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Un ginecólogo fue acusado de mal comportamiento con mujeres jóvenes, durante años, pero USC le permitió seguir atendiendo a estudiantes

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Durante casi 30 años, la clínica de salud estudiantil de la Universidad del Sur de California (USC) contó con un ginecólogo de tiempo completo: el Dr. George Tyndall. Alto y hablador, trataba a decenas de miles de alumnas, muchas de ellas adolescentes que veían a un ginecólogo por primera vez.

Muy pocas de las mujeres que pasaron por el consultorio de Tyndall, en el Engemann Student Health Center, sabían que en repetidas ocasiones había sido acusado de mala conducta hacia las pacientes jóvenes.

Las quejas comenzaron en la década de 1990, cuando sus compañeros de trabajo alegaron que el galeno fotografiaba inapropiadamente los genitales de las estudiantes. En los años que siguieron, las pacientes y el personal de enfermería lo acusaron una y otra vez de tener un “asqueroso” comportamiento, que incluía tocar a las mujeres inapropiadamente durante los exámenes pélvicos y hacer comentarios sexualmente sugerentes sobre sus cuerpos.

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En los últimos años, algunos colegas temían que tuviera como objetivo la creciente población de estudiantes chinas de la universidad, que a menudo tienen una comprensión limitada del idioma inglés y de las normas médicas estadounidenses.

Aún así, a Tyndall se le permitió continuar ejerciendo. Recién en 2016, cuando una enfermera frustrada acudió al centro de prevención y crisis por violaciones en el campus, fue suspendido.

Una investigación interna de USC determinó que el comportamiento de Tyndall durante los exámenes pélvicos excedía la práctica médica actual y equivalía al acoso sexual de las estudiantes. Pero en un acuerdo secreto, el verano pasado, los principales administradores permitieron que Tyndall renunciara silenciosamente a cambio de un pago.

La universidad no informó a los pacientes de Tyndall. Tampoco lo dio a conocer USC en ese momento a la Junta Médica de California, la agencia responsable de proteger al público de los médicos problemáticos.

En una declaración, USC le dijo a Los Ángeles Times que la institución no tenía la obligación legal de denunciar a Tyndall. El comunicado dice que “en retrospectiva”, la universidad debería haberlo denunciado. La casa de estudios presentó tardíamente una queja ante la junta médica, el 9 de marzo, después de que Tyndall solicitara su reincorporación.

Aproximadamente un mes después, los periodistas del Times comenzaron a interrogar a los empleados universitarios sobre el ginecólogo.

El presidente de USC, C.L. Max Nikias, envió una carta a la comunidad del campus el martes 15 de mayo por la mañana, antes de la publicación de este artículo. Nikias describió que dos de sus hijas asistieron a USC y calificó la conducta de Tyndall como “un profundo abuso de confianza”.

“En nombre de la universidad, me disculpo sinceramente con cualquier alumna que haya visitado el centro de salud estudiantil y no haya recibido la atención respetuosa que cada individuo merece”, escribió Nikias.

En entrevistas con Los Ángeles Times, Tyndall, de 71 años, insistió en que no había hecho nada malo. El galeno describió que realizaba exámenes extremadamente minuciosos, pero siempre apropiados. “Estoy allí para proteger la salud de las mujeres troyanas”, dijo Tyndall.

Este artículo se basa en entrevistas con más de 20 empleados actuales y antiguos de la USC. La mayoría habló bajo condición de anonimato, citando leyes de confidencialidad del paciente y un potencial efecto negativo en sus carreras. The Times también revisó más de 100 páginas de documentos relacionados con las quejas contra Tyndall y su respuesta.

USC contrató a Tyndall en 1989, después de su residencia permanente en Kaiser, en Sunset Boulevard. El especialista afirmó que había seleccionado el empleo por sobre otras oportunidades con pago más elevado, para trabajar con las mujeres brillantes y sofisticadas de lo que a menudo llamaba “la Stanford del sur”. Incluso en la matrícula de su Acura declaraba su dedicación al trabajo, decía COEDDOC, de acuerdo con los registros del DMV.

En la sala de exámenes era acompañado por una enfermera o asistente médica conocida como chaperona, una práctica que acogieron muchos ginecólogos. En los años posteriores a su inicio, algunas chaperonas se alarmaron por la frecuencia con la que el médico utilizaba una cámara durante los exámenes pélvicos. De acuerdo con Tyndall y tres colegas que conocían de primera mano las preocupaciones, los ginecólogos pueden tener razones legítimas para tomar fotografías, como la investigación, la enseñanza y solicitar segundas opiniones de sus colegas.

