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Las reacciones al tiroteo en la práctica de béisbol del Congreso revelan un país que no sólo está en desacuerdo, sino que odia

President Trump addresses the nation and appeals for unity after lawmaker, several others shot at congressional baseball practice. (June 14, 2017)

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El tiroteo dirigido hacia legisladores republicanos produjo un caleidoscopio de emociones este miércoles -ira, repulsión, horror- pero poca sorpresa.

El ataque pareció casi una extensión natural, aunque enfermiza, de la violencia que rodea la política cada vez más tribal del país.

Como para demostrarlo, los acontecimientos rápidamente se asentaron en un patrón familiar: señalar con el dedo, culpar a alguien, remarcar posiciones partidistas. La gente hoy en día no sólo no está de acuerdo; ha llegado a odiar enormemente al otro bando desde la llegada del presidente Trump. No necesariamente por cuestiones o ideologías, que pueden ser debatidos o alivianados por el compromiso. Sino más bien como una consecuencia de una patología más profunda, un desprecio hacia las personas meramente por existir.

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“Es difícil sugerir que se trata de un conflicto ideológico”, como si, digamos, el tema del aborto se hubiera acentuado repentinamente, señaló Marc Hetherington, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Vanderbilt. “Aquí se trata de malos sentimientos”.

El profesor citó estudios que muestran que los republicanos dicen odiar más a los demócratas que a los ateos, y que los demócratas detestan a los republicanos más que a los fundamentalistas religiosos.

Ambos lados, remarcó, odian al otro más que a “los inmigrantes ilegales”, la incendiaria frase empleada para calibrar sus respectivas animosidades.

La abrumadora mayoría de la gente, por supuesto, no toma las armas para desahogar su ira, tal como hizo el pistolero James T. Hodgkinson, partidario del senador independiente de Vermont Bernie Sanders, y un feroz crítico de Trump.

Después del brutal hecho del miércoles hubo muchos casos de gracia, en particular de los más directamente afectados.

“No dejamos nuestra humanidad en la puerta al entrar a este recinto”, dijo el presidente de la Cámara, Paul D. Ryan, de Wisconsin, en una emotiva oración en el Congreso. “Más allá de todo el ruido y la furia, somos una familia”.

Nancy Pelosi, de San Francisco, líder de los demócratas de la Cámara, respondió: “En días como hoy, no hay demócratas ni republicanos, sólo estadounidenses unidos en la esperanza y en la oración por los heridos”.

El acercamiento recordó un momento igualmente trascendente tras los ataques del 11 de Septiembre, cuando los miembros del Congreso, demócratas y republicanos, se aventuraron a las escaleras del Capitolio y, unidos, interpretaron espontáneamente “God Bless America”.

Pero aquella breve armonía resultó ser una simple pausa, mientras el país descendía a un estado más profundo de animosidad y odio político. Del mismo modo, las palabras de alto vuelo de los líderes partidarios quedaron atrás rápidamente el miércoles, cuando algunos intentaron aprovecharse de una ventaja técnica.

Entre ellos se encontró el hijo del presidente, Donald Trump Jr., quien vía Twitter vinculó los disparos con una polémica producción neoyorquina de “Julio César”, en la cual un doble del presidente es asesinado en el escenario.

“Eventos como el de hoy son EXACTAMENTE por qué nos enojamos con las élites de NY que glorificaron el asesinato de nuestro presidente”, escribió el comentarista Harlan Hill en Twitter. El mensaje fue replicado por el joven Trump y magnificado por 1.7 millones de seguidores.

“La izquierda en este país está inaugurando una nueva #CulturaDeViolencia, donde el odio es la normalidad”, tuiteó Bill Mitchell, anfitrión de radio y defensor de Trump. “#TerroristasDomésticos”, agregó.

Por el lado demócrata, algunos partidarios más virulentos celebraron abiertamente el hecho de violencia contra el representante Steve Scalise, tercero en el liderazgo de la Cámara, o evocaron recuerdos del ojo-por-ojo dirigido al expresidente Obama y sus partidarios (muchos legisladores demócratas informaron haber recibido amenazas de muerte inmediatamente después del ataque).

El tuit del hijo del presidente generó una cadena de enojadas réplicas: “¿Tuvo algún problema cuando el por entonces candidato Trump dijo ‘Podría dispararle a alguien en la Quinta Avenida y mi aprobación popular subiría’?”.

“¿O cuando Trump defendió la violencia en los mitines para darle a la gente una lección? Jaja”.

“Trump es un gran contribuyente de la violencia que generó esto en primer lugar”.

Por su parte, el presidente respondió con un llamado a la unidad nacional, una muestra de ecuanimidad en notable contraste con su postura durante la campaña, cuando a veces incitó a la violencia y por momentos pareció invitar a los oponentes a tomar las armas contra su rival demócrata, Hillary Clinton.

Mientras que muchos se apresuraron a culpar al primer mandatario por la violencia del miércoles -tal como lo involucraron cuando un candidato republicano al Congreso agredió físicamente a un reportero por preguntar acerca de la asistencia sanitaria-, Trump no es responsable por haber cambiado de la noche a la mañana a un país rebosante de amor y luz. “Esto se ha ido construyendo con el tiempo”, remarcó Hetherington, quien ha escrito ampliamente acerca de la polarización de la nación.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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