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Ahora que el peligro de El Niño ha pasado, la atención está en los desamparados

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Escondido cerca de la cuenca de la presa Santa Fe, sobre el río San Gabriel, el campamento de los desamparados era un desastre, con montones de muebles rotos, marcos de bicicleta, televisiones, motocicletas desarmadas, pedazos de máquinas de ejercicio, comida podrida, contenedores vacíos y ropa medio enterrada.

Los agentes Martín Villa y Liz Aguilar se acercaron, con las pistolas listas.

“Hola!”, dijo Villa, inclinándose sobre la entrada de una tienda. “Sheriff del condado de Los Ángeles. No estamos aquí para detener a nadie. Solo estamos aquí para ayudar”.

En este día de principios de abril en Irwindale, Villa escoltaba un equipo de trabajadores sociales del condado en una misión humanitaria. Pero un par de meses antes, Villa había recibido una respuesta poco amigable.

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“¿Qué les pasa?”, preeguntó Villa, enfrentando a dos hombres bajo un puente durante un patrullaje del río en febrero. “Les hemos advertido, les hemos aconsejado varias veces. Tienen que recoger sus cosas y marcharse. Vamos tener que comenzar a hacer cumplir la ley y llevarlos a la cárcel”.

Las contrastantes posturas de Villa reflejan un amplio conflicto entre los objetivos de servir a los desamparados y combatir los problemas de salud y seguridad que ellos causan. La tensión es en particular dura en las más de 100 millas de canales del río que se entrecruzan en el condado de L.A.

Un conteo de marzo de la Autoridad de Servicios de gente sin hogar de Los Ángeles documentó a más de 600 personas que viven en los ríos de Gabriel San, Río Hondo y Los Angeles.

Fuera de la vista, los campos atrajeron poca atención del público durante años. Pero sus ocultos costos ambientales estuvieron fuera de la proporción sobre sus números.

El año pasado, el Departamento de Trabajos públicos del condado condujo 19 limpiezas en los ríos San Gabriel y Río Hondo, quitando 100 toneladas de desperdicios y 40 contenedores de materiales peligrosos y basura biológica, según los registros.

En una limpieza de cinco días el verano pasado en Tujunga Wash, el Departamento de Limpieza de la ciudad de Los Ángeles retiró 42 camiones de desperdicios, con un costo de $300,000.

Entonces, las comunidades a las orillas de los ríos se convirtieron en foco de preocupación humanitaria el otoño pasado, debido a la predicción de tormentas que podrían llenar los canales de los ríos con mortales corrientes.

Equipos de trabajadores y agentes del orden se movilizaron para visitar los campamentos, advirtiendo a la gente que estuviera lista para evacuar.

En los niveles más altos, funcionarios de la ciudad y el condado adoptaron una cara pública de tolerancia.

“Tratamos de tener una postura equilibrada”, dijo Gary Hildebrand, director adjunto del Departamento de Trabajos públicos del condado. “Tratamos de ser sensibles a la grave situación en la que se encuentra esa gente y tratando de lidiar con ellos de una manera humana y flexible”.

Mientras la amenaza de El Niño se desvanecía, los patrullajes de los agentes de sheriff seguían, pero de una forma más tradicional con la aplicación de la ley.

En el patrullaje de febrero, Villa y varios otros agentes encontraron media docena de campamentos que habían reaparecido.

Por ley, todos los campamentos sobre el río son ilegales. A diferencia de las banquetas de la ciudad, donde las cortes han establecido un derecho constitucional para mantener artículos personales, las vías fluviales están protegidas por la Ley de Agua Limpia de California.

La ley prohíbe tirar basura, líquidos tóxicos o desechos humanos en el sistema del río.

“El estándar es cero basura”, dijo Samuel Unger, director ejecutivo del Consejo Regional de Regulación de aguas de Los Ángeles, la agencia responsable de hacer cumplir Ley de Agua Limpia.

Pero el Consejo de agua no tiene un parámetro claro para hacer cumplir la ley. Aplica presión administrativa sobre las agencias locales para alcanzar reducciones de agentes contaminadores a largo plazo que fluyen en la línea divisoria de aguas. Eso básicamente ha significado construir y mantener sistemas de retención para mantener la basura lejos de los drenajes de tormentas.

Unger reconoció que quienes establecen campamentos permanentes con muebles, páneles solares y equipo electrónico, y dejan su basura en el lecho del río, están violando la ley. Pero no pudo citar ninguna regla formal del consejo que requiera a las agencias locales retirar los campamentos.

Ante la ausencia de una política clara, las prácticas varían en las distintas jurisdicciones.

El desalojo es inmediato en la pequeña parte de Tujunga Wash, propiedad de la Autoridad de Recreación y Conservación de Montañas, una agencia que tiene su propia ordenanza y prohíbe acampar durante la noche.

El vigilante David Aceves patrulla el área con regularidad y le dice a quien pone una tienda que debe marcharse al anochecer.

En la ciudad de Los Ángeles, el retiro de campamentos sobre el río es dictado más por la presión de los vecinos que por problemas ambientales.

Si desea leer esta nota en inglés, haga clic aquí

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