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La economía está en auge, ¿pero están los estadounidenses listos para la próxima recesión?

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La forma en que los estadounidenses interactúan con el sistema financiero ha cambiado drásticamente en los últimos 10 años. Y, a pesar de toda la innovación tecnológica, la relación fundamental de los individuos con las instituciones que les ayudan a pagar sus casas, automóviles y otras necesidades sigue sin cambios.

Una década después de la crisis financiera, muchos hogares no están más preparados para una recesión económica de lo que estaban entonces. Aunque hay menos préstamos riesgosos en algunas áreas, han surgido nuevas preocupaciones.

La deuda estudiantil y automotriz se ha disparado, nuevos tipos de préstamos respaldados por tecnología no probada llegaron al mercado y el estadounidense promedio se ha beneficiado poco de los exitosos mercados de valores y vivienda.

"Hay más gente en los márgenes que en 2008", remarcó Mehrsa Baradaran, decana adjunta de la Facultad de Derecho de la Universidad de Georgia, quien ha escrito extensamente sobre la desigualdad de la riqueza y el sistema financiero. "Más personas fueron eliminadas de la clase media segura. Creo que la próxima crisis causará tanto o más daño [que la anterior]".

Una señal preocupante es que, cuando llegue una crisis o una recesión -y los expertos coinciden en que la cuestión no es si ocurrirá o no, sino cuándo- los estadounidenses probablemente estarán tan endeudados como en 2008, si no más.

En el tercer trimestre de 2008, la deuda de los hogares de EE.UU. alcanzó un máximo de $12.7 billones. Después de caer durante algunos años, la deuda comenzó a subir nuevamente. Hoy, esa cifra es de $13.3 billones.

Las cifras no están ajustadas por la inflación o el crecimiento de la población, y, sin embargo, muestran que los estadounidenses, después de recortar, vuelven a pedir prestado.

Más que nunca, además, solicitan préstamos estudiantiles, ya que el costo de la educación superior superó con creces la inflación.

Desde mediados de 2008, las deudas hipotecarias, las segundas hipotecas y las tarjetas de crédito se han reducido, mientras que el monto de la deuda estudiantil ha crecido más del 100 por ciento. Este incremento representa casi todo el aumento en la deuda general de los hogares.

Las leyes de bancarrota hacen que sea casi imposible deshacerse de ellos, y el gobierno federal -en lugar de los bancos o los inversores privados- es dueño de la mayor parte.

Pese a ello, sí les preocupa que los pagos mensuales altos puedan tener efectos a largo plazo en la economía, lo cual podría retrasar su crecimiento.

Acosados por las deudas estudiantiles y graduados en una economía en la que los empleos regresaron pero los salarios están estancados, muchos estadounidenses jóvenes no han podido ahorrar para los pagos iniciales y la compra de propiedades, y se ven forzados a alquilar. Eso elevó los precios de las rentas, haciendo aún más difícil ahorrar, detalló Andrew Hsu, administrador de cartera en la firma de inversión del centro de Los Ángeles DoubleLine Capital.

"Crea un ciclo en el cual, en esta carrera de tratar de comprar una casa, no pueden ponerse al día", consideró.

Además, los aspirantes a compradores han perdido los años de un mercado inmobiliario en auge. Incluso si pudieran comprar ahora, lo harían en un momento de precios más altos del mercado, y no se beneficiarán de los últimos años de apreciación rápida de los precios.

"Las personas que no tenían los fondos para comprar, se perdieron un gran repunte", destacó Hsu.

La única otra deuda que se incrementó está compuesta por los préstamos para automóviles, que crecieron un 53% desde 2008, a $1,2 billones. Allí también los inversores ven una causa de preocupación. En los últimos años se otorgaron cada vez más créditos a prestatarios con puntajes débiles y se ofrecieron préstamos con plazos más largos, lo cual permite a los prestatarios pagar los automóviles durante un período de hasta siete años.

Hsu señaló que la morosidad en los préstamos automotrices ha subido, una señal particularmente desalentadora porque los prestatarios, en el pasado, tendían a hacer de los pagos por sus automóviles una prioridad, por temor a perder su medio de transporte.

"Con el aumento de la morosidad, tal vez estemos llegando a la cima de un ciclo", advirtió Hsu. "Podría ser una posible alerta".

Otra preocupación para los inversores es el aumento de los préstamos en línea. En los últimos años, las llamadas empresas de tecnología financiera (en inglés fintech) como Lending Club y Prosper, emitieron miles de millones de dólares en préstamos a consumidores que querían refinanciar otros préstamos, pagar tarjetas de crédito o realizar mejoras en el hogar.

