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La compañía prometió empleos, pero ahora los robots retrasan la contratación

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Cuando Skechers comenzó a construir un colosal centro de distribución en Moreno Valley, hace seis años, sus defensores prometieron una oleada de nuevos empleos. En lugar de ello, para cuando la empresa se trasladó finalmente al sitio había cerrado cinco instalaciones en Ontario -que empleaban a 1,200 personas- y reducido su mano de obra a menos de la mitad. En la actualidad, detectar a un ser humano en el lugar parece todo un logro.

Hay apenas 550 personas trabajando en este almacén cavernoso, tan grande como dos Staples Center combinados. Muchas de ellas se sientan detrás de pantallas de computadora, donde supervisan las actividades de las verdaderas bestias de carga de la instalación: las máquinas robóticas.

Es una señal de lo que está por venir. En los últimos cinco años, las compras en línea han generado decenas de miles de nuevos puestos de trabajo en almacenes en California, muchos de ellos en los condados de Riverside y San Bernardino. El grueso de ellos paga a trabajadores sueldos decentes por hacer tareas no especializadas: colocar cosas en cajas y enviarlas a distintas partes del mundo.

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Pero las máquinas y el software automatizado han ocupado cada vez más espacio en los almacenes de la región y asumido trabajos que alguna vez fueron hechos por seres humanos. Hoy en día hay menos empleos, aunque algunos de ellos pagan más.

Amazon, uno de los máximos jugadores en cuestión de almacenamiento, ha construido 20 nuevos centros equipados con robótica en los últimos tres años, cuatro de ellos en California. Desde 2014, la compañía ha agregado 50,000 trabajadores en sus almacenes de todo el país, y más de 30,000 robots que funcionan en casi cada ocupación pero representan una amenaza directa e inmediata a las personas que trabajan en temas de almacenamiento, señalan los expertos de la industria. Ese trabajo es repetitivo y encaja en una cadena de suministro y entrega que genera toneladas de datos.

Hay que volverse más eficiente. Es la única forma de actualizarse”.

— - David Weinberg, director financiero de Skechers.

Para los 879,800 trabajadores de almacenes en todo el país -de los cuales 102,800 se encuentran en California- el cambio profundo ya llegó. “El almacén moderno tiende a crear menos puestos de trabajo… La automatización está reemplazando los trabajos de menor jerarquía”, afirmó Chris Thornberg, socio fundador de Beacon Economics, una consultora de Los Ángeles.

Ese cambio refleja el camino tomado por la manufactura estadounidense, donde hay menos empleos que se conceden a las personas más calificadas. Esto pone de relieve lo difícil que será para el presidente electo Donald Trump seguir adelante con su promesa de restaurar los trabajos del país ‘en masa’.

La automatización hace que las empresas sean más productivas y más ricas -razón por la cual las máquinas hacen ahora la mayor parte de la fabricación de automóviles-; Uber está desarrollando vehículos autodirigidos y los agricultores utilizan ahora robots para plantar, cosechar y envasar cultivos.

Esa tendencia no presagia algo bueno para la mayoría de los humanos, especialmente aquellos que trabajan con sus manos. Los almacenen han sido una opción rescatable para los californianos menos calificados, aunque los niveles de contratación se estabilizaron en 2016, a pesar de que hay nuevas opciones de venta en línea.

En octubre pasado había 2,800 personas más empleadas en almacenes, comparado con el número del año anterior, lo cual representa un aumento del 3%. Eso se compara con el incremento de 12,200 (14%) del año que finalizó en octubre de 2015, y de 9,800 (13%) en los 12 meses que terminaron en octubre de 2014.

En tanto, 81 nuevos almacenes y sitios de almacenamiento surgieron en California durante el último año, lo cual representa un aumento del 4,7%.

No abundaban los trabajadores manuales en un lunes reciente, en el gigante centro de distribución de Skechers, ubicado en una vasta extensión de tierra en Riverside. Había dos hombres en medio de un contenedor, que arrojaban cajas de zapatos sobre una cinta transportadora.

Estas transportadoras de cobalto son una pieza clave de este almacén; hay más de 11 milla de ellas en total, que serpentean entre pilas de cajas apiladas como si fueran una montaña rusa de zapatos.

Las cajas pasan primero por una balanza debajo de la correa, que las pesa, y luego viajan a través de escáneres que registran sus dimensiones. Luego son escaneadas nuevamente para que una rueda pueda empujar una eventual caja de, por ejemplo, unas zapatillas de mujer de talla 9 y color negro, en el mismo conducto. Una persona, entonces, carga esas cajas en una tarima, que más tarde se transfiere al almacenamiento.

Este proceso entero solía requerir 10 trabajadores y varias horas para completarse. Ahora son necesarias tres personas y toma menos de una hora. “Hay que volverse más eficiente. Es la única forma de actualizarse. No siempre se puede buscar mano de obra barata”, señaló David Weinberg, director financiero de Skechers, con sede en Manhattan Beach. “Hay algunos trabajos manuales en las instalaciones, pero ciertamente hay más puestos de trabajo calificados, como el manejo de equipos eléctricos, manejo de tráfico y computadoras”, detalló.

Weinberg afirma que Skechers nunca ha sido más productiva. Muchos menos empleados manejan el doble de zapatos que antes, y los salarios han subido en promedio, principalmente porque hay menos personas que ganan el mínimo.

