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La nueva terminal privada de LAX para ricos y famosos facilita la experiencia de volar, pero a un precio por las nubes

Officials estimate that the operator of LAX would earn about $34 million from the Private Suite during its 10-year lease period.

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Los funcionarios estiman que el operador de LAX ganaría cerca de $34 millones durante los 10 años de arrendamiento de Private Suite del aeropuerto.

Fui al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles (LAX) este lunes por la mañana, tal como he hecho en muchas ocasiones, aunque ésta fue una experiencia enteramente distinta.

Una vez allí, no tuve que lidiar con el agolpamiento habitual del tránsito, ni con la gente, ni con los dolores de cabeza de los controles de seguridad.

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En cambio, esquivé toda esa locura e ingresé fácilmente porque esta vez viajé como un campeón en lugar de como un tonto. ¿Cómo? Utilicé una nueva terminal privada para los más famosos y un servicio de clase platino llamado Private Suite (Suite privada), diseñado para mimar a los potentados de todo tipo: ejecutivos de corporaciones, magnates, poderosos, celebridades.

2,200 pasos vs. 70 — pero a un costo

Para ser claro, en realidad no “usé” el servicio, y no volé a ninguna parte. Fui invitado a probar Private Suite, que ya está funcionando pero que se inaugurará en grande en un par de semanas, creado al estilo de los servicios de élite de otros varios aeropuertos internacionales del mundo.

Tal como el sitio web dice: “Normalmente se requieren 2,200 pasos desde el asiento del auto hasta el asiento del avión. Para los miembros de Private Suite, son apenas 70 pasos muy tranquilos”.

Si todavía no entiende la idea, considere lo siguiente: “Miembros de Private Suite no esperan en largas filas porque las revisiones privadas de seguridad [de la Autoridad de Seguridad del Transporte, TSA] se realizan directamente en nuestro edificio. Los miembros no necesitan caminar entre largos pasillos llenos de gente, ni alinearse en mostradores de boletos y puertas de embarque. No se ocupan de su equipaje, no se enfrentan a paparazzis”.

Creo que algo que sí deben hacer es sonarse sus propias narices, pero quizás me equivoco.

¿Y cuánto cuesta todo esto? Para asociarse, $7,500 al año, pero cuesta otros $2,700 -hasta cuatro personas- cada vez que se usa el servicio, o $3,000 para vuelos internacionales. Un no miembro que quiera probar el servicio a bajo costo puede usar el área de espera compartida por sólo $2,000, pero, ¿quién sabe al lado de qué clase de chusma deberá sentarse?

Entonces, ¿quién pagará ese dinero por el lujo de ser tratado como realeza por una o dos horas?

Mucha gente, al parecer. Gavin de Becker, el consultor internacional de seguridad responsable de Private Suite, señaló que ya se han inscrito 1,200 personas, entre ellos abogados, ejecutivos de la industria del entretenimiento y personalidades de los medios.

A este productor cinematográfico le encanta

“Me encanta”, afirmó Charles Wessler, productor de cine cuyos créditos incluyen “There’s Something About Mary” y “Dumb & Dumber.”

Wessler contó que usó el servicio de Private Suite recientemente, después de aterrizar en LAX desde Nueva York. “Salí del avión y había un tipo allí parado, con un pequeño cartel, que me dijo ‘ven conmigo’”, relató. “Salí, bajé las escaleras justo al lado del ala. ¿Cuál es la longitud del ala, 60 pies? Nos subimos a un auto y condujimos por la pista, hasta una puerta, y tres minutos después ya estaba en la suite”, detalló. “Al entrar, una mujer en un escritorio me dijo: ‘Ya tenemos su coche de alquiler, está aquí’. Firmé un papel y me fui”.

Parece espectacular, pero ¿pensará dos veces Wessler acerca de gastar miles de dólares por unos pocos minutos de conveniencia extra? “Sonará horrible, pero no”, respondió el productor, quien vive en Nueva York y vuela hacia LAX 20 veces al año, y tiene dos viajes anuales a Suecia para pescar con amigos.

Wessler predice, además, que las grandes estrellas podrían terminar por exigir el servicio y ponerlo por escrito en sus contratos.

¿Esto nos costará a usted y a mí algo? Es decir, si esperamos en filas de seguridad una milla extra porque los empleados y agentes de aduanas de TSA, pagados por los contribuyentes, están al servicio de los miembros de Private Suite, ¿es justo?

