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Opinión: El nuevo ‘Trumpcare’: un plan fallido que no deroga ni reemplaza a Obamacare

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El recientemente revelado plan de los republicanos de la Cámara para derogar y reemplazar Obamacare se encuentra ya en problemas políticos, porque ni deroga ni reemplaza la ley del gobierno anterior.

En lugar de ser una derogación completa, conserva algunos elementos de Obamacare -cuyo nombre formal es la Ley de Cuidados de Salud Asequibles (ACA, por sus siglas en inglés)-. Esto enfureció a los conservadores de línea dura del Congreso, así como a los multimillonarios opositores al gobierno, tales como los hermanos Koch, quienes creen que el plan mantiene nuevos e inaceptables derechos gubernamentales.

A la vez, la propuesta es un anatema para los republicanos moderados y para casi todos los demócratas, porque no reemplaza realmente el enfoque de la salud de la ACA con un sistema mejorado. En vez de ello, cambia radicalmente el equilibrio de quién se beneficia.

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Los ganadores del plan anunciado con tanto orgullo por el presidente de la Cámara, Paul D. Ryan, son las personas ricas, que ya no serían gravadas para ayudar a pagar los gastos médicos de los pobres, así como las empresas de cierto tamaño, que ya no estarían obligadas a proporcionar planes de seguro para sus empleados.

En los próximos 10 años, los ciudadanos más pudientes de los EE.UU. estarán exentos de pagar $310,000 millones en impuestos. En tanto, millones de personas que ya no podían pagar las primas de su seguro médico volverán a depender de las salas de emergencia de los hospitales cuando caigan enfermas.

Además de eliminar el impuesto a los ricos, el partido republicano planea también quitar el requisito de que todo el mundo compre algún tipo de seguro de salud.

Con esas dos partes de la ecuación suprimidas, los subsidios gubernamentales adecuados para aquellos que no pueden hacerse cargo de los costos de la atención médica serán imposibles de mantener, mientras que las primas en sí mismas seguramente se disparen para muchas personas, ya que las aseguradoras contarán con muchos menos pacientes sanos entre sus clientes.

Una parte clave del esquema de Ryan es transformar Medicaid en un programa de pagos en bloque para los estados. Nadie duda de que esos pagos serían significativamente más bajos de lo que los estados reciben con la ACA, lo cual los dejaría librados a la terrible decisión de aumentar los impuestos para salvar la brecha, o abandonar a los pobres a su suerte.

Por ahora, el presidente ha aceptado el plan de Ryan y, como resultado, los demócratas rápidamente lo llamaron ‘Trumpcare’, seguros de que será un maloliente lastre sobre el mandatario. En su respaldo al proyecto republicano de la Cámara de Representantes, esta semana, Trump no traicionó la comprensión de lo que el plan es en realidad: “Sigue las directivas que establecí en mi discurso al Congreso; es un plan que reducirá gastos, ampliará las opciones, aumentará la competencia y garantizará el acceso a la atención médica para todos los estadounidenses”, afirmó el presidente. “Será un plan donde uno podrá elegir su médico. Dará la opción de elegir el plan. Y todos sabemos cuál es el plan; éste es el plan. Y vamos a tener un tremendo… creo que vamos a tener un tremendo éxito”.

En realidad, todo es un sinsentido. En vez de hacer lo que Trump dice, la propuesta de cuidados médicos de los republicanos pondrá a millones de personas en una situación peor de la que ya tienen ahora, entre ellos a muchos de esos mayores de edad, blancos y trabajadores, que apoyaron su candidatura con tanto entusiasmo y creyeron su promesa de un “cuidado médico para todos”, con “menos deducibles” y costos más económicos.

Hasta los autores del plan cruzarían los dedos detrás de sus espaldas al hacer semejantes afirmaciones.

Los críticos, tanto de la derecha como de la izquierda, son más sensatos. Los de la derecha se oponen filosóficamente a cualquier tipo de garantía gubernamental socialista de salud para todos (si pudieran, revocarían Medicare). Esta primera versión de Trumpcare puede reducir esa garantía, pero aún tiene partes de ella y paga por esa insignificante generosidad con gasto deficitario.

Para aquellos de la izquierda, la garantía de asistencia sanitaria universal -como existe en países como Alemania, Canadá y el resto del mundo económicamente avanzado- es el máximo objetivo. Cuando se aprobó Obamacare, en 2010, muchos liberales lo vieron como un primer paso, un compromiso defectuoso con la industria de seguros que fue modelado a imagen del programa de salud del gobernador republicano Mitt Romney, en Massachusetts.

Habrá muy pocos votos -o ninguno- de los demócratas al plan de Ryan, y ya parece que habrá demasiados desertores entre los republicanos para lograr su aprobación en el Senado. Ni siquiera está asegurada la victoria en la Cámara de Representantes, de mayoría republicana. Una derogación que no deroga, y un reemplazo que no reemplaza parece una idea tan débil que incluso alguien tan falto de criterio y desinteresado como Donald Trump podría, eventualmente, comprender lo políticamente insostenible que resulta.

Traducción: Valeria Agis

Para leer esta historia en inglés haga clic aquí

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