Las chaperonas de Tyndall en la década de 1990, cuestionaron sus motivaciones, señalaron las fuentes. Una de ellas recordó que había tomado múltiples fotos de los genitales de cientos de pacientes, mientras que otra dijo que presenció la toma de fotos de entre 50 y 100 pacientes.

Bernadette Kosterlitzky, enfermera clínica de 1992 a 2013, aseveró que después de que una chaperona alertó a los administradores sobre la cámara, el entonces director ejecutivo Dr. Lawrence Neinstein ordenó el retiro del equipo de la sala. “[La práctica] Se detuvo tan pronto como salió a la luz”, afirmó Kosterlitzky, quien dirigía el comité de supervisión de la clínica.

Neinstein murió en 2016.

Tyndall detalló que fotografiaba el cuello uterino de las pacientes y los genitales externos solo con el permiso de éstas y por razones válidas. En algunos casos, dijo, quería calmar los temores de las estudiantes de tener verrugas genitales. En otros, quería documentar los exámenes cervicales en caso de que una paciente más tarde presentara una demanda acusándolo de fallar en un diagnóstico de cáncer.

Las imágenes, dijo, eran magnificadas y no sexuales, pero las chaperonas sospechaban que algo no estaba bien. “Parecía estar causando demasiada controversia, así que envié [la cámara] al almacén”, relató el médico.

Las estudiantes también hablaron. A principios de la década de 2000, al menos tres pacientes enviaron cartas quejándose de toques y comentarios inapropiados, según un miembro del comité de supervisión de la clínica, quien habló bajo condición de anonimato. Las cartas, remarcó la fuente, fueron leídas en voz alta durante las reuniones mensuales del comité.

Después de la tercera vez que se leyó en voz alta una nota “alarmante” sobre Tyndall, el miembro del comité se enfrentó a Neinstein.

“Le dije: ‘Larry, es inusual obtener tantas de estas cartas. Algo hay que hacer’”, recordó. La fuente proporcionó registros universitarios que corroboran su relato.

Tyndall afirmó que nunca le contaron sobre las quejas. No está claro qué medidas tomó Neinstein, si es que tomó alguna. USC aseveró en la segunda semana de mayo, que no tenía información sobre las cartas del comité y que el director ejecutivo ya fallecido había “manejado las quejas de las pacientes de forma independiente”.

USC divulgó el 15 de mayo que en una revisión reciente de los archivos de Neinstein, se encontraron ocho quejas contra el ginecólogo, desde 2000 hasta 2014. Algunas se referían a comentarios “insensibles a temas de raza”. Tyndall fue acusado en varias ocasiones de hacer comentarios insultantes sobre afroamericanos y latinos. Tyndall no pudo ser contactado para responder a estas acusaciones.

Otros informes en el expediente de Neinstein trataban sobre la atención al paciente provista por Tyndall. “Varias de las quejas eran lo suficientemente preocupantes como para que hoy no esté claro por qué el exdirector del centro de salud permitiera a Tyndall seguir en su puesto”, indicó la universidad en un resumen de la investigación sobre el médico.

Hace cinco años, la clínica se mudó a un nuevo edificio, el Engemann Student Health Center, bautizado en reconocimiento a un administrador de la universidad y su esposa. En la nueva clínica, las inquietantes dudas sobre Tyndall solo se intensificaron.

A los pocos meses de la gran inauguración, las chaperonas observaron un comportamiento en la sala de exámenes que las inquietó, según entrevistas con empleados actuales y anteriores, así como con comunicaciones internas y notas revisadas por Los Ángeles Times.

Las chaperonas estaban preocupadas por lo que Tyndall describía como un escaneo de cuerpo completo en busca de lunares inusuales. Dijeron que con frecuencia, Tyndall le pedía a las mujeres que se acostaran desnudas en la mesa de examen mientras inspeccionaba lentamente cada parte de su cuerpo, hasta el área entre sus nalgas.

Mientras trabajaba, hacía comentarios que el personal de enfermería consideraba indecorosos. Describía la piel de los pacientes como “impecable”, “suave” o “bella”, de acuerdo con varias personas que fueron testigos de los exámenes o a quienes se les informó al respecto. También narraron que comentaba sobre los “pechos turgentes” (perky) de las estudiantes.

