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Donald Trump no es apto para ser el Presidente de Estados Unidos

El precandidato presidencial republicano Donald Trump habla en The Mar-A-Lago Club en Palm Beach, Florida, el 1 de marzo.

El precandidato presidencial republicano Donald Trump habla en The Mar-A-Lago Club en Palm Beach, Florida, el 1 de marzo.

(Andrew Harnik / Associated Press)
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Donald Trump no es apto para ser el Presidente de Estados Unidos. Mucha gente lo ha dicho —políticos de ambos partidos, economistas, expertos, líderes de negocios— pero millones de votantes de las primarias republicanas no parecen estar escuchando.

Mucha de la base del GOP ha abandonado el sentido común, debido a una combinación de enojo y desagrado de otros candidatos, y un afecto inapropiado por un personaje de caricatura que a menudo parece dejar salir cualquier tontería que se le viene a la cabeza. Sin importar la razón de su popularidad, el grandilocuente multimillonario continuó el martes con su casi inevitable marcha hacia la nominación, acumulando resonantes victorias en las primarias a lo largo del sur y noreste del país.

La realidad es que Trump no tiene ningún tipo de experiencia en el gobierno. Vergonzosamente, él tiene poco conocimiento de los problemas que enfrenta el país y el mundo, y un temperamento completamente inapropiado para el trabajo. Es un racista y provocador, un demagogo. Ha propuesto matar a las familias de los terroristas, una violación de ley internacional tan clara que un antiguo director de la CIA predijo que tropas estadounidenses rechazarían ejecutar tal orden.

Se burló de una persona discapacitada en un acto de campaña. Ha prometido regresar el ahogamiento simulado y otras formas de tortura que son “mucho peores”. Pretende detener y deportar a 11 millones de personas que viven en EE.UU. sin papeles. Prohibiría que todos los musulmanes entraran al país hasta próximo aviso. “Abriría nuestras leyes de difamación” para que los medios sean castigados por escribir textos de crítica.

Quiere construir un muro en toda la frontera con México, con la fantasiosa idea de que podría forzar al gobierno mexicano a que pague por él. Ha amenazado con iniciar guerras comerciales con dos de los socios más grandes del país, México y China, imponiendo la clase de tarifas proteccionistas que los líderes estadounidenses han tratado por décadas de eliminar a nivel mundial.

Constantemente habla sin decir nada, prometiendo cambiar el Obamacare, por ejemplo, con “algo grandioso” o asegurándole vagamente a sus oyentes que un ganador como él —alguien que nunca se cansa de decirle al mundo que es rico, exitoso y famoso— hará que todo funcione de una u otra manera.

No es fácil diferenciar qué tanto del desempeño de Trump es meramente fortuito y qué tanto es real. Después de sus victorias del martes, Trump utilizó un tono menos conflictivo y habló de como se estaba “volviendo diplomático”. Pero al mismo tiempose refirió al portavoz de la Cámara Paul D. Ryan, uno de varios líderes republicanos que sugirieron que Trump no había rechazado el respaldo del antiguo líder del ku klux klan David Duke con la determinación suficiente: “Paul Ryan, no lo conozco muy bien, pero estoy seguro que me voy a llevar grandioso con él. Y si no, va a tener que pagar un precio muy grande, OK?”.

Tenemos la esperanza de que no tendremos que saber quién puede llegar a ser el verdadero Donald J. Trump. No es que encontremos mucho que nos guste sobre sus oponentes republicanos, con quienes estamos en gran desacuerdo en temas que incluyen el cambio climático, protección ambiental, cuidado de salud y derechos reproductivos.

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De hecho, en asuntos en los que es posible saber dónde está parado Trump, por momentos sus posturas son más moderadas que las de sus rivales partidistas. Y en su celo por detener el buen momento de Trump, algunos han comenzado a caer en el nivel de Donald, lanzando insultos personales (y por momentos vulgares) en vez de enfocarse en los problemas de su historial y su campaña. Sin embargo, esos candidatos son más racionales, bien informados, comprensibles y fiables —todas las que son cualidades necesarias (aunque no suficientes) en la Oficina Oval—. El temperamento tempestuoso de Trump y su noción autoritaria de la Presidencia son únicos en el campo, y excepcionalmente descalificadores.

La popularidad de Trump puede ser simplemente el producto de una mezcla tóxica de un polarizante sistema bipartidista de tácticas nihilistas (como amenazar con quitarle los fondos al gobierno) que, ya sea por diseño o en efecto, han convencido a muchos estadounidenses que su gobierno está irreparablemente roto y corrompido. Pero Trump no es la respuesta, sino solo un cínico manipulador jugando con las frustraciones de los votantes cansados de un gobierno que los grandes y complicados problemas los hace insuperables. Esos votantes todavía tienen tiempo para escoger a un mejor abanderado.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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