba de que la vacunación con la DTap (una vacuna combinada contra la difteria, el tétanos y la tos ferina) no confiere inmunidad duradera.

Los investigadores revisaron 32 informes de brotes de tos ferina en los que se conocía el estado de vacunación de los 10,069 pacientes. Los individuos no vacunados y con dosis vencidas representaron entre el 24% y el 45% de los infectados en cinco de las mayores epidemias en todo el estado incluidas en el análisis.

En ocho de los 12 brotes de tos ferina donde se recogieron datos de vacunación, entre un 59% y un 93% de los no vacunados que se enfermaron habían elegido intencionalmente no vacunarse.

La tos ferina es particularmente peligrosa para los bebés menores de un año de edad. Casi la mitad de quienes contraen la enfermedad requieren hospitalización y el 1% fallece a consecuencia de ella. Cerca de un 5% de adolescentes y adultos que enferman de tos ferina requieren hospitalización; de ellos, entre un 4% y un 6% pierde la conciencia o sufre la fractura de una costilla durante un ataque de tos.

En un comentario también publicado en JAMA, el pediatra Matthew M. Davis, de la Universidad de Michigan, observó que los niveles bajos de vacunación y la vacunación menguante son problemas diferentes pero relacionados entre sí. Cuando una porción cada vez mayor de una determinada población se niega a vacunarse contra una enfermedad, la probabilidad de un brote aumenta. En ese momento, escribió Davis, las personas cuya inmunidad ha comenzado a decaer puede generar un brote.

Si las poblaciones deben ser protegidas adecuadamente contra las enfermedades prevenibles mediante la vacunación, escribió Davis, se deben abordar ambos problemas.

Los investigadores que llevaron adelante el exhaustivo recuento de brotes señalaron que “los riesgos del rechazo a la vacuna permanecen imperfectamente definidos”. Estos riesgos parecen ser diferentes para las distintas enfermedades y las variadas poblaciones, agregaron.

Pero si los organismos gubernamentales deben exigir que los padres reacios a vacunar a sus hijos lo hagan, es importante que los riesgos que corren los opositores a las vacunas –para ellos mismos y para otros- estén claros y bien documentados, señalaron los expertos, quienes agregaron que los funcionarios públicos “también deben afrontar las razones de la renuencia a la vacunación”. Entre estas razones, observaron, están “las percepciones de los padres respecto del riesgo y la severidad de las enfermedades prevenibles por vacunación, la seguridad y eficacia de las vacunas de rutina y la confianza en los profesionales médicos, corporaciones y el sistema de salud”.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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