Pero casi todos esos préstamos en línea se efectuaron mientras la economía se recuperaba de la recesión. En 2007 y 2008, el líder de la industria Lending Club efectuó apenas $25 millones en préstamos. En lo que va de este 2018, ya prestó $3,800 mil millones. Los inversores no están seguros de cómo se comportarán estos nuevos tipos de préstamos durante una recesión.

"Los modelos no son sometidos a pruebas de recesión", dijo Tad Rivelle, director de inversiones de renta fija en la firma TCW, con sede en el centro de L.A. "Tienen un alto grado de fe en que el algoritmo dará la respuesta correcta. Pero al algoritmo se lo puede engañar".

Mark Hamrick, analista económico sénior en el sitio de financiamiento de consumo Bankrate.com, indicó que uno de los riesgos inherentes al aumento de los servicios financieros en línea es que las protecciones y advertencias al consumidor a menudo quedan enterradas en documentos electrónicos que pocos leen.

"Hace años, muchos productos financieros se obtenían a través de la interacción personal, y en ese proceso había al menos alguna comunicación de ida y vuelta, como ‘¿Esta tarjeta de crédito es buena para mí?’”, dijo. "Ahora todos hacemos clic en el cuadro para pasar a la página siguiente”.

Incluso en el mercado hipotecario, donde hay menos deudas pendientes que en 2008, todavía hay mucho riesgo para todos.

Aunque los exóticos préstamos de alto riesgo -como los llamados ARM, con tasas y planes de pago ajustables ofrecidos por empresas como Countrywide y Ameriquest ya no existen; a los individuos con mal crédito o pequeños ahorros para el pago inicial se les siguen concediendo préstamos hipotecarios. La diferencia es que ahora estos se realizan a través del programa de seguro hipotecario de la Administración Federal de la Vivienda (FHA, por sus siglas en inglés), o caso contrario están respaldados por el gobierno.

En 2005 y 2006, los años de auge antes del colapso, los préstamos respaldados por el gobierno representaron solo alrededor del 35% de todas las nuevas hipotecas; en 2017, esa cifra había subido al 70%, según el Urban Institute.

Para Rivelle, ello significa que una crisis en el mercado hipotecario probablemente no causaría el mismo daño que la última, porque los bancos y los inversores privados están menos expuestos. "Para ser optimista, si hay una explosión en el mercado de la vivienda, ésta no tendrá un impacto en los bancos tal como el del último ciclo", dijo. "Pero ha habido un marcado deterioro en la calidad de los préstamos".

Kim Schoenholtz, profesora de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York, consideró que estos riesgosos préstamos respaldados por el gobierno son una señal de que, a pesar de una recesión y una crisis financiera impulsadas por la vivienda, los legisladores estadounidenses siguen incentivando la propiedad en un grado peligroso.

Los préstamos de la FHA y otros programas, detalló, alientan a las personas a tratar de construir sus ahorros, no invirtiendo en el mercado de valores o guardando, sino inyectando dinero en una sola propiedad inmobiliaria.

"Estamos alentando a la gente a adoptar un comportamiento financiero muy arriesgado: adquirir un activo no líquido y no diversificado, y pedir préstamos hipotecándolo", dijo.

En general, Baradaran remarcó que los estadounidenses no están mejor preparados para una recesión ahora de lo que estaban en el período previo al 2008, aunque también dijo que no se debe a que los consumidores intenten comportarse de manera arriesgada.

Seguro, la deuda estudiantil ha crecido, destacó la profesora de la Universidad de Georgia, pero eso se debe a que los estadounidenses no tienen otra forma de pagar sus estudios superiores e intentan conseguir empleos con un salario digno en una economía en la cual estos están estancados.

Alrededor de un cuarto de los adultos estadounidenses no tienen ahorros para la jubilación, según una encuesta de hogares realizada por la Reserva Federal en 2017, y el 41% afirma que no tendría suficientes ahorros para cubrir un gasto de emergencia de $400.

"Creo que mucha gente aprendió su lección, pero necesitan préstamos estudiantiles para ir a la universidad", prosiguió Baradaran. "No se trata de personas codiciosas; no son apostadores. No creo que todo el mundo esté tomando malas decisiones".

Follow me: @jrkoren

Additional credits: Animated graphics by Swetha Kannan. Produced by Justin L. Abrotsky.

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