“Se paran allí arriba, ¿no?”, le dijo el ginecólogo a una paciente, según recordó una persona.

Múltiples testigos de los exámenes dijeron a The Times que muchas pacientes se callaban y no presentaban quejas.

“Algunas de ellas nunca antes se habían sometido a un examen ginecológico”, dijo una chaperona de larga data. Algunos miembros del personal de la clínica afirmaron que su comportamiento a menudo apuntaba a las estudiantes internacionales de Asia.

“Muchas de ellas son muy inocentes. Y hacen lo que dices”, señaló la chaperona.

En un memorando a The Times, Tyndall destacó que los escáneres corporales estaban destinados a buscar cáncer de piel y otras afecciones que justificaran la derivación a un dermatólogo. En las entrevistas, dijo que una paciente una vez le preguntó si sus senos eran “turgentes”, y que él usó la palabra sólo en respuesta a su consulta. Algunos de los otros comentarios informados por las chaperonas fueron malinterpretados, afirmó.

Múltiples expertos señalaron que la visita ginecológica anual de una mujer podría incluir una discusión sobre problemas de la piel, pero que las inspecciones meticulosas del cuerpo desnudo de una paciente serían altamente inusuales o inapropiadas. También dijeron que un médico debe limitar sus comentarios a las observaciones médicas.

“Se deben buscar lunares, no impresiones individuales del atractivo de las partes del cuerpo”, aseveró Frank W. Ling, expresidente de la Junta Estadounidense de Obstetricia y Ginecología, y coautor de un libro de texto de la escuela de medicina sobre el tema.

En la primavera de 2013, ocho chaperonas informaron sus preocupaciones sobre Tyndall a su supervisora, la enfermera veterana Cindy Gilbert. Ésta acudió a Neinstein, directora ejecutiva de la clínica, y a la directora de enfermería clínica, Tammie Akiyoshi. Según Gilbert, Neinstein le dijo que había hablado con Tyndall sobre su comportamiento en el pasado.

Akiyoshi, ahora directora ejecutiva de la clínica, no respondió a las solicitudes de entrevistas.

Neinstein remitió las quejas a la Oficina de Equidad y Diversidad (OED) de la universidad, que investiga la mala conducta sexual y la discriminación racial y de género. Según USC, un investigador entrevistó a siete empleados y una paciente. Tyndall, Gilbert y varias chaperonas que se quejaron dijeron que nunca fueron informadas sobre la investigación o interrogadas al respecto.

Gretchen Dahlinger Means, actual directora ejecutiva de la OED, aseguró que ninguna de las entrevistadas acusó a Tyndall de tocarlas de forma inapropiada o mencionó escáneres corporales o comentarios sobre los senos. Means señaló que una paciente lo describió como “asqueroso” y que un miembro del personal recordó haber escuchado a Tyndall decirle a una paciente: “Eres lo suficientemente bonita como para ser modelo”. Otras, dijo, también tuvieron elogios sobre el médico. La investigación concluyó que no se habían violado las política de la escuela. “No había algo allí”, dijo Means.

Neinstein le informó a Tyndall en el otoño de 2013, que Gilbert se había quejado de él. En una entrevista, dijo que se sentía molesto y atacado por lo que consideraba falsas acusaciones. La única acción que Neinstein tomó como resultado de la investigación fue impedir que el ginecólogo cerrara la puerta de su oficina cuando estaba con pacientes, de acuerdo con Tyndall, Gilbert y otros que trabajaron con ellos.

Inquieto por las acusaciones, Tyndall afirmó que había llegado a la conclusión de que sus jefes no entendían cuánto les gustaba a los estudiantes y lanzó una campaña para recabar comentarios positivos. Cuando algunas estudiantes se marchaban del consultorio, les entregaba una carta.

“[Usted] Indicó que estaba muy contenta con la atención médica para mujeres que recibió hoy...”, decía una copia obtenida por The Times. “Los gerentes de Engemann disfrutan enormemente de recibir comentarios favorables sobre la clínica y sus médicos”.

La carta proporcionaba las direcciones de correo electrónico de los administradores de la clínica y sugería que las pacientes copiarían a Tyndall en cualquier mensaje.

