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Cumple 50 años la huelga de uva de los trabajadores agrícolas de Delano

Polly Cardona Pasillas, de 88 años de edad, una huelguista de 1965 a 1970, viste el color de los Trabajadores Campesinos Unidos en el 50 aniversario de la huelga de uva en Delano.

Polly Cardona Pasillas, de 88 años de edad, una huelguista de 1965 a 1970, viste el color de los Trabajadores Campesinos Unidos en el 50 aniversario de la huelga de uva en Delano.

(Genaro Molina / Los Angeles Times)
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Danny Flores subió a sus dos hijos jóvenes al auto a las 5 a.m. y condujo desde Long Beach a Delano.

Tal vez los hermanos sean demasiado jóvenes para entender los discursos en el 50 aniversario de la huelga de uva en Delano, pero cuando Flores, de 53 años de edad, era un niño de 12 años y cargaba una bandera de los Trabajadores Campesinos Unidos (UFW, por sus siglas en inglés) durante las protestas posteriores, él no entendía los discursos.

“Sólo sabía que mis hermanos y hermanas mayores seguían los cultivos y vivían en nuestro auto y a veces se enfermaban mucho y no tenían medicina”, dijo.

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“Era muy delgado y sostuve ese letrero todo el día los sábados y el viento soplaba y mis manos me dolían mucho. Pero no lo soltaba”.

“Ahora solo quiero que mis hijos sepan que las cosas seguirán mal a menos que tú seas el el que provoque el cambio”.

Dirigió a Rey, de 5, y a David, de 6, a una fotografía de un Cesar Chávez joven.

“Mírenlo, hijos. Mírenlo. Ese era Cesar Chávez, y era un hombre bueno”.

En septiembre de 1965, los Manongs – los ancianos de Filipinas -- salieron de los campos de uvas alrededor de Delano exigiendo condiciones más humanas para los trabajadores. Cesar Chávez y su Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas pronto se les unieron. Fue el inicio de un movimiento de derechos civiles y conduciría a la formación del sindicato de Trabajadores Campesinos Unidos.

“Los granjeros siempre habían puesto a los trabajadores filipinos y a los mexicanos en contra de cada uno”, dijo Lorraine Agtang, de 64 años de edad, cuyo padre era filipino y su madre era mexicana. “Así que para mí ese día me llenó por completo”.

Sin embargo, Agtang pensaba que “todos los caminos que salían de Delano llevaban a más campos de uvas y que mi futuro estaba establecido trabajando en los campos y teniendo siete hijos”.

Pero a los 21 años consiguió un empleo en un residencial para jubilados en Forty Acres en donde vivían los Manong y otros ex campesinos.

“Estos hombres tenían 70 años y todavía participaban en las huelgas. Yo era una muchacha tranquila y me enseñaron a ser fuerte y a luchar cuando te necesitan”, dijo. “Forjaron a la persona que sería por el resto de mi vida. Todos han muerto pero todavía los puedo sentir aquí hoy”.

Miró sus manos y señaló una cicatriz.

“Obtuve eso al atar viñas de uvas -- tenía como 8 años de edad. Todo sería diferente si no hubiera sido por lo que hicieron hace 50 años”.

Horas después de que un programa que incluyó a Robert F. Kennedy Jr. y a líderes de la UFW y que atrajo a 1,000 personas a la sede inicial del sindicato, ahora un monumento nacional, los miembros de una multitud bulliciosa todavía abrazaban a los viejos amigos y contaban historias que nunca querían olvidar.

Polly Pasillas, de 88 años, golpeaba una mesa mientras escenificaba a Cesar Chávez diciendo que los Estados Unidos de América les otorgó el derecho de hacer huelga.

“Estuve ahí”, dijo. “Había tantos policías. Estaba asustada. Pero estoy tan feliz de haber estado ahí”.

Un hombre con una guitarra dirigió un acompañamiento de “Me and Bobby McGee”. Era Kris Kristofferson, el artista e hijo de granjeros suecos, quien durante décadas compartió el escenario con Chávez.

Tres hermanas Baca de una cuarta generación de una familia de California se sentaron afuera en la sombra y brindaron por su madre, Jennie Baca Ríos.

Baca Ríos tuvo diez hijos -- cinco hombres y cinco mujeres. Vivieron en un proyecto de vivienda en las afueras de Sacramento. Los niños trabajaron en los campos de tomate -- pero en turnos para que también pudieran estudiar. El más chico fue un limpiabotas a los 7 años de edad.

Baca Ríos utilizó el entrenamiento activista que recibió de la UFW para hacer que construyeran un área de juegos en el proyecto de vivienda y para convencer a una tienda local a que aceptara crédito y que no manejaran uvas de boicot. Tenía una condición que hacía que su piel perdiera pigmentación.

“Tenía manchas como una vaca de Jersey”, dijo Lydia Baca. “No hablaba bien el español, pero era una mujer muy fuerte”.

Siempre había espacio en su mesa para más niños.

“Tuvo 10 hijos y un sueldo muy pequeño, pero siempre invitaba a otros 10 niños más para la cena”, dijo Mary Baca Domínguez.

Los hijos de Baca Ríos se llamaban a sí mismos los G-1’s. Su generación trabajó como sirvientas y conductores de autobuses y otros trabajos lejos de los campos. Casi todos sus hijos y nietos -- más de 100 -- tienen títulos universitarios.

Es una familia diversa.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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