Lourdes González es un buen ejemplo de cómo el trabajo y la compensación han cambiado para los empleados restantes del almacén. González, de 46 años, comenzó a trabajar en 1992 como empacadora en una antigua planta de Skechers en Compton, donde ganaba el salario mínimo y caminaba por más de 50 pasillos de zapatos para llenar órdenes escritas en papel. “Ahora, todo lo que hacemos es revisar el sistema”, expresó la empleada, sentada frente a varios monitores, en un cuarto pequeño ubicado en un primer piso.

González pasa todo el día supervisando el flujo de pedidos a través del edificio. En un minuto observa un mapa en vivo que muestra el flujo de tráfico y cualquier potencial atasco en una cinta transportadora, y al minuto siguiente estudia una hoja de cálculo que muestra qué tan adelantados están los trabajadores en el procesamiento de pedidos. Por este trabajo gana más de $20 la hora, y tiene a sus tres hijos cubiertos por el seguro de salud que proporciona la compañía. “Me encanta mi trabajo”, asegura, con convicción. “Es fascinante”.

Obviamente, todavía hay hordas de californianos que pasan días enteros en el piso de los electrodomésticos, donde sus sudorosas horas transcurren moviendo cajas, desarmándolas y poniendo lo que estaba en ellas en otros embalajes.

Los trabajadores de almacén en California ganan alrededor de $42.100 en promedio, cerca de $20,000 menos que el salario medio en el estado en general, según datos de la Oficina de Estadísticas Laborales. Esto incluye la paga de los gerentes de nivel superior.

Muchos de ellos obtienen su sueldo de Amazon, una compañía que aún depende de masas de trabajadores manuales, pese a poseer los robots más avanzados de la industria.

En 2012, la empresa compró Kiva Systems, fabricante de un robot de 320 libras que transporta automáticamente estanterías a los trabajadores cuando éstos necesitan tomar de ellas artículos para una orden. El robot escanea una rejilla en el piso que contiene cientos de códigos de barras y le indica dónde está, y dónde se ubica el producto que necesita recoger.

Hace dos años, Amazon contaba con 15,000 robots Kiva en sus plantas de los EE.UU. Hoy tiene más de 45,000, según un vocero de la empresa. La firma también ha puesto robustos brazos robóticos en sus instalaciones, los cuales levantan tarimas de 3,000 libras cargadas con mercancías hasta 24 pies en una unidad de conducción robótica, que finalmente trae el producto a los empleados para almacenar o enviar.

La afluencia de robots ha comenzado a afectar la contratación. Amazon ha empezado a dar cabida a técnicos altamente calificados y bien pagados para asegurarse de que sus máquinas estén debidamente cargadas y conectadas a la red que las controla, y para que arreglen cualquier potencial error mecánico. “Somos capaces de crear más empleos de tipo técnico en los centros robotizados. Por ello se paga mejor a un empleado”, señaló Ashley Robinson, vocera de Amazon. “Hay un nivel de tecnología y algoritmos con el cual trabajan las personas en esas plantas”.

Paradójicamente, la obsesión de Amazon con las entregas cada vez más rápidas mantiene su apetito por las personas que pueden hacer trabajo por repetición. Así que, por ahora, Amazon depende mucho de gente como Carlos Madrid, cuya coordinación entre manos y ojos es indispensable. En un centro de San Bernardino, el pasado Cyber Monday, Madrid, de 27 años, llenaba cajas velozmente con un reloj Tommy Hilfiger, accesorios para un extractor de leche materna y artículos de limpieza, y las sellaba con cinta adhesiva azul, listas para enviarlas a sus nuevos dueños.

“Es una locura; es como el taller de Santa Claus”, afirmó el residente de Fontana, mientras miraba a cientos de sus compañeros de trabajo que plagaban el lugar. Todos ellos recogían las mercancías ordenadas en estanterías, transportaban contenedores amarillos de un área de inventario a una cinta transportadora y lanzaban cajas viejas sobre otra cinta transportadora que lleva residuos.

Madrid, quien no terminó la universidad, contó que tiene un objetivo diario de procesamiento de cajas durante su turno de 10 horas. El trabajador recibe ayuda de una computadora y un conjunto de escáneres que le indican qué caja usar; una máquina pequeña que le entrega exactamente la cinta adhesiva necesaria, y otro equipamiento que automáticamente dispara la etiqueta de envío en cada caja.

Por el momento, ése es el alcance de las máquinas en esta planta, que emplea a 2,500 personas y fue el primer almacén en California de Amazon cuando la compañía fue inaugurada, en 2012.

Incluso las instalaciones más nuevas, que utilizan más robots, varían en términos de cuántas personas emplean. Una planta inaugurada en San Bernardino este año cuenta con aproximadamente 1,000 trabajadores; un centro en Tracy tiene 3,500.

No obstante, eso puede cambiar, sostienen los expertos, a medida que los robots se vuelvan más inteligentes y cumplan nuevos roles en el almacenamiento y envío. “Hay mucha gente que hace trabajo tradicional de almacén, pero eso va a cambiar”, afirmó John Husing, economista jefe de Inland Empire Economic Partnership. “Todo está siendo automatizado”.

Créditos: video de Robert Meeks, gráficos de Joe Fox, producción de Andrea Roberson.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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