En las entrevistas, el ginecólogo afirmó que tanto él como sus supervisores recibieron decenas de correos electrónicos positivos por parte de las estudiantes. El galeno proporcionó copias de algunas cartas a The Times, con los nombres de sus autoras. Una estudiante del programa de políticas públicas de USC escribió en 2014 que había visto a cuatro ginecólogos antes que Tyndall, y que él fue el primero en no causarle dolor. “Te explica exactamente lo que hará durante el examen y cómo lo hace”, escribió.

Una alumna de primer año, en 2014, dijo que estaba nerviosa por su cita, la primera realizada sin la ayuda de sus padres. Tyndall, escribió la joven, la hizo sentir “extremadamente informada y bien atendida”.

Muchas pacientes satisfechas con sus visitas eran ciudadanas chinas, destacó Tyndall. USC ha cortejado activamente a estudiantes internacionales en los últimos años. El contingente más grande proviene de China; aproximadamente 5,400 estudiantes de esa nación se inscribieron en 2017.

Durante las consultas en su oficina, Tyndall intentaba conectarse con estas estudiantes, dijo. Ordenó un mapa de China y alentaba a las mujeres a señalar su provincia de origen. Tenía una planta de bambú -el símbolo chino tradicional de la longevidad y la vitalidad- en un estante sobre su escritorio, y recordó cómo a algunas pacientes les gustaba tomar fotos de la planta. A veces mostraba una foto de su esposa filipina y compartía detalles de su relación, según dos antiguos pacientes.

“Se corría la voz. Muchas pacientes [chinas] decían: ‘Mi amiga lo recomendó’”, afirmó Tyndall en una entrevista.

Mientras cortejaba a estas pacientes, sus colegas estaban cada vez más perturbadas por su comportamiento en la sala de exámenes. Además de la conducta que ya habían informado, las chaperonas comenzaron a discutir la forma en que Tyndall usaba sus dedos durante el examen pélvico para muchas mujeres jóvenes.

En la etapa final del examen, los ginecólogos a menudo evalúan el útero en busca de bultos y otras anomalías, insertando dos dedos dentro de una paciente mientras se presiona sobre su parte inferior del abdomen.

Lo que preocupaba a las chaperonas es que Tyndall usaba sus dedos al comienzo del examen. Antes de insertar un espéculo, el dispositivo de metal con pico de pato que extiende las paredes de la vagina y le permite al médico ver el cuello uterino, expresaba la preocupación de que el espéculo no entraría.

“Puso un dedo dentro y dijo: ‘Oh, creo que cabrá. Pongamos dos dedos’”, dijo una acompañante que trabajó con Tyndall durante años. Cuatro personas familiarizadas con los exámenes de Tyndall dijeron que mientras hablaba movía los dedos dentro y fuera de los pacientes.

También afirmaron que hacía declaraciones casi idénticas a cientos de mujeres mientras las sondeaba: “Dios mío, qué músculo apretado tienes. Debes ser maratonista”.

La asistente que trabajó con Tyndall durante años aseguró que fue testigo de al menos 70 de esos exámenes; ella pensaba, recordó, que el médico eventualmente se avergonzaría de repetir las mismas palabras a una alumna tras otra. “Nunca lo hizo”, concluyó.

Durante algunos exámenes, Tyndall hacía referencia explícita a las relaciones sexuales mientras sus dedos estaban dentro de las pacientes, de acuerdo con cinco personas que escucharon los comentarios o se les informó al respecto.

“Les decía a las señoritas que su himen estaba intacto. ‘No te preocupes, a tu novio le va a encantar’”, recordó una chaperona.

En las entrevistas, Tyndall defendió su uso rutinario de los dedos al comienzo del examen pélvico, diciendo que cumplía propósitos médicos legítimos. Dijo que el método le permitía identificar a las mujeres con vaginismo, una afección en la cual los músculos vaginales involuntariamente causan espasmos, lo que hace que los exámenes pélvicos sean particularmente dolorosos. Tyndall también dijo que trataba de evaluar la salud de los músculos del piso pélvico. “Las asistentes médicas saben que las pacientes sonríen y que nunca causo dolor”, dijo.

La Dra. Sangeeta Mahajan, experta nacional en dolor pélvico, nunca había oído hablar de un ginecólogo que mueva los dedos hacia dentro y fuera del paciente para medir si un espéculo cabría, y consideró la práctica “muy extraña” y “asquerosa”.