De Becker señaló que su compañía reembolsa el costo de los empleados de TSA y de Aduanas y Protección Fronteriza, que serán requeridos solo a demanda. La policía aeroportuaria tendrá que responder a menos situaciones de persecución de las celebridades en el aeropuerto, y tener menos grupos grandes de gente es más seguro, dado los temores de que LAX pueda ser un objetivo terrorista. Private Suite también podría usarse para procesar las llegadas de las tripulaciones internacionales.

La Junta de Comisionados del Aeropuerto votó por unanimidad en 2015 para aprobar el proyecto, y De Becker invirtió varios millones en él. Deborah Flint, directora ejecutiva de Los Angeles World Airports (LAWA), señaló que Private Suite será una ganancia para el público en general, ya que De Becker pagará $34 millones de dólares en licencias y tarifas durante la próxima década. “LAWA lo considera una forma de reducir la congestión en las terminales y recibir ingresos que podrán ser usados para desarrollar más instalaciones públicas para nuestros usuarios”, resaltó Flint, como transporte y mejoras de terminales.

Un guardia armado me recibió en la puerta de la terminal privada este lunes por la mañana, en el lado sur del aeropuerto. Giró un interruptor, las puertas de la fortaleza se abrieron y conduje hasta un edificio de paneles azules.

Un caballero de aspecto enérgico y vestido con una chaqueta azul me saludó con un apretón de manos y una sonrisa. Mi conserje me dijo dónde estacionarme, luego me acompañó 10 pies hasta mi suite privada. Podría relajarme allí de la misma manera que haría en caso de esperar un vuelo, o -como esa mañana- mientras esperaba para entrevistar a De Becker.

Representación de la nueva terminal privada exclusiva y del servicio de clase platino de LAX llamado Private Suite. El sitio web del servicio dice: “Miembros de Private Suite no esperan en largas filas porque las revisiones privadas de seguridad [de la TSA] se realizan directamente en nuestro edificio. Los miembros no necesitan caminar entre largos pasillos llenos de gente, ni alinearse en mostradores de boletos y puertas de embarque. No se ocupan de su equipaje, no se enfrentan a paparazzis” (The Private Suite).

¿Le gustaría una barra de chocolate amargo con almendras?

La suite está configurada como una habitación de hotel de alta gama, con vistas a la pista de aterrizaje y al sedán BMW Serie 7 plateado que me llevaría hasta mi avión. El lugar estaba lleno de aperitivos y un bar completo. Otras suites están ambientadas para niños, y una se destina a viajeros de Medio Oriente, con esteras para oración y un Corán.

Si uno quiere un vaso de Marc Bredif Vouvray, es posible, junto con otros vinos y una variedad de quesos, carnes y bandejas de frutas. Con sólo girar una manija se puede vaciar los contenedores de dulces y nueces, o disfrutar de una barra de chocolate amargo con almendras. Y después se puede bajar todo con una cerveza orgánica Samuel Smith’s Pure Brewed Organic Lager, o un Belvedere y tónica, y desmayarse en una de las dos camas de día.

Después de unos minutos, el teléfono sonó y un operador me informó que mi conserje estaba en la puerta. Así, me llegó hacia otra de las 13 suites, donde De Becker apareció a través de un gran televisor de pantalla plana, para nuestra entrevista. El ejecutivo afirmó estar en Maui.

En algunos vuelos, resaltó, ciertos pasajeros pagan $400 por un boleto y otros pagan $4,000 por un poco más de lujo. Private Suite podría entenderse como un ‘impuesto a las celebridades’ por aún más confort, sugirió.

Si uno se dirige a Nueva York y una tormenta inesperada acaba de anunciarse, Private Suite le proporciona un impermeable. Si se olvidó el cargador del celular, no hay problema, está cubierto. El ejecutivo me pidió que cruzara la habitación, tomara el teléfono y le dijera al operador que acababa de derramar algo en mi camisa; sólo para ver qué ocurría.

Seguí las instrucciones. El operador me preguntó si quería que el asistente llamara antes de entrar. No, puede entrar sin llamar, dije, y agregué: “Es una emergencia, podría haber una mancha”.

En dos minutos, un conserje llegó con un carrito lleno de camisas Banana Republic, una blusa Anne Klein y zapatos de Steve Madden, entre otros artículos.

Se fue en silencio y me quedé allí un momento, pensando que habría sido mejor no saber cómo la otra mitad -o el otro 1%- vive.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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