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Cuentos para leer en la cama que capturan el anhelo de los padres deportados y de sus hijos

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El ritual nocturno siempre ha sido el mismo para Emma Sánchez Paulsen y para sus tres hijos: todos se apilan en la cama de Emma y ella empieza a tejer una historia para los oídos de ellos.

En su casa en Vista, Calif., las historias siempre se trataban de su infancia en México—de cómo ella jugaba en las verdes praderas o de cuando paseaba por las plazas de la ciudad. De pronto, un día ella fue desterrada de los Estados Unidos. Alex tenía 5 años, Ryan 3 años y Brannon sólo 2 meses de nacido. Cuando la visitaban en Tijuana era el único momento en que podían abrazarse todos juntitos en la cama de ella, como antes.

En lugar de contarles cuentos acerca de México, Sanchez Paulsen se vio a si misma contestando las preguntas de tres niños que no podían entender por qué una frontera se interponía entre su madre y su padre.

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Y los niños empezaron a crear sus propias historias.

Idearon una serie planes infantiles para que su mama entrara de nuevo a los Estados Unidos. Una de ellas se trató de un trampolín para que su mamá brincara por encima del muro de la frontera. O quizá ellos podrían ponerle un montón de globos en sus extremidades. O ponerla en una caja.

Una vez, cuando Brannon tenía cerca de 3 años, preguntó si estaría bien convertirla en pequeños pedacitos de papel.

“Así yo te puedo llevar conmigo a través de la línea” dijo. “Y entonces te puedo volver a pegar con el pegamento cuando volvamos a la casa”.

Durante las muchas noches que pasó sola, Sanchez Paulsen escribió lo que ella describe como la más importante historia para antes de acostarse a dormir que ella alguna vez contará: un cuento fantástico sobre un joven elfo que se une a sus hermanos para pelear contra los dragones cuando ellos van a visitar a su madre en la tierra de las hadas.

Ese relato, “El pequeño elfo,” ahora es parte de una colección de cuentos para dormir escritos por madres y padres que viven en Tijuana y que han sido separados de sus familias, para un proyecto de un libro llamado “Cuentos para dormir”, o “Bedtime Stories”.

Durante casi un año, la educadora y activista Sophia Sobko ha cruzado la frontera a Tijuana casi semanalmente para ayudar a los padres a elaborar sus historias en libros que podrían luego darse a los niños y miembros de sus familias en los Estados Unidos.

Dijo que la idea le surgió hace un año, después de escuchar a un segmento en National Radio Broadcasting (Radio pública nacional) sobre los niños de padres encarcelados.

“Fui a la biblioteca y no pude encontrar un solo libro que le explicara a un niño la deportación”, dijo. “Los libros que más se acercaban a explicar la separación de la familia eran sobre el divorcio o sobre tener que mudarse, pero eso no explicaba la separación por la deportación. Esto me demostró que hay una necesidad. Hay tantos niños que están creciendo tan confundidos y tan afectados por esto”.

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Pero a pesar de que para el pequeño elfo, su vida parecía normal, sabía que su familia no era como las otras. Sus amigos tenían un papá y una mamá y él no. Sus hermanos trataron de ayudarle con su confusión. Ellos le dijeron, “creemos que es normal, pero sabemos que no es una vida normal”, y tenían razón, no era normal crecer sin una madre.

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Sánchez Paulsen estaba tan segura de que todo saldría muy bien durante su cita para la visa en el Consulado de los Estados Unidos en Ciudad Juárez l 06 de junio de 2006, que ella hasta les había dicho a los muchachos que celebrarían al siguiente día en Disneyland.

En cambio, los funcionarios de inmigración le negaron su reingreso a los Estados Unidos y le prohibieron la entrada al país por 10 años, lo cual comúnmente es el castigo por entrar ilegalmente al país.

No importó que su marido, Michael Paulsen, es un ciudadano estadounidense y veterano militar o que Sánchez Paulsen había vivido en los Estados Unidos por más de cinco años, o que la pareja tenía tres hijos juntos.

Generalmente, a las personas que están ilegalmente en el país pero que están casadas con ciudadanos estadounidenses se les permite bajo ley de inmigración convertirse en residentes legales. Pero en aquel tiempo, había un problema en la ley de inmigración: era requerido que los aspirantes regresaran a sus países de origen como condición para recibir estatus legal.

Sin embargo, una vez que él o la solicitante se iban del país, la ley automáticamente los vedaba de regresar a los Estados Unidos durante al menos tres años y a veces hasta una década, a pesar de ser elegibles para la residencia legal en Estados Unidos.

Cuando a Sanchez Paulsen se le prohibió regresar a Estados Unidos, el plan era que los muchachos se quedaran con ella en México. Pero probó ser demasiado difícil criar a los niños en un país donde ella cree que ni las escuelas ni el nivel de vida estaban a la par con los Estados Unidos, dijo.

En cierto punto, tuvo tanto miedo de vivir en Tijuana que ella y los chicos se pasan la noche en el armario del dormitorio.

“Había escuchado tantas cosas sobre esta ciudad. Lo horrible que era. El crimen. “La violencia”, dijo ella. “Vivía con miedo”.

Ella ya no está aterrorizada de la ciudad, pasa la mayor parte de sus días cuidando de su sobrino, escribiendo y tejiendo sombreros que puede vender a los vecinos. Y trabajando en terminar “El pequeño elfo”.

Ella dijo que le da una oportunidad para explicar una situación que ella encontró difícil de aclarar a sus hijos, mediante el simbolismo, metáforas e imágenes para contar una historia de destierro.

Los muchachos ahora están más grandes, Alex tiene 14; Ryan, 12; y Brannon, 9, y se ha vuelto más complicado.

Recientemente, Ryan le dijo a su madre que él ya había tenido suficiente.

“Me hace sentir muy enojado cuando me preguntan dónde está mi mamá”, le dijo a su madre acerca de las preguntas que sus compañeros de escuela tienden a preguntar.

“No sé qué decirles. ¿Qué les digo? ¿Cómo les explico a ellos que eres una madre deportada? Van a pensar eres una persona mala, y no eres una mala persona”.

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La ciudad donde la luciérnaga madre estaba encerrada olía a sal, a soledad y al mucho amor de los padres separados de sus hijos. El ambiente era sombrío y triste, y a pesar de que sentía mucha angustia, ella también tenía mucha fe en que un día estarían juntos otra vez en la ciudad más feliz del mundo donde ellos alguna vez fueron muy felices.

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Yolanda Varona, una ex encargada de restaurante de comida rápida en San Diego, ahora dirige un grupo de madres que viven en el exilio en Tijuana; fue deportada hace casi 5 años, después de estar viviendo en el país sin estatus legal casi 16 años.

Varona, quien entró en los Estados Unidos con una visa de turista, escribió una historia para la hora de ir a la cama para sus hijos adultos y sus pequeños nietos sobre una luciérnaga madre que lucha por recuperar a sus hijos, representados por dos estrellas brillantes, después de que ella es enviada a “La ciudad más triste en el mundo”.

Su historia se trata, más que otra cosa, acerca del dolor y la pérdida.

“Todos eran muy felices hasta que el día que una enorme mancha negra llegó a la casa. Quería separarlos, Varona lee en español su historia para antes de dormir. “La mancha se la tragó. No hubo tiempo para despedirse. No hubo tiempo para un último beso o para un abrazo”.

Varona relató que su deportación devastó a su familia, especialmente a su hija adulta, quien terminó por perder la custodia de su hijo después de que quedó en situación de calle, a raíz de la deportación de su madre.

El libro está dedicado a sus hijos y nietos. Espera que la historia les ayudará a entender su situación.

“Creo que esto le ayudará a mi hija a entender que estoy sufriendo y que aún sigo luchando por ella”, dijo Varona.

Sobko dijo que el grupo ha tenido colaboración externa de $2.000, dinero suficiente para hacer libros para 10 padres, pero ella espera ampliar el proyecto en audio y que algunos de los libros estén en las bibliotecas en todo el país.

Dijo que el tema recurrente en todas las historias es el amor y la necesidad de los padres deportados de asegurarse de que sus hijos sepan que la separación no es su elección.

“Tienen una tremenda cantidad de culpa y carga”, dijo. “Ellos tienen esta sensación de que son responsables de haberles hecho esto a sus hijos y que sus hijos sufren y de que tal vez estén sintiéndose no queridos. Las historias son poderosas porque son reales pero de una manera imaginaria”.

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Sanchez Paulsen, que todavía estaba amamantando su hijo de 2 meses de edad cuando fue deportada, dijo que ella piensa a menudo en esos momentos tan importantes en los que ella faltó en la vida de sus hijos: los primeros días de escuela, las graduaciones, las presentaciones de premios.

La visitan en Tijuana hasta dos veces por mes, y cuando se quedan a dormir, todavía convergen en su cama para un cuento antes de dormir.

En las noches en que ella está sola, sin una historia que contar antes de dormir, ella mira desde su ventana de su dormitorio hacia la montaña de Otay. Las luces colgadas de lo alto del muro de la frontera rompen la oscuridad. Sabe que su marido y los chicos están del otro lado.

cindy.carcamo@latimes.com

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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