Mahajan, la jefa de Medicina Pélvica y Cirugía Reconstructiva Femenina del Hospital de la Universidad de Cleveland Medical Center, explicó que insertar los dedos antes del espéculo no es una forma “confiable” de identificar el vaginismo.

Para la Dra. Louise King, profesora asistente de ginecología en la Escuela de Medicina de Harvard, la explicación de Tyndall no es habitual. Los músculos del piso pélvico no suelen plantear problemas para las mujeres jóvenes, y no se examinan a menos que una paciente informe de dolor allí. “No es algo que un ginecólogo general haga de rutina”, precisó.

En la clínica Engemann, en el primer piso, una enfermera señaló que habló con al menos cinco mujeres entre 2013 y 2014, que se negaron a programar citas con Tyndall a pesar de tener problemas ginecológicos que necesitaban atención inmediata. Algunas alegaban que “sentían que él” las tocaba inapropiadamente, que no se parecía a un examen normal “, dijo la enfermera. “Se sentían como si hubieran sido violadas”. La mujer le contó a su supervisor inmediato y más tarde a Akiyoshi, jefa de enfermería, quienes dijeron que “lo investigarían”, recordó.

Un médico que recordó las quejas de al menos tres estudiantes, entre 2013 y 2016. “Las pacientes se quejaban y decían que nunca volverían a verlo”, dijo.

El clínico les daba a las estudiantes la dirección de correo electrónico de Neinstein u otro administrador y las alentaba a presentar sus quejas por escrito. No está claro si lo hicieron.

Una estudiante china de posgrado que visitó a Tyndall en 2016, le dijo a Los Ángeles Times que le pareció poco profesional cuando señaló una foto de su esposa durante su consulta inicial. La estudiante que habló bajo condición de anonimato, dijo que decidió seguir adelante con un examen ese día, después de mirar los diplomas en su pared y recordarse a sí misma: “Es un verdadero médico”.

Tyndall puso sus dedos dentro de ella al comienzo del examen, diciendo que no sabía si el espéculo cabría. La joven dijo que trató de no “pensar demasiado” sobre lo que estaba sucediendo. Sobre la visita con Tyndall, afirmó: “No estuve cómoda, pero esa era la única opción que tenía”.

Cuando regresó para buscar los resultados de las pruebas, otro día, una enfermera le indicó que Tyndall quería que se quitara toda la ropa para un examen. Mientras lo esperaba desnuda, comenzó a tener dudas.

“No está bien. ¿Por qué tengo que quitarme toda la ropa?”, recordó haber pensado. Se vistió y le dijo a una empleada de la clínica femenina que quería ver a otro médico.

“La empleada dijo que había muchas quejas” sobre Tyndall, recordó la estudiante.

Cuando le dijeron a Tyndall que la mujer se había quejado por su petición -que se desvistiera para obtener los resultados de la prueba- Tyndall dijo: “No. Imposible. Eso nunca sucedió”, y especuló con que el personal de la clínica le estaba tendiendo una trampa.

Otra estudiante, alumna de pregrado de Medio Oriente, narró que cuando fue a buscar una receta para un anticonceptivo, Tyndall parecía obsesionado con su legado y virginidad. Ella le dijo que no era religiosa, pero él no se desanimó, contó la estudiante, que habló bajo condición de anonimato.

“Me ofreció una bolsita de sangre que podría usar en la noche de bodas para que mi esposo pensara que era virgen”, dijo. “Estaba desconcertada, pero tenía prisa por obtener mi anticonceptivo”.

La joven destacó que el examen pélvico de Tyndall fue breve y que no recordaba si había usado sus dedos antes de introducir el espéculo. Mientras que sus amigas obtenían prescripciones de anticonceptivos de un año en otras clínicas, Tyndall le aprobó solo un suministro de dos meses, dijo.

En una segunda visita para renovar la prescripción, Tyndall le hizo preguntas sobre su primera experiencia sexual de una manera que le resulto lasciva. “Me preguntó cuántas veces habíamos intentado y si dolía porque estaba apretado”, relató.

Tyndall siguió brindándole prescripciones a corto plazo, que le exigían volver a la clínica. En una ocasión, en 2016, lloró cuando un miembro del personal intentó tomarle la presión arterial.

“Le dije que me sentía presionada... y que solo quería mi receta”.

