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La demencia podría estar ligada a la contaminación ambiental

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Con las regulaciones ambientales que se prevé quedarán bajo el fuego intenso del gobierno de Trump, una nueva investigación ofrece poderosa evidencia del vínculo entre la contaminación ambiental y el riesgo de demencia.

Para las mujeres mayores, el aire muy contaminado por los gases de escape de vehículos y otras fuentes de partículas finas prácticamente duplica la probabilidad de desarrollar demencia, según un estudio publicado este martes. Los efectos cognitivos de la contaminación del aire son dramáticamente más pronunciados en las mujeres que portan una variante genérica conocida como APOE-e4, que las pone en mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.

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En un estudio a nivel nacional que rastreó la salud cognitiva de mujeres entre los 65 y 79 años de edad durante una década se evidenció que las portadoras de la variante APOE-e4 tuvieron casi tres veces más posibilidades de desarrollar demencia al estar expuestas a altos niveles de contaminación ambiental que aquellas portadoras que habían respirado aire más puro.

Entre todas las portadoras de dicho gen, las mujeres mayores expuestas a una fuerte contaminación atmosférica fueron casi cuatro veces más propensas que aquellas que habían respirado aire limpio a desarrollar un “deterioro cognitivo global”, una pérdida mensurable de memoria y de habilidades de razonamiento.

Si bien los científicos han medido ampliamente los costos para la salud de la contaminación ambiental en cuanto al asma, las enfermedades pulmonares y cardiovasculares, el impacto de los contaminantes en el buen estado del cerebro es relativamente novedoso. Este estudio compila flamantes conocimientos sobre cómo, y con qué fuerza, un componente clave de la contaminación urbana afecta el envejecimiento del cerebro.

The cognitive effects of pollution are more pronounced in women who carry APOE-e4. (Feb. 1, 2017)

La investigación, publicada el martes en la revista Translational Psychiatry, examinó una gran población de mujeres estadounidenses, ratones de laboratorio y tejidos cerebrales en placas de petri para establecer un vínculo entre el deterioro cognitivo grave y las partículas muy finas de contaminación emitida por los vehículos de motor, las centrales eléctricas y la quema de productos de biomasa, como la madera.

Estos tres métodos de investigación biomédica sugieren que la exposición a altos niveles de contaminantes atmosféricos finos aumenta tanto los signos de la demencia clásica -desorientación y pérdida de memoria-, como los menos obvios, como la presencia de grupos de proteína beta amiloide en el cerebro y la muerte de células en el hipocampo cerebral, un centro clave para la formación de memoria.

Utilizando las normas de contaminación del aire establecidas por la Agencia de Protección Ambiental de los EE.UU. (EPA, por sus siglas en inglés), los investigadores encontraron diferencias significativas en todas esas medidas entre aquellos sujetos que habían respirado aire limpio y los expuestos a niveles de contaminación considerados inseguros.

En ratones de laboratorio, el aire recolectado sobre la Autopista 10, en Los Ángeles, condujo a concentraciones cerebrales de proteína amiloide más densas y más propensas a formar grumos peligrosos que en aquellos que habían respirado aire que satisfacía los estándares de la EPA antes de 2012. Cuando los ratones eran criados con una fuerte predisposición para desarrollar demencia y sus características, las diferencias cerebrales entre los animales que respiraban aire contaminado y aire limpio eran más intensas.

En 2011, un estudio de la revista Lancet halló que aquellos que vivían cerca de caminos densamente transitados corrían un riesgo mucho mayor de accidentes cerebrovasculares y demencia que quienes residían lejos de éstos. Un año más tarde, un equipo dirigido por el Dr. Samuel Gandy, investigador de la enfermedad de Alzheimer en Mt. Sinai, en Nueva York, estableció por primera vez que los contaminantes del aire inducían a la inflamación, muerte de células y la acumulación de proteína amiloide en el cerebro de los ratones.

El nuevo estudio amplía esos hallazgos. Realizado por especialistas geriátricos y de salud ambiental de USC, el nuevo estudio estima que antes de que la EPA estableciera nuevas normas de contaminación atmosférica, en 2012, aproximadamente un 21% de los nuevos casos de demencia y de deterioro cognitivo acelerado podrían haber sido atribuidos a la contaminación atmosférica.

Existe un potencial significado legal para el hallazgo de los investigadores de que las mujeres (y los ratones) que tenían predisposición genética para desarrollar Alzheimer fueron mucho más sensibles a los efectos de la contaminación del aire. En la elaboración de normas de contaminación, la EPA está actualmente obligada a considerar su impacto en la salud de las ‘poblaciones vulnerables’.

La agencia también está obligada a utilizar su autoridad reguladora para tomar medidas y proteger a esas poblaciones. Sin embargo, el Dr. Jiu-Chiuan Chen, especialista de salud medioambiental de Keck School of Medicina de USC y autor sénior del estudio, señaló que no queda en claro que incluso las normas actuales sean seguras para los cerebros envejecidos, o para aquellos genéticamente vulnerables al Alzheimer.

La administración Trump ha remarcado que buscará desechar o reescribir sustancialmente las regulaciones del gobierno de Obama, que endureció el control de emisiones de las plantas de energía y estableció estándares más ajustados de eficiencia para combustibles, en un esfuerzo por frenar el cambio climático y reducir la contaminación del aire.

“Si la gente en el gobierno actual quiere reducir el costo de tratar enfermedades, entre ellas la demencia, entonces deben saber que relajar las regulaciones de la Ley de Aire Limpio generarán precisamente todo lo contrario”, afirmó Chen.

Si desea leer la nota en inglés, haga clic aquí.

Traducción: Valeria Agis

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