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En política exterior Cruz da miedo y Trump es peligroso

El precandidato presidencial republicano Ted Cruz, senador de Texas, señala al empresario y precandidato Donald Trump durante un debate por las primarias republicanas realizado el 6 de febrero pasado.

El precandidato presidencial republicano Ted Cruz, senador de Texas, señala al empresario y precandidato Donald Trump durante un debate por las primarias republicanas realizado el 6 de febrero pasado.

(David Goldman / Associated Press)
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La semana pasada, los dos principales candidatos a obtener la nominación presidencial republicana mantuvieron un intenso debate en cuestiones de política exterior, y las diferencias fueron sorprendentes.

Donald Trump quedó bien con el presidente ruso, Vladimir Putin, a quien llamó “un líder fuerte”. El senador Ted Cruz, en cambio, intensificaría nuestra nueva Guerra Fría con ese país. Trump busca renegociar el acuerdo nuclear del presidente Obama con Irán; Cruz promete “romperlo en pedazos desde el primer día”. Trump dice que intentaría negociar un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos; Cruz afirma que no está interesado en esas conversaciones y que respaldaría al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, hasta el final.

¿Está claro el patrón? Trump quiere hacer negocios, y no le importa demasiado quién está al otro lado de la mesa, si un autócrata ruso o un mulá iraní. Cruz no quiere negociar, él quiere tomar partido.

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Esas son las diferencias. Pero también hay similitudes.

Cuando se trata de Estado Islámico, Trump y Cruz están en sintonía, y ninguno de los dos tiene una gran estrategia para ofrecer. Ambos han sugerido que un bombardeo sostenido de los EE.UU. podría ganar la guerra (en realidad no, no puede).

Trump expresó que su objetivo es matar a las familias de los terroristas, lo cual sería considerado un crimen de guerra. Cruz asegura que él haría un bombardeo masivo contra las fortalezas de Estado Islámico –un posible crimen de guerra, puesto que semejante operativo necesariamente aniquilaría civiles-.

Finalmente, a ninguno de los dos les importa mucho quién gobierna Siria, siempre y cuando no sea Estado Islámico. “No tenemos intereses en esa contienda”, ha dicho Cruz. Trump, en tanto, señaló que dejaría que Putin lo resuelva.

Mientras ambos hacen todo lo posible para sonar feroces, ninguno quiere desplegar tropas terrestres estadounidenses. En ese sentido, Trump y Cruz son bastante minimalistas, al igual que Obama.

El ascenso de dos candidatos ‘ajenos’ a la clase dirigente del partido ha sido una mala noticia para los internacionalistas republicanos, los conservadores de línea dura que han dominado la política exterior de dicho partido desde la Segunda Guerra Mundial. Este grupo, en el cual se incluyen figuras como el exgobernador Mitt Romney y el senador John McCain, considera que Obama ha sido demasiado cauteloso acerca del uso del poderío estadounidense en el extranjero. Muchos de ellos piensan que el país debería hacer más en Siria; por ejemplo establecer (y defender) ‘zonas seguras’ para la oposición.

Sin embargo, no es allí donde la mayoría de los votantes republicanos apuntan este año. Los internacionalistas contaban con dos candidatos favoritos, el exgobernador Jeb Bush y el senador Marco Rubio, pero el primero de ellos ya está fuera de carrera y al último no le está yendo demasiado bien.

“Gran parte del país claramente no está alineada con el deseo de los internacionalistas”, aseguró Robert Kagan, antiguo asesor de Romney. “El pueblo estadounidense, de ambos partidos, tiene ánimo de recorte”.

Como prueba de ello, el mes pasado, Trump no sólo llamó a la invasión a Irak en 2003 “un error grande”, sino también afirmó que el gobierno de George W. Bush “mintió” al venderle esa guerra al pueblo. Los votantes republicanos apenas parpadearon con su declaración.

La política exterior de Trump se aparta de la ortodoxia del partido republicano en varias cuestiones. El precandidato quiere exigir que Alemania, Corea del Sur, Japón y Arabia Saudita aumenten sus pagos a los EE.UU. para la protección militar, una movida que podría resentir esas tradicionales alianzas. También busca abofetear los aranceles sobre las mercancías importadas de China y México, lo cual desencadenaría casi con certeza una cara guerra comercial. Y, desde luego, afirma que obligaría a México a pagar por su muro en la frontera, aunque nunca ha explicado cómo.

Cruz también ha dicho que la invasión a Irak fue un error. El senador de Texas no acusó a Bush de mentir, pero culpó a los “neoconservadores de Washington” –una suerte de abreviatura para denominar a los republicanos que apoyaron la guerra de Irak- de un “intervencionismo militar” indiscriminado.

Su ejemplo favorito fue el derrocamiento del dictador libio Moamar Gadafi en 2011. En opinión de Cruz, los Estados Unidos no deberían haber ayudado a derrocar a Gadafi; deberían haberlo protegido. “Gadafi era un mal hombre, con un terrible historial en temas de derechos humanos. Así y todo, se había convertido en un aliado importante en la lucha contra el terrorismo islámico radical”, argumentó el senador durante el año pasado.

Cruz cree que los EE.UU. deberían relegar los problemas de derechos humanos a un segundo plano, especialmente cuando se trata del Medio Oriente.

Por lo tanto, si la carrera republicana se reduce a una elección entre Trump y Cruz, ¿qué debería hacer un republicano de mentalidad internacionalista? La opción luce poco apetecible para mí, pero yo diría: “Elija a Cruz”.

Cruz da miedo, pero Trump es peligroso. Esa debilidad del senador de Texas por los dictadores proestadounidenses en realidad sería un retorno a la ortodoxia conservadora que prevalecía antes de que Ronald Reagan le inyectara algo de democracia a la política extranjera del partido republicano.

Pero Trump, quien tiene una veta autoritaria diferente, parece admirar a autócratas como Putin, incluso cuando éstos no son proestadounidenses.

Kagan, quien actualmente escribe una historia de la diplomacia de los EE.UU., concuerda en que Cruz es la mejor opción. “Trump es un retroceso a la visión de los años 1920 y 1930, de que el mundo puede irse al demonio y eso no es nuestro problema”, afirma. “Si Hitler estuviera arrasando Europa, Trump diría –como muchos dijeron en ese momento- que se trata de alguien con quien podría hacer negocios”.

¿Y qué ocurriría si la elección final fuese entre Trump y la probable candidata demócrata Hillary Clinton? Kagan, quien también trabajó en la administración Reagan, asegura que votaría por Clinton.

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