La enfermera que tomó su queja le dijo que ella no era la primera, comentó la chica.

Tyndall calificó la acusación de la mujer como “extraña” y negó haber hecho los comentarios alegados por la joven.

Las chaperonas le dieron a su supervisor, Gilbert, los nombres de mujeres que parecían particularmente conmocionadas después de los exámenes de Tyndall. Gilbert contactó a las pacientes y les explicó cómo presentar una queja por escrito contra el médico. Algunas lo hicieron, pero otras indicaron que solo querían encontrar otro ginecólogo y olvidarse de la experiencia, precisó.

Gilbert, quien se ofreció como voluntaria para ayudar a Tyndall y poder observar sus exámenes de primera mano, dijo que presenció al menos una docena de exámenes pélvicos que consideró inapropiados. En un caso, relató, Tyndall sacó un dispositivo intrauterino de una paciente y luego le preguntó a la joven si podía quedarse con el dispositivo anticonceptivo usado, que estaba cubierto de sangre y tejido. “La niña parecía tan confundida”, afirmó Gilbert.

Múltiples expertos dijeron que nunca habían oído hablar de tal petición y que no sabían de ninguna razón médica por la que un médico retuviera un DIU.

Tyndall no respondió las preguntas sobre el DIU.

Las chaperonas enviaron algunas quejas sobre Tyndall a Sandra Villafán, quien había reemplazado a Kosterlitzky, en 2013, como responsable de calidad y seguridad de la clínica. En respuesta a las preguntas de The Times sobre Tyndall, Villafán señaló que había transmitido “cualquier preocupación de estudiantes y personal” a los administradores de la clínica y al liderazgo de la universidad.

“Las entrevistas e investigaciones se llevaron a cabo de manera oportuna, pero no estaba al tanto de las conclusiones o detalles de ellas”, escribió por correo electrónico Villafán, quien ahora trabaja en el centro de salud estudiantil de la Universidad de Stanford.

Gilbert recurrió a Akiyoshi, Neinstein y otros administradores de la clínica en repetidas ocasiones, desde 2014 hasta 2016. Parecían desinteresados, dijo.

Tyndall siguió viendo pacientes, hasta 16 por día. La frustración entre las chaperonas era profunda. Gilbert recordó a una asistente médica con gran experiencia en la clínica, que salía de la sala de exámenes de Tyndall llorando.

“Ella sentía fuertemente que esto estaba mal, y que fácilmente podría ocurrirle a cualquiera de nuestras hijas”, recordó Gilbert.

Otra acompañante dijo: “Muchas personas decía que había algo inapropiado acerca de este tipo”.

Gilbert luchaba cada vez más con la sensación de que estaba decepcionando a todos los que la rodeaban: pacientes, chaperonas y a la universidad misma. “Se hizo evidente que él no iba a cesar en su comportamiento”, dijo Gilbert. “Algunas cosas las puedes ignorar. Hay algunas otras que no puedes”.

En junio de 2016, Gilbert se dirigió al centro de prevención y crisis por violaciones en el campus de USC, conocido como Prevención de Violencia Sexual y Servicios, y habló con su directora ejecutiva, Ekta Kumar. “Todos sentimos lo mismo. No podemos hacer que nadie actúe en consecuencia”, recordó Gilbert haber dicho a Kumar.

Kumar, psicóloga, parecía asombrada y usó la palabra “abuso” en respuesta a su descripción de la conducta de Tyndall. Gilbert dijo que Kumar le prometió llevar el asunto más arriba, a los directivos de USC. Kumar, que dejó la universidad en 2017, se negó a comentar diciendo que todo su trabajo en USC era confidencial.

Unos días después, Gilbert y otros miembros del personal notaron un enjambre de diminutas moscas en el segundo piso de la clínica. Eventualmente, localizaron la infestación como proveniente de la sala 215, la oficina de Tyndall. El ginecólogo estaba de vacaciones, así que Gilbert y otros empleados abrieron la puerta para buscar la fuente de los insectos. Finalmente encontraron un saco de fruta podrida debajo del escritorio de Tyndall. Mientras buscaban, se toparon con una caja en un gabinete que contenía imágenes de los genitales de las pacientes.

Las diapositivas y fotografías habían sido tomadas en la antigua clínica, en 1990 y 1991, y algunas estaban etiquetadas con información de la paciente, según Tyndall y otros que vieron las fotos o se les informó al respecto. Un administrador superior de la clínica confiscó la caja. Tras el informe de Gilbert al centro de crisis por violación y el descubrimiento de las imágenes, los funcionarios de la universidad avanzaron rápidamente.

Un empleado de recursos humanos telefoneó a Tyndall un domingo y le dijo que no volviera a la clínica. El médico siguió recibiendo su salario, pero fue expulsado del campus. En reuniones posteriores, los abogados de USC le dijeron que habían iniciado dos investigaciones, una sobre las fotos y otra en base a las quejas de los estudiantes y el personal.

Los abogados de USC entrevistaron a Tyndall en varias ocasiones y él defendió firmemente sus prácticas. Las chaperonas fueron muy firmes en criticar su tratamiento médico durante las entrevistas con los investigadores. A una se le preguntó cómo reaccionaría si Tyndall regresaba a la clínica. La mujer dijo que estaba preparada para acudir a la policía, de acuerdo con tres personas con conocimiento de la conversación.

USC señaló en el resumen que dio a conocer el 15 de mayo, que en algún momento de la investigación los funcionarios de la escuela consultaron a “un experto en ginecología, quien afirmó” que el uso de Tyndall de los dedos en los exámenes pélvicos “podría considerarse una práctica aceptable”. La escuela dijo que no tenía consentimiento para divulgar la identidad del experto.

Después, USC contrató a una firma de consultoría con sede en Colorado, MDReview, y a un ginecólogo de Kansas para entrevistar al personal de Engemann y a Tyndall. La firma descubrió que el médico había “exhibido un comportamiento poco profesional e inapropiado” y que sus exámenes pélvicos estaban fuera de los “estándares de atención actuales”, precisó USC mediante un comunicado.

Laura LaCorte, jefe de cumplimiento de la universidad, aseveró en una entrevista que en su revisión de las fotos no halló violaciones de privacidad federales o estatales. La mayoría de las imágenes carecían de información identificable del paciente, pero una pequeña colección “estaba etiquetada con nombres que no era posible rastrear con precisión”, dijo la universidad. LaCorte indicó que las imágenes eran “puramente clínicas” y que “no había nada sexual sobre ellas”.

La universidad consultó con dos abogados penales sobre si los exámenes pélvicos de Tyndall constituían un delito, pero ambos determinaron que no había actividad criminal qué informar, según funcionarios escolares. “No teníamos una ‘víctima’ para hablar sobre lo que había ocurrido”, explicó Means, quien dirige OED y es exfiscal en temas de delitos sexuales.

Los administradores enviaron una encuesta de pacientes a 2,500 estudiantes -hombres y mujeres- que se trataron en Engemann en la primavera de 2016. Una cuarta parte de los destinatarios fueron pacientes de Tyndall. La universidad se negó a proporcionar una copia de las preguntas a The Times. USC dijo que recibió menos de dos docenas de respuestas, y “de ellas, solo dos proporcionaron comentarios negativos” sobre Tyndall, “y no estaban relacionadas con la realización de sus exámenes ginecológicos”.

En enero de 2017, llamaron a Tyndall a una sala de conferencias en un edificio y le presentaron una carta de cuatro páginas, informándole que había violado la política universitaria sobre el acoso sexual. El documento incluía los hallazgos de MDReview sobre sus exámenes pélvicos. “Me sorprendió”, recordó el galeno, quien adelantó que apelaría la decisión y presionó a los funcionarios de la universidad para que le permitieran acceder a su oficina donde tenía documentos.

Luego, en mayo, Ainsley Carry, el vicepresidente de asuntos estudiantiles, convocó a Tyndall a una reunión. Una figura poderosa en USC, Carry dirigió temas de las fraternidades, el gobierno estudiantil, el centro de crisis de violaciones y la salud de los estudiantes, y reportaba directamente al preboste Michael Quick.

Carry le dijo a Tyndall que estaba previsto su despido. Lo que sucedió después está en disputa.

Tyndall afirmó que Carry propuso una alternativa al despido. Si aceptaba renunciar, se le daría una indemnización por despido y la conclusión de la investigación se cambiaría por un “sin hallazgos”.

Tyndall preguntó qué pasaría si rechazaba el trato. “Le dije: ¿Vas a reportar eso a la junta médica?. Él respondió: Probablemente’, recordó Tyndall.

A través de un vocero de USC, Carry aseguró que lo dicho por el ginecólogo sobre la conversación era “falso”.

“USC nunca se ofrecería a cambiar los hallazgos de OED. Los resultados de la investigación permanecen hoy -y permanecerán- en su archivo”, afirmó Carry.

La universidad indicó que Tyndall amenazó con demandar a la casa de estudios por discriminación por edad y género, y que “en lugar de participar en un prolongado litigio”, buscaron llegar a un acuerdo.

Tyndall indicó que inicialmente rechazó la oferta del acuerdo de Carry y siguió pensando en apelar. Pero USC continuó instándolo a aceptar el trato. La consejera general adjunta de la universidad, Stacy Rummel Bratcher, se reunió con él y con Carry dos veces esa primavera. En la segunda reunión, relató Tyndall, le entregaron un acuerdo de separación y le dijeron que tenía 21 días para firmar o enfrentar el despido.

Tyndall dijo que no había hecho nada malo, pero que sentía que no tenía otra opción. Firmó el documento minutos antes de la fecha límite. Los términos le impidieron revelar la cantidad que USC le pagó. También se le prohibió regresar a la clínica.

Bratcher se negó a comentar a través de una portavoz de USC.

La renuncia de Tyndall entró en vigencia el 30 de junio de 2017 y no se informó al personal de la clínica al respecto. Unas semanas más tarde, vieron como sus pertenencias eran retiradas de su oficina. En octubre, un escueto correo electrónico informó a los colegas que Tyndall “ya no estaba en la Universidad del Sur de California”.

La ley estatal exige que los hospitales y muchas clínicas notifiquen al consejo médico ante varias circunstancias donde suspenden, disciplinan o cancelan los privilegios de los médicos. Estos informes desencadenan automáticamente investigaciones estatales sobre una licencia médica y los líderes del hospital enfrentan fuertes multas por no informar.

USC dijo que la ley no se aplicaba en el caso de Tyndall, porque la universidad no estaba regida por las normas para hospitales y clínicas, y las quejas contra el ginecólogo “se hicieron como un asunto de recursos humanos”. La universidad también afirmó que Tyndall había dicho a los funcionarios escolares que se retiraría de la práctica.

“En retrospectiva, aunque no está legalmente obligada, USC ahora cree que debería haber presentado una queja ante la Junta Médica a principios de 2017, cuando Tyndall renunció”, destacó la universidad en un comunicado.

USC también destacó en el escrito que cree que a Tyndall no se le debería permitir atender a pacientes, y que la universidad está “reevaluando su proceso” para reportar sobre los médicos.

En la segunda semana de mayo, después de que The Times envió a los administradores preguntas detalladas acerca del ginecólogo, los administradores de la escuela contactaron a la oficina del fiscal de distrito del condado de Los Ángeles, y más tarde al Departamento de Policía de Los Ángeles. El resultado de esas conversaciones no está claro.

Cuando Tyndall renunció, Gilbert también abandonó USC. Dijo que le habían prometido un ascenso e incluso le habían otorgado tarjetas de presentación con su nuevo cargo. Pero, a raíz de su informe al centro de crisis por violación, los administradores rescindieron su ascenso. Algunos gerentes de la clínica dejaron de hablarle relató, algo que ella y muchos compañeros de trabajo interpretaron como una represalia por hablar sobre Tyndall.

La mujer renunció en junio de 2017. USC negó los relatos de Gilbert y también negó haber tomado represalias contra ella.

En una serie de entrevistas, en la primavera 2018, Tyndall se describió a sí mismo como una víctima. En un momento, esgrimió la teoría de que las chaperonas lo denunciaron porque tenían problemas para alcanzar el orgasmo y estaban celosas de las pacientes jóvenes, con músculos pélvicos más apretados.

Después de hablar durante más de 10 horas, Tyndall cortó toda comunicación con The Times y dijo que estaba sopesando demandar a la USC y forzar a los administradores a reincorporarlo a Engemann. “Cuando esté en mi lecho de muerte quiero pensar que hay miles y miles de mujeres troyanas en cuya salud marqué la diferencia”, expuso. Tyndall renovó su licencia médica de California en enero de 2018, y afirmó que tiene la intención de trabajar hasta bien entrados sus 80 años.

Para leer este artículo en inglés, haga clic aquí.

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