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El programa de ‘estacionamiento seguro’ para desamparados podría llegar a L.A.

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Los empleados de las oficinas se encontraban todavía en sus escritorios cuando la casa rodante de Thomas Goodwin, modelo 1974, rechinó al salir de un estacionamiento céntrico en una noche reciente.

Este padre soltero, de 54 años de edad, trasladaba el vehículo recién adquirido para liberar un espacio de estacionamiento para el vehículo recreativo donde él y su hija de siete años de edad duermen, con el permiso de la ciudad.

Goodwin hace uso de la iniciativa “estacionamiento seguro”, de Santa Bárbara, un programa para desamparados que Los Ángeles está estudiando actualmente como un posible modelo para responder a su propia crisis de personas que duermen en casas rodantes y automóviles.

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El programa de Santa Bárbara quita de las calles 115 vehículos durante las noches y los reubica en espacios designados a lo largo de 20 estacionamientos pertenecientes a la ciudad, el condado, iglesias, agencias sin fines de lucro y lotes industriales en Santa Bárbara y Goleta.

El centro de orientación New Beginnings Counseling Center, que ejecuta el programa mediante un contrato de la ciudad -por $270,000-, proporciona baños y monitoreo.

La alcaldesa de Santa Bárbara, Helen Schneider, afirma que recibe pocas quejas. La ubicación de los lotes no se hace pública, y los defensores señalan que el programa pasa inadvertido para mucha gente. “Ellos son trabajadores humildes, que intentan salir de la pobreza por sus propios medios”, remarcó Schneider.

El programa, que ya lleva 12 años, retira de las calles a las personas sin hogar por las noches, pero los lotes cierran al amanecer y envían a los ocupantes de los vehículos nuevamente a los vecindarios.

Para las autoridades, los lotes hacen que sea más fácil conectar a los desamparados con servicios varios y vivienda. La organización New Beginnings afirmó que 47 personas obtuvieron un techo en los últimos nueve meses.

Sin embargo, el programa no es compatible con la multa por renta vacante -menos del 1%- que aplica Santa Bárbara. Algunos clientes permanecen atrapados en los lotes durante tres años o más, invisibles pero aún así sin hogar. “Estas personas son consecuencia de los recortes”, señaló el escritor Peter Marin, veterano activista de los desamparados en Santa Bárbara. “Antes vivían en hoteles baratos, pero ahora esos sitios ya no existen y no hemos colocado nada en lugar de ellos”.

Sin embargo, algunos funcionarios ven el estacionamiento seguro como una estrategia útil en medio de su plan de $2 mil millones para combatir el desamparo. En 2015 se contaron más de 3,300 automóviles y casas rodante habitados, parte de un aumento del 85% a nivel nacional en campamentos de desamparados que ha despertado el enojo desde San Pedro hasta Verdugo Hills.

También el año pasado un tribunal federal de apelaciones revocó la prohibición de la ciudad para emplear vehículos como vivienda, lo cual provocó nuevas restricciones de aparcamiento que dieron por resultado multas y embargos para las personas sin hogar.

El plan de la ciudad afirma que el estacionamiento seguro “proporcionaría estabilidad y seguridad a quienes viven en sus coches o vehículos de recreo, y reduciría a la vez el impacto del estacionamiento en las calles y la percepción de la seguridad en los vecindarios”. La Autoridad de Servicios para Desamparados de Los Ángeles estudia actualmente la posibilidad de crear un programa piloto que podría incluir esta opción de estacionamiento seguro.

El concejal de L.A. Mike Bonin señaló que el objetivo es conseguir que la mayor parte de los vehículos estén fuera de las calles mientras la gente ayuda a estas personas a conseguir una vivienda, pero agregó también que eso “no ocurrirá de la noche a la mañana”.

“Es poco probable que podamos dar a luz un programa completo y extenso de un día para otro. Sospecho que el estacionamiento seguro se desarrollará entre algunos concejales individuales, que identificarán lotes en sus distritos, y con iglesias, sinagogas y mezquitas que se sumen”, remarcó Bonin en un comunicado.

La ostentosa ciudad de Santa Bárbara suena como un sitio de prueba poco probable para una innovadora iniciativa contra el desamparo, sin embargo, la zona tiene una larga historia con iniciativas de ese estilo, que se remontan a Lillian Child, quien abrió su propiedad para crear una “ jungla de desamparados” en la década de 1940. La ciudad costera es también una parada popular para viajeros en vehículos de recreo que eligen vivir en la carretera.

Las personas que viven en furgonetas y casas rodantes son descritas a menudo como la ‘clase media alta’ de los desamparados. Los usuarios de este programa trabajan en el comercio minorista, enfermería, en restaurantes, construcción y seguridad; uno de ellos hasta es dueño de su propio negocio.

A sus 50 años de edad, Patrick Cole, un usuario del programa, estudia diseño en Santa Barbara City College luego de haber salido de prisión y escapado de las drogas. “Ellos realmente se preocupan por los usuarios”, afirmó Cole respecto de New Beginnings, que provee alimentos y tarjetas para gasolina, asistencia y seguro para los vehículos, pagos de servicios públicos, manejos de casos y otras ayudas.

La casa rodante de Cole, que aparca en el estacionamiento de un campus durante el día, está sumamente ordenada y contiene una pizarra con su calendario escolar por encima de su computadora portátil.

En un estante hay una Biblia, junto a “Between the World and Me” (Entre el mundo y yo), las populares memorias de Ta-Nehisi Coates. “Estoy haciendo un artículo sobre él. Es un escritor maravilloso”, expresó Cole. “A veces pienso: ‘Maldición, estoy empezando a sonar como Ta-Nehisi’”.

Una mañana lluviosa del mes pasado, Cole se colgó su mochila y subió la colina hasta el campus, ubicado sobre un acantilado de 74 acres con vistas al océano. Channel Islands se dibujaban en el horizonte mientras se dirigía a su clase de impresión.

Gavin Thatcher, de 19 años de edad y residente de Lafayette, California, aseguró que es “una bendición” tener a Cole como compañero porque les concede “una perspectiva más amplia”.

Cole afirmó que la historia es diferente cuando está en las calles y la policía lo persigue por vivir en su casa rodante. “Hay mucha discriminación contra la gente que vive en vehículos”, dijo. “Seguro, muchos trabajan y pagan por sus cosas, pero siempre habrá gente sin hogar y todos tenemos que vivir juntos”.

Goodwin se apoderó de un estacionamiento seguro para tener la oportunidad de ser un padre activo mientras él y su hija esperan el retorno de la madre de la niña, presa por un cargo de drogas.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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