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El circo de Trump; un anticipo de lo que ocurrirá en junio en California

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Nohl Rosen estaba listo para respaldar a la policía en caso de que algún problema estallara en el acto de Donald Trump, realizado el sábado por la mañana en los suburbios de Phoenix. El técnico de computadoras llevaba un pañuelo con los colores de la bandera, una camiseta con la inscripción “Las vidas de los policías sí importa”, y una 9 mm Smith & Wesson atada a su pierna derecha.

En California, le dije, no podemos caminar con armas de fuego enfundadas en nuestras extremidades. “Ustedes tienen una gran cantidad de problemas también”, dijo Rosen. “Creo que si liberaran las leyes de armas, como lo hemos hecho aquí, les iría mucho mejor”.

Yo no estoy tan seguro de eso, ni de lo que sigue:

“Hemos tenido siete años de [el presidente] Obama, y ¿qué ha logrado? Estamos divididos como nación. Trump puede unirnos”, aseguró Rosen.

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¿Qué quiere decir esto?

Me parece que no ha habido una figura política más divisiva en los últimos tiempos. Trump ha incluso desgarrado el partido republicano.

Ahora que sabemos que California estará en juego en esta temporada de primarias, viajé a Arizona para tener un anticipo de lo que viviremos en junio próximo. Y, puedo asegurarlo, será un espectáculo.

El viernes por la noche asistí a un acto del senador de Texas Ted Cruz, cuyo atractivo entre los conservadores cristianos es evidente a juzgar por la enorme concurrencia reunida en la Arizona Christian University. Sean Hannity, de Fox News, encendió a la multitud con burlas y ataques a los demócratas, y señalando que había un montón de mujeres guapas entre la audiencia.

Creo que Jon Stewart se retiró demasiado pronto.

Luego llegó Cruz, quien profundizó en las palabras de Hannity y ofreció deportar a 11 millones de personas apenas ponga un pie en la Casa Blanca. Los cristianos lo vitorearon.

Hay una enorme cantidad de ira y frustración cocidas a fuego lento por allí y los charlatanes están convirtiendo eso mismo en una intolerancia cruda y sin maquillaje. Este carnaval que llamamos primarias presidenciales complace nuestros peores instintos, y nos asegura que los complejos problemas tengan la más sencilla de las soluciones sólo si los verdaderos villanos tienen su merecido.

“Hillary a prisión en 2016” era una inscripción popular en varias camisetas de la manifestación de Trump. “El sexo entre homosexuales es un pecado”, se leía en un letrero. Un joven llevaba un cartel que decía “Las opciones para presidente son un comunista, una criminal o Trump”.

Después de años de estancamiento de los salarios, en un momento de obscena escalada de la riqueza para unos pocos privilegiados, las masas furiosas han elegido como punta de lanza a uno de los hombres más ricos del mundo, y su ascenso comenzó con un ataque a algunos de los más pobres.

“Es una locura”, afirmó Sherri James quien, de pie junto a un pequeño grupo de gente, sostenía un letrero que decía que los causan tes del odio no son bienvenidos en su ciudad de Fountain Hills. “El uno por ciento está causando los problemas económicos contra los que tanta gente se rebela, y justamente quieren poner a ese uno por ciento a cargo en el gobierno”.

Unas pocas decenas de manifestantes se presentaron -apenas una ola en un mar de miles- para crear conmoción en otro de los actos de Trump llamados ‘Make America Great Again’ (o Hagamos grande de vuelta a los EE.UU.). Para ellos, el evento fue más bien ‘Hagamos de EE.UU. un país de odio nuevamente’, o ‘Hagamos a los EE.UU. cada vez más blanco’.

Seguí a algunos manifestantes a través de la multitud, mientras gritaban “Detengan el odio”, mientras Trump hablaba. Uno de ellos llevaba un letrero que ironizaba: “Si él no puede arreglarse el cabello, ¿cómo podrá arreglar la economía?”. Se sucedieron un par de empujones, pero nada serio como para que Nohl Rosen sacara su Smith & Wesson.

Los partidarios de Trump gritaban a los manifestantes que buscaran empleo y renunciaran a la asistencia social. Ellos deberían ser los primeros deportados, afirmó un asistente. “La razón por la que no te gusta”, gritó, “es porque Trump es un hombre verdadero y tú no”.

Entre esos manifestantes se encontraba Karina Díaz, una estudiante universitaria de 23 años de edad, nacida en los EE.UU., residente en Phoenix. Díaz relató que había estado por dos horas en el acto, y que allí le habían gritado –a ella y sus amigos- cosas como “Vuelvan a México. Salgan de aquí. Frijoleros, violadores, ilegales”.

“Puede ser un poco intimidante, y también doloroso”, dijo Díaz. “Pero sabemos que, si estamos juntos, triunfaremos”.

Más allá de los manifestantes, toda la gente de color reunida en los actos de Cruz y Trump entraba cómodamente en un camión de vegetales. Esta cifra aparenta ser un problema para quien sea que gane la nominación del partido republicano, porque –tal como los líderes de esa agrupación vienen señalando hace años- el partido corre peligro si no atrae a personas más jóvenes y a más minorías a sus filas.

Por cierto, el acto de Trump se realizó en el condado natal del sheriff Joe Arpaio, Maricopa. A Arpaio se lo ha definido como ‘el sheriff más rudo de los EE.UU.’, pero entró en conflicto con el gobierno federal por acusar a la gente en base a su perfil racial. Él respalda a Trump, quien a su vez recordó a sus partidarios el sábado que él adora a Arpaio.

Esto provocó aplausos, al igual que todo lo demás que Trump dijo. Ciertamente, puedo identificarme con el desencanto de la multitud con las políticas actuales y con Washington, pero me quedé allí preguntándome si el numerito de Trump hubiera durado más de dos semanas si no hubiera sido una estrella de un reality show, en una cultura que equipara la fama con la esencia